“Informar es siempre más importante que entretener, por eso la cultura no entretiene”, sentencia Víctor Heredia. “Si bien los entretenedores también deben existir, es importante que uno le devuelva a la gente sus expectativas, porque los artistas somos emergentes de la propuesta popular; y como la devolución de esos sueños dentro de un contenido, una poesía, una música, es muy especial, hay que refrendarla desde un escenario.” Los dichos del cantautor giran en torno del evento Verano de Emociones, programa multidisciplinario impulsado desde distintos organismos nacionales que comienza hoy en dos de sus cinco puntos geográficos a escala nacional. Capitaneado por el Ministerio de Cultura de la Nación, el evento se propone integrar espacios como arte, ciencia y tecnología, en las ciudades de Las Grutas (Río Negro), San Rafael (Mendoza) y San Marcos Sierra (Córdoba), todas desde hoy mismo, así como en los puntos bonaerenses de Ezeiza y Mar del Plata, el 13 y 14 de enero, respectivamente. Dentro del alcance de la propuesta, uno de los puntos fuertes es, desde luego, la música: entre hoy y el 23 de febrero, por estos cinco enclaves van a circular artistas de distintos estilos, como Kapanga, Los Pericos, Orquesta Típica Fernández Fierro, Miss Bolivia, Agarrate Catalina, La Franela, Chango Spasiuk, Los Cafres, además del mencionado Heredia, entre muchos otros.

Algunos de los protagonistas subrayan lo que, a su entender, es el valor estratégico de este circuito, y que tiene que ver con la recuperación de una identidad nacional a nivel sonoro, bajo un formato que, desde lo público y gratuito, apunta a la masividad y a cierto empate sociocultural. “La identidad está, y la música es un vehículo óptimo para esa identificación; se apunta a dar con el ser cultural argentino”, aporta Juanchi Baleirón, guitarra y voz de Los Pericos. Para Héctor “Limón” García, ex Bersuit y Vía Varela y actual cantante de la Orquesta Típica Rascacielos –presta a pasar por Las Grutas y Mar del Plata–, hay un elemento identitario que no debe ser perdido de vista: “Cuando la cosa no está en la calle, hay que sacarla, y esto me parece interesante en ese sentido. Con Rascacielos mostramos una orquesta como las de los ’40 y ’50. Tratamos de mantener ese espíritu en el que la gente interactúa bailando con la orquesta, sin ningún prejuicio sobre si se lo hace bien o mal, y representar una parte de la historia de por qué Buenos Aires y el tango fueron lo que fueron”.

“Siempre es importante informar y darle a la gente una visión muy clara de lo que ha sido el trabajo de la cultura durante todos estos años”, prosigue Heredia. “Me refiero al repertorio, a lo que significó para la música nacional la existencia de tipos importantísimos, como Cuchi Leguizamón, Atahualpa Yupanqui, Armando Tejada Gómez, Manuel José Castilla, etcétera. La supervivencia de ese repertorio depende hoy de estos conciertos, más algunas poquitas emisoras, que tratan de sostener gran parte de esa riqueza cultural. Este Verano de Emociones intenta colaborar para el sostenimiento de esa cultura, que algunos de los grandes medios de comunicación pretenden ignorar.” García insiste, por su parte, en la importancia del intercambio artístico con el espacio público: “Porque la calle es parte de nuestra cultura y, en nuestro país, en un momento, se había perdido la calle, porque intentaron globalizar el arte. Es importante saber de dónde venimos para entender hacia dónde queremos ir”.

Además del menú musical, el combo incluye otras atracciones, como el taller “Hacelo Sonar” –que se propone crear instrumentos a partir de material reciclable–, el clásico programa “Café Cultura” –que este año cumple una década de vida– y “Chocolate Cultura”, una oportunidad homóloga para el público infantil. Además, cada ciudad promete atracciones propias y particulares. Sin embargo, durante los últimos meses, declaraciones de algunos artistas reactivaron cierta controversia respecto de la relación entre Estado y arte, vínculo que, desde luego, no está libre de contradicciones. “Dejando de lado quién lo organiza, cualquier espacio que sea creado con altura, calidad, cuidado, respeto hacia el público y los artistas, está bien. Para los músicos es lindo poder mostrarse, ser valorados, respetados por su obra y trayectoria. Si alguien quiere criticar algo, que apunte para otro lado, porque tampoco hablamos de un lugar pequeño, sino de una gran producción, infraestructura y tecnología a disposición de lo popular”, confronta Baleirón.

En cuanto a la propuesta en sí, la grilla evidencia una apuesta hacia la pluralidad de géneros y subgéneros musicales, donde los que predominan son el rock –en sus múltiples presentaciones–, el tango y el folklore, con la mira puesta en atrapar, también, a oyentes de diferentes generaciones. Según Baleirón, el rock no ocupó siempre el mismo lugar: “Antes nos ponían a un costado, hoy atraviesa todo. Además de ser una banda de reggae fiestero y contagioso, Los Pericos ya integramos la playlist de varias generaciones, y estos festivales gratuitos son ideales para nosotros y nuestro público”, se sincera. Por su parte, García asegura que el tango, en la Argentina, sufrió una brecha generacional. “En este país hubo 30 mil desaparecidos, y contando lo que vino después, se borraron unas tres o cuatro generaciones del mapa: los jóvenes habían perdido la necesidad de romper estructuras y se perdieron de vista las raíces. Algo tan propio de nuestra cultura, como el tango, se alejó de lo popular. Recién ahora está empezando a despertar. Los grandes maestros ya no están... pero nos tenemos que hacer cargo”, cierra.