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Sábado, 4 de octubre de 2014

MUSICA › VALERIA AMBROSIO ES LA NUEVA DIRECTORA DEL TEATRO ARGENTINO DE LA PLATA

“No estaré mucho tiempo en el cargo”

Su designación sorprendió, ya que sus antecedentes son como directora de comedias musicales. Asegura que “las vanguardias ya fueron”, aunque no cerrará el Tacec, y reclama la “renovación de las obras clásicas”, aunque confiesa no haber visto varias.

 Por Diego Fischerman

“Si Verdi viviera, haría comedias musicales y no óperas”, dice. Lo menos que puede afirmarse de Valeria Ambrosio, directora de comedias musicales y sorprendentemente designada al frente del Teatro Argentino de La Plata, es que es valiente. Esa es apenas una de las frases que desgrana en una suerte de continuo terrorismo verbal donde puede despacharse, sin que le tiemble la lengua, contra los últimos cincuenta años de tradición en materia de puestas de escena o de composición musical y, al mismo tiempo, afirmar que ha visto “todas las óperas” o que no ha “visto demasiadas”.

Reclama, por otra parte, la necesidad de “reversionar las obras clásicas” para que “le lleguen más a la gente”, desentendiéndose de que esa es, para bien o para mal, la preocupación central, desde hace mucho tiempo, de casi todos los teatros de ópera del mundo y que el propio Argentino no lo ha hecho nada mal en los últimos años. De hecho, dos de sus coproducciones, Eugene Onegin, de Tchaikovsky, con dirección escénica de Michal Znaniecki, y Pepita Jiménez, de Albéniz, con puesta de Calixto Bieito, realizadas durante la gestión de Marcelo Lombardero como director artístico del teatro, fueron premiadas en España, dos años consecutivos, como mejores espectáculos operísticos de esas temporadas. Ambrosio confiesa que no ha visto ninguna de las dos pero que “se trata de una sensación; una ópera debe erizarle a uno los pelitos del brazo; si no, no pasa nada”.

–¿Con qué óperas tuvo la desgraciada sensación de que no se le erizaban los pelitos del brazo?

–No, puntualmente no sé, no se trata de una ópera o de otra ópera. Es algo que se sabe. Las vanguardias ya fueron, porque están preocupadas por la forma y no por el contenido. Yo defiendo el contenido.

–¿Defiende también la idea de que una obra de arte es contenido y forma, por separado?

–Sí, claro. Y lo que importa es el contenido.

–Cuando habla de vanguardias, ¿se refiere a las obras compuestas en los últimos cincuenta años o a las puestas en escena de las óperas clásicas?

–A las dos cosas. Falta osadía, hay mucho esquematismo. Las vanguardias son snob.

–¿Qué piensa, por ejemplo, de obras que trabajan explícitamente con cruces culturales, como El gran teatro de Oklahoma, de Marcos Franciosi, que se presentó en el Centro de Experimentación del Argentino (Tacec), o del Cachafaz de Oscar Strasnoy, que se estrenó en el San Martín?

–No, no, yo no quiero ser terminante, es una sensación. No sé, obra por obra no sé. Digo lo que me parece. Como artista, también. Es una posición.

–¿Su punto de vista como artista y como directora de un teatro son iguales?

–Sí, claro, se mezclan, no podría ser de otra manera.

Podría tratarse de una discusión más amplia acerca del destino del Argentino en su conjunto. Podría ser parte de un replanteo general destinado a que la sala se convirtiera en una suerte de gran centro cultural polifuncional y dejara de ser el teatro de ópera, conciertos y ballet que fue. Pero Ambrosio se apresura a decir que no, que el Argentino seguirá siendo una sala destinada a los géneros que históricamente tuvieron lugar allí pero que ella ama “la mezcla de géneros” y propiciará “una libertad inédita” en ese aspecto. Hasta ahora, los hechos resultan mucho más prudentes que sus afirmaciones. Acaba de subir a escena una puesta de La Traviata, de Verdi, con puesta en escena de Willy Landín. Y se prepara una Tosca, de Puccini, en la que la propia Ambrosio será la directora de escena. “Me pregunto, me sigo preguntando, quién es Tosca –dice a Página/12–. Al fin y al cabo, ¿no es, desde el comienzo, una asesina?”

Directora de Priscilla, reina del desierto y de un espectáculo basado en canciones de Charly García, Frustrados en Baires, que se presentó en el Konex en 2012 y que ella define como “mucho más jugado y menos comercial y, también, menos exitoso”, Ambrosio arribó al Argentino después de una suerte de desaguisados que comenzaron con la desfinanciación de la temporada de 2012, en medio de la crisis financiera de la provincia de Buenos Aires, durante la cual estuvieron a punto de no pagarse los aguinaldos de los empleados públicos. La falta de pago a todos los artistas que habían participado de esa temporada llevó a la renuncia de Lombardero y su equipo, y los desbarros culminaron con el fallido anuncio de una designación de Gabriel Senanes como director del teatro que jamás llegó a concretarse como tal. Ambrosio relata: “Ya me habían llamado antes y había contestado que no. Volvieron a llamarme y me dije ‘entonces es que debo decir que sí, que algo tengo para hacer en ese teatro’”.

–En sus dichos se trasluce una crítica a la gestión anterior. ¿Qué es, exactamente, lo que en su opinión debería cambiarse?

–Hubo un gran momento del Argentino, cuando el Colón estaba cerrado y se convirtió en alternativa. Eso no lo criticamos.

–Ese “gran momento”, ¿sólo se debió, según su parecer, a que el Colón estaba cerrado?

–No, supongo que se ofrecerían cosas interesantes.

–Entonces, ¿qué es lo que cambiaría? ¿La Escuela de Artes y Oficios? ¿El taller Opera Estudio? ¿El Tacec?

–No, la idea es que todo eso siga.

–¿El Tacec también? Porque allí tienen lugar esas vanguardias, o por lo menos esa cierta experimentación formal, o tal vez con el contenido, que usted afirma que están muertas.

–No, muertas no, no sé, hay que repensar. Pero la intención es que eso siga. Hay un problema de espacio, únicamente, porque la sala, que es maravillosa, no tiene las condiciones de seguridad necesarias y por eso hay que cambiarla a otro lugar del teatro.

–Pero el Argentino, si uno se pone riguroso, no tiene las condiciones de seguridad necesarias en ninguna parte. No hay salidas de emergencia, por ejemplo.

–No, bueno, pero el Tacec estaba en el sótano, muy encerrado.

–¿Seguirá estando Martín Bauer al frente del centro?

–Eso es lo que queremos, de ninguna manera hay intención de cerrar ese centro ni de cambiar a su director. Además, yo voy a estar muy poco tiempo. Con las elecciones cambia todo. Tampoco se trata de una gestión y de planes de larguísimo alcance. Sólo intentamos hacer que este teatro funcione, con muy poca plata, sin posibilidad de contratar a ningún extranjero y arreglándonos con lo que tenemos. Que no es poco. Este teatro tiene talleres maravillosos que deben estar funcionando a pleno, como la fábrica de espectáculos que realmente somos.

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“Si Verdi viviera, haría comedias musicales y no óperas”, afirma Valeria Ambrosio.
 
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