El mojón premonitorio fue 1933. Impulsada por la noción de propiedad intelectual, se sancionó en la Argentina la Ley 11.723. Fue el primer paso de un devenir que, con varios mojones en el medio –la creación de Sadaic, por caso–, desembocó en el hecho nodal: la creación de AADI (Asociación Argentina de Intérpretes) hace exactamente sesenta años: el 24 de julio de 1954. “El hecho de que AADI cumpla 60 años quiere decir que ha sido bien administrada a lo largo del tiempo por los intérpretes”, dice, concreto y positivo, Zamba Quipildor (tesorero de la asociación), ante el aniversario redondo de una entidad que, en sus principios, tuvo a Francisco Canaro, Juan D’Arienzo y Aníbal Troilo –entre otros notables del tango– como principales funcionarios “antipillaje”. “Los músicos tenemos todo el derecho de recibir un dinero por nuestro rol como intérpretes. Conozco gente que viene a AADI y cobra por discos que grabó hace treinta años”, apuntala Horacio Malvicino, aquel guitarrista de Astor Piazzolla, que definió la música como “el arte de combinar los horarios”, y que hoy ocupa el cargo de secretario general en la entidad presidida por Leopoldo Federico.

No habrá actos puntuales para celebrar el aniversario –que coincide con el Día del Intérprete–, pero sí actividades que enmarcan la vigencia dinámica de la asociación, como la colección de libros Testimonios, cuya última edición fue dedicada a María Elena Walsh, y que ya pasó por Mercedes Sosa y Domingo Cura, entre otros, o el ciclo Haciendo Caminos, cuyo fin es promover recitales de música popular argentina en todas las provincias. “Me siento orgulloso de formar parte de un colectivo de trabajadores que lucha permanentemente por nuestro patrimonio. Seguimos promoviendo la actividad cultural a través de Haciendo Caminos, que va por su quinto año consecutivo de recitales de música popular. Y que, en el marco de esta celebración, lleva a cabo la agenda de programas en todo el interior del país con el fin de promover la integración de músicos de diversas vertientes como expresión de la identidad cultural argentina”, desarrolla Quipildor, sobre la dinámica de la entidad que administra y distribuye los derechos que emanan de la Ley de Propiedad Intelectual.

“La música que suena en las radios, en la tele, en los boliches y en los gimnasios son obras y tienen dueños. Tienen un autor, un compositor y unos intérpretes, y entonces nosotros nos encargamos de que esos intérpretes cobren lo que les corresponde por la difusión de su obra en lugares públicos, ya que la música agrega valor al servicio que se brinda al consumidor. Como intérprete y defensora de los derechos de los artistas, me siento honrada de integrar AADI”, dice por su parte la folkie Mavi Díaz, que forma parte del consejo directivo de la Asociación, puntualmente de la Comisión de Digitalización y Tecnología, cuya función es mejorar a través de las nuevas tecnologías la gestión de los derechos de intérprete. “Estamos trabajando en un ambicioso proyecto, que es la creación de la fonoteca digital, con el propósito de preservar la memoria sonora de nuestros intérpretes”, informa la cantante, que orbita cerca de otro vocal, Guillermo Novellis. “Vivimos en tiempos donde los contenidos de Internet están al alcance de todo el mundo y, por lo tanto, estamos en una etapa de transición donde nuestro derecho está en peligro, porque la música a la que se accede gratuitamente desde una página web genera para el dueño una rentabilidad, sin la contraprestación correspondiente para el intérprete de la obra. Esa es nuestra lucha, hoy”, sentencia el cantante de La Mosca.