MUSICA › SERGIO ROTMAN HABLA DEL TERCER DISCO DE EL SIEMPRETERNO, PARA SIEMPRE, QUE PRESENTA HOY EN NICETO
El cantante vive en Puerto Rico junto a su esposa Mimi Maura, y cada viaje a Buenos Aires genera shows o grabaciones con El Siempreterno. “La inmediatez produce esa frescura que logramos llevar al escenario y que hizo que el grupo tuviera ‘éxito’”, afirma.
› Por Roque Casciero
No se le puede achacar a las temporadas que Sergio Rotman lleva viviendo en Puerto Rico la similitud entre su discurso y los huracanes que suelen arrasar con la zona del Caribe: el cantante de El Siempreterno (y saxofonista de Los Fabulosos Cadillacs y Mimi Maura) ya era así cuando podía ir todos los domingos a ver a su querido San Lorenzo. El ex Cienfuegos escupe las palabras en ráfagas que no dejan nada en pie, con la misma fiereza y determinación con la que se planta en el centro del escenario junto a su esposa Mimi, el guitarrista Ariel Minimal (Pez), el baterista Fernando Ricciardi (LFC, Mimi Maura) y el bajista Alvaro “Ruso” Sánchez. Y si canta frases como “el pánico borró mi memoria” o “sos el esclavo del mundo que te vio nacer” en medio de un aura de post-punk bien oscura, ¿a alguien podría resultarle una sorpresa que Rotman diga que “la raza humana es horrorosa” o se enfervorice hablando contra las conexiones on line? El músico está en Buenos Aires por unos pocos días: cada tanto él y su mujer dejan la isla con rumbo sur, rearman sus dos bandas con unos pocos ensayos y salen a escena. Mimi Maura tocó el fin de semana pasado y esta noche es el turno de El Siempreterno: en Niceto (Niceto Vega 5510) presentará su tercer disco, Para siempre.
El Siempreterno no sólo es una banda particular por su energía oscura, producto único de la conjunción de sus integrantes, sino también por su extraña dinámica: con Rotman y Maura en Puerto Rico, la cuestión es “no ensayo, no proceso artístico de composición, no preparación mental de ninguna forma”, dice el cantante. “Generalmente, les mando un mail en copia al Ruso, a Nando y Ariel con la lista de temas, eventualmente alguna canción tocada con la guitarra, si vamos a hacer un disco... Y vuelve un mail con ‘sí, ok’. Llego, nos juntamos uno o dos ensayos y a tocar o a grabar. O sea que esa dinámica que debería jugarnos en contra nos juega perfecto por un motivo básico: Ariel, Fernando y yo nos conocemos hace treinta años. Como crecimos con la misma escuela musical, con el mismo concepto, no tengo que pasar por el proceso de ‘esta canción es así por tal motivo, tiene que sonar así’. La inmediatez produce esa frescura que logramos llevar al escenario y que hizo que el grupo tuviera ‘éxito’. Un éxito relativo, porque si yo estuviera acá y tocáramos más seguido y fuéramos al Cosquín Rock, por ahí estaríamos en otra posición. Pero lo maravilloso ha sido eso: estamos llevando más gente en cada show, pero no se sabe si ha sido el último.”
–Cada uno tiene otros proyectos. Tal vez, si Maura y usted vivieran acá, eso sería un problema.
–Definitivamente. Además, con el potencial de tensión que eso generaría, hubiera destruido a El Siempreterno. Porque está muy claro que el código que tenemos es estar excesivamente bien. No hay mucha posibilidad para que el grupo entre en boludeces: como nos vemos muy poco, siempre es alegre. No llegamos a compartir los momentos de “che, estoy medio podrido de este flaco” (risas). Eso es algo que pasa en todas las bandas y es normal en la relación entre las personas. Discrepo muchísimo con la gente que habla de ser músico como un trabajo. Si lo fuera, todos los grupos serían máquinas perfectas. Y no. Como no es un trabajo y la dinámica de las personas es muchísimo más fuerte que un trabajo, hace que el choque sea inevitable. Por eso, todos los grupos que nos gustan duraron cinco o seis años.
–O alguno se fue de la banda, como usted de Los Cadillacs en los ’90...
–Las crisis suceden. Creo que, en ese aspecto, Los Cadillacs es un grupo total y absolutamente diferente a todo, por lo menos en la Argentina.
–¿Van a tocar en 2015?
–No sé, pero creo que sí. Son treinta años de Los Cadillacs: lo lógico sería hacer la música en vivo frente a gente, mirarnos y decir “guau, cómo llegamos hasta acá”. Por nosotros mismos, digo.
–Hace treinta años se pasaban “Noches románticas en sótanos húmedos”, como se titula una de las canciones de Para siempre.
–Es la primera composición de Ariel para El Siempreterno. Este es el primer disco en el que está un poco repartida la composición: hay una canción de Fernando (“Salvavidas”), una del Ruso (“El secadero”) y una de Ariel. La del Ruso es el hardcore del disco, para que el niño no sienta que está tocando con viejos de mierda (risas).
–¿Qué llevó a esa apertura en la composición?
–La verdad, me siento muy honrado de que ellos toquen mis canciones, porque nunca fui un compositor como Andrés (Calamaro), Vicentico o Flavio. Si puedo tener tres canciones buenas en un año, me siento muy feliz. Por supuesto, tengo cien mil ideas, pero no tengo el arte del compositor. Al menos, no por ahora. Pero bueno, es una forma de meterlos un poco más en el grupo: agradecer y comprometer.
–¿Por qué no se considera un compositor?
–Será que se me ha metido mucho esa idiotez que apareció a mediados de los ’80, con la comercialización del rock and roll y la desagradable y desastrosa llegada de Madonna a la música: el compositor se convirtió en esa persona que trabaja todas las mañanas en diez ideas y las anota y demás. Yo no hago eso: recibo conceptos de lo que quiero hablar y tiro casi exactamente eso. No hago el proceso de “uh, tengo una combinación entre novenas menores y esta poesía de Fitzgerald Scott...”, que sí hacen los compositores. Por eso no me considero compositor. Pero tuve la suerte –pura fortuna, porque no tengo mucho más talento que eso– de componer una canción, “Siguiendo la Luna” (de LFC), que da la sensación de que estamos frente a un tipo que medianamente puede componer. Pero no, mi realidad es “El pánico borró mi memoria”, del último disco: ese es mi aporte al sueño del rock (risas).
–Es un aporte compositivo diferente, si no todas las canciones serían iguales.
–Sí, pero me gustaría tener otro tipo de recursos, buscar otro tipo de líneas, trabajar con teclados... Pero ya estoy demasiado grande y el tiempo es sólo para la guitarra acústica: acordes mayores y menores (risas).
–En el disco están “Periplo cósmico” y “Polvo cósmico”, en Cienfuegos estaba “Hacia el cosmos”... ¿Qué hay ahí?
–Una palabra bonita.
–Algo más tiene que haber...
–Bueno, si se quiere, sí, una búsqueda de la eternidad. Desde que nací, tengo muy presente que me voy a morir, y a la hora de componer me llama mucho más la atención escribir sobre eso que sobre Kobani, al norte de Siria. Qué mal que está esa gente...
–¿“Para siempre no es suficiente” habla de suicidio?
–No. “Así que te cansaste de vivir” fue por la frase detonadora que me dijo mi papá, que se murió tres meses después. Mi viejo pasó por un cáncer y un día me dijo “me cansé de vivir”. Ah, ¿así que te cansaste de vivir, hijo de puta? Y la frase “el cuchillo pusiste a afilar” es como “te vas a poner más cabrón”. No suelo hablar mucho de las canciones, pero creo que en esa di en el clavo de lo que quería decir y hacer. Son frases sueltas que me gustaron cómo quedaban.
–En el título de la canción también está la idea de la eternidad.
–Sí, pero no creo que haya sido estimulado por algo tan serio. Es como una de esas frases tipo “no podés tapar el sol con la mano”.
–¿Cómo es lo de ser “el esclavo del mundo”?
–Lo que siento es que la llegada fatídica de la interconexión por redes hizo que en este momento todos seamos esclavos. Es un concepto bastante obvio, pero lo metimos en una canción entre The Cure y Fugazi. Siento que somos esclavos dependientes del propio mundo que nos contiene. Y, evidentemente, la libertad va a ser ponerse off line.
–Ponerse off line no significa salir del radar: hay cámaras de seguridad, uno tiene que manejar cuentas...
–No, no, por eso somos esclavos del mundo. Y cuanto más plata tenés, peor. ¿Quién vive mejor, Shakira o Mimi? Yo te aseguro que Mimi vive mucho mejor que Shakira. Shakira se levanta a la mañana y tiene que atender a los representantes de Sony Music o de Mundo Alas para irse dos semanas a la isla que tiene en Barbados... ¡Nosotros vivimos en la puta isla! Y, eventualmente, dos semanas por año tenemos que ir a hacer la fila al banco. Si no pretendés tener una Ferrari, sos mucho más libre.
–Pero desconectarse también significa perder muchas cosas.
–Sí, perdemos poder ver a Pepe Biondi en YouTube, pero creo que esta comunicación tan inmediata hace que hayamos dejado de pensar. El precio que vamos a pagar es perder cierto confort, pero vamos a tener tiempo. Hoy te dicen “por fin el ser humano tiene toda la historia de su especie en su teléfono”... ¡y lo usa para insultar a otros y ver porno! Entonces basta, fracasó, mejor parémoslo ahora. Y también siento que algunos conceptos de cómo estamos manejando el arte musical son totalmente erróneos.
–¿Por ejemplo?
–Cobrar por un mp3. Lo que jodió la historia no fueron ni la digitalización ni YouTube, ni Spotify: fue iTunes. Es pornográfico que iTunes te cobre un dólar por un archivo comprimido... que es nada. ¿Cómo vas a cobrar por eso? Deberían haberlo mantenido gratuito y se habría mantenido la industria musical en pie. Si hubiera disquerías, estoy seguro de que mi hijo me diría: “Papá, me das 20 pesos para comprarme Coney Island Baby?”. Pero destruyeron todo por la única intención de quedarse con el billete. Cuando estaba Napster era perfecto: el concepto que uno usaba era chequear para luego ir a comprártelo. Creo que soy una persona media, normal, y lo que hacía era bajar el último de Bob Dylan, pero si me gustaba lo compraba.
–Sus cajas de vinilos y bibliotecas de CD dicen que usted no es una persona media en ese aspecto.
(Se ríe.) –Pero es que desaparecieron las disquerías... Por supuesto, los discos no son azúcar o sal, pero si hubieran mantenido abiertas las disquerías y les inyectaran discos, habría funcionado. Pero si las cerraste, cortaste todas las cadenas de producción y le estás cobrando a la gente por algo que no existe, evidentemente hay un plan maestro.
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