Viernes, 5 de septiembre de 2014 | Hoy
MUSICA › JORGE MARZIALI PRESENTA EN LA BRASA DEL PRESENTE
Por Cristian Vitale
Diógenes Jacinto Giribaldi fue un poeta cuya luz duró cincuenta y cuatro años. Lo suficiente, no sólo para ganarse el pan como periodista, sino también para inundar los aires porteños con ríspidos, desacatados y lunfardos sonetos. Para vivir de noche, entre Baudelaire, minas del palo, milongas e interminables alcoholes que de-sembocaron en una cirrosis terminal. Lo llamaban Daniel y murió en 1984. “Fue un transgresor y vivía como tal, con todos los perjuicios que eso tiene en una sociedad pacata y miedosa... Quizás el motivo de dedicarle un disco sea la imposibilidad, de mi parte, de vivir en esa transgresión”, blanquea Jorge Marziali, que, en efecto, publicó un disco en homenaje al poeta y lo presenta mañana a las 17 en la sala Borges de la Biblioteca Nacional, con entrada gratuita. “Creo haber construido una pequeña obra transgresora, al menos en el vocabulario que sostiene la música popular. Claro que otra cosa es vivir en transgresión; elegir las pensiones, los bajos fondos, la gente más raleada entre la sencilla, algo que Daniel no necesitaba desde lo económico pero sí desde lo ideológico. Escribía desde abajo con orgullo, sin quejas y sin pasar facturas”, sostiene el cantautor mendocino.
En la brasa del presente (así se llama el disco) consta de once poemas del reo vate de Pompeya, que Marziali musicaliza con el auxilio de Daniel Gómez en guitarras, arreglos, percusiones y vientos. “Daniel me aceptó siendo yo mucho más joven. Creyó en mí como persona y como artista. Le robé unos originales de un libro que luego se llamó Coplas y cantares. Y lo sorprendí con las ‘Coplas de la libertad’, canción que se hizo himno cuando la democracia era bebé y prometía más de lo que cumplió. Mi intención por años fue trabajar para que su poesía reaparezca, no sólo por bella, sino por su mensaje filosófico: la vida es un juego, una timba con códigos que los tontos sabihondos no alcanzan a entender”, considera Marziali, que entre los poemas de Giribaldi optó, entre otros, por “Milonga de Don Quijote”, la selección de décimas “Está cantando un juglar” y “El llamado”. “En este poema, Giribaldi demuestra su sencillez y su afición al fato sin testigos. Escracha a los fanfas que necesitan batir en cada mesa sus historias sentimentales”, describe el cuyano.
Marziali y Giribaldi se conocieron en un bar de San Telmo, mate con whisky de por medio. Luego trabajaron juntos en un diario porteño y pararon largas noches en un barcito “desastroso” de Tacuarí e Ituzaingó. “El se cansó de jugar con las muchas palabras que tenía; las que le enseñaron Quevedo y Whitman y las que recogió en innumerables boliches, burdeles y pensiones. Un día me dijo que lo de escribir en lunfardo fue una broma que le salió ‘mal’, porque se lo agarraron en serio”, ríe Marziali, y aporta un plus: “No le gustaban los académicos. Tenía ese olfato que sólo se desarrolla en el barro”, determina, pintando muy de cerca al autor de los Sonetos Mugre.
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