Viernes, 13 de marzo de 2015 | Hoy
MUSICA › FERNANDO CABRERA HABLA DE SU DISCO VIVA LA PATRIA, QUE HARá EN VIVO HOY EN EL KONEX
Acompañado en varias canciones por Javier Malosetti, Liliana Herrero y el grupo Perota Chingó, el cantautor uruguayo demostrará esta noche por qué supo construir, poco a poco, un público fiel. “Siempre me gustó experimentar”, afirma.
Por Sergio Sánchez
Curioso caso el del uruguayo Fernando Cabrera. Pasó de ser un músico desconocido en ambos lados del Río de la Plata a convertirse en un referente indiscutible para las nuevas generaciones de músicos y artistas. Para Cabrera hubo una década ganada. En 2004 se presentó por primera vez en Argentina y, a partir de ahí, tímidamente, fue visitando el país cada vez más seguido, casi siempre solo con su guitarra. Para entonces, ya tenía una docena de discos en la mochila y más de veinte años de trayectoria. Gracias a la difusión de colegas como Liliana Herrero, Jorge Drexler o Bersuit, el empuje de periodistas y el poder viral de las redes sociales, la música de Cabrera comenzó a expandirse hasta consolidar un presente más que auspicioso. Hoy no sólo recibe un importante acompañamiento del público, sino que parecen multiplicarse cada día las versiones de sus canciones, como “Puerta de los dos”, “Te abracé en la noche” o “La casa de al lado”, a cargo de jóvenes músicos. Con 58 años, Cabrera se siente tranquilo: no estaba tan equivocado. No fue fácil descifrar esa voz extraña, esas canciones con múltiples sentidos, esa poesía por momentos desoladora, pero lo valioso lleva su tiempo, no se consume como la comida chatarra. Acompañado en varias canciones por Javier Malosetti, Liliana Herrero y el grupo Perota Chingó, el uruguayo presentará hoy a las 20 su último disco, Viva la patria (2014), en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131). Un rato antes, abrirá la velada Juan Rosasco dúo.
Su nuevo disco, el onceavo como solista, es un material repleto de historias urbanas, personajes ficticios y no tanto. En este trabajo, la síntesis poética le cedió lugar a la narración. El título, dice Cabrera, es engañoso. “Son canciones muy distintas entre sí y corresponden a diferentes épocas –cuenta el también poeta–. No hay una unidad. Me han dicho que el disco tiene una tonalidad muy uruguaya, pero no fue buscada. Hay canciones que nombran a algunas calles emblemáticas o al departamento de Canelones, rico en balnearios, industria, producción agrícola y bodegas. No es mi intención ser un artista que refleja su región, pero a veces sale naturalmente. No es un disco nacionalista.” En un breve repaso, hay canciones de amor (“Nunca te dije te amo” o “La vida recién empieza”), una autobiográfica-surrealista (“Viva la patria”), una dedicada a su hermano carpintero (“Buena madera”), una que homenajea a los artistas callejeros (“Caminos en flor”) y una estrictamente político-social, “Hijos de la abundancia”, que “habla de los hijos malcriados de los ricos”. Y, entre otras, dos bien territoriales: “La huella de Montevideo” y “Canelones”.
–A diferencia de los anteriores, ¿es un disco más narrativo que poético?
–Sí. No sé por qué salió así. Se me juntaron varias canciones que cuentan historias. En mis comienzos, junto al trío MonTRESvideo y un segundo grupo, Baldío, se me daba por trasladar el mundo de lo narrativo, el de cuento, a la canción, pero no quedé muy conforme. Llegué a la conclusión de que eso no era lo mejor para la canción. ¿Qué necesidad de hacer una canción de seis minutos, si para eso está el cuento? Entonces, volví a la cosa más sintética, comprimida, de la canción. Y nunca más hice eso. Pero treinta años después me animé a hacer canciones como “Después del muelle”, en donde hay un relato y no hay tanta síntesis. De todas formas, siempre entendí la canción como algo sintético. Pero hay gente que tiene el don de narrar en una canción y lo hace muy bien, como Chico Buarque o Sabina. Pero yo no tengo esa facilidad, me cuesta más, lo hago de vez en cuando.
–En su obra hay una gran cantidad de elipsis, silencios, palabras omitidas o apenas pronunciadas, acordes incompletos. ¿La construcción de ese estilo se debe a la libertad artística que le permitió el hecho de no ser tan conocido e ir por fuera de la industria? Ha hecho una versión de “Muchacha ojos de papel”, de Spinetta, en donde omite la palabra “muchacha”...
–Arranqué con una premisa: hacer lo que tuviera ganas. Nunca fui muy conocido, no vendo millones de discos ni tengo detrás una masa que me reclama o una discográfica que me exige cosas. Siempre fui un artista más bien minoritario, aunque ahora un poco menos que antes. Aunque hubiese sido megafamoso, no hubiera transado en eso. Estoy en la música porque va más allá de todo cálculo o ambición. Nací con la música, hago esto desde los seis años y siempre fue un campo donde me sentí bien. No recibo ninguna orden de nadie a la hora de hacer música. Y en la vida no es fácil encontrar eso. Por eso, siempre me gustó experimentar, me importa un comino que guste, que no guste, que sea más o menos popular. Es la mayor pasión que tengo, me da una felicidad enorme. No me haría feliz ser clon de otra cosa, integrarme a tal escuela. Han pasado 35 años haciendo música y sigo en la misma. Es mi manera de encarar esto.
–En cierta forma, en Argentina hoy se descifró cierto “código Cabrera”. ¿Cree que tardó mucho en ser comprendido?
–Sí, costó mucho. Y sigue costando, aunque un poco menos. Me pasé muchos años tocando poco, vendiendo pocos discos, y eso es angustiante. Vos hacés lo mejor posible y cuando no tenés una respuesta entrás a preguntarte: “¿Serán tan malas mis canciones?”. Eso te deprime, te genera inseguridad. Por suerte, hace como ocho o diez años eso empezó a cambiar, pero no sé por qué. Tal vez por la acumulación. Quizá los primeros seguidores míos se lo transmitieron a sus hijos. En los últimos años también se sumó mucho público joven. Creo que me ayudaron mucho los nuevos medios de Internet. Si hace veinte años quería que un disco mío llegase a una radio de Rosario tenía que gastar una fortuna. Y esperar que lo pasaran. Pero hoy todo el mundo copia las canciones en Facebook y lo ven cien personas más. Eso a mí, que soy más veterano, me sigue asombrando. Creo que me benefició. Me ayudaron mucho también colegas y periodistas de medios gráficos, radios. Al mismo tiempo que Argentina, mi música empezó a ser más conocida en Uruguay. Hubo un poco de efecto rebote. Que te vaya bien en Argentina es una chapa en Uruguay. También se dio que en mi país apareció un canal estatal de cable, TV Ciudad, que empezó a darle difusión y vida al movimiento cultural.
–Inevitablemente, la nueva camada de seguidores que está escuchando su música está yendo para atrás y descubriendo su material anterior. ¿Está tranquilo con sus primeros discos?
–Sí, me encantan. Estoy contento con ese material. Uno a veces tiene crisis con cosas que hizo en el pasado, yo las tuve, pero se me fueron yendo, fui revalorizando los discos de mis comienzos. Desde el primero, desde el trío MonTRESvideo, cuando tenía 19 o 20 años. Durante mucho tiempo lo menosprecié, pero ahora me llena de orgullo. Ya había características allí que me identifican, que me hacen sentir contento del coraje artístico que tenía ese proyecto. MonTRESvideo no se parece a nada. Tenía fuerza, juventud, convicción. Me encantaría que el público de hoy lo conociera, al igual que lo que grabamos con el grupo Baldío, a principios de los ’80. Es algo muy distinto a lo que hago hoy. Me gustaría también que se conocieran mis primeros discos solistas, como El viento en la cara (1984) o Autoblues (1985). Hay muchas canciones. Tal vez cambiaría los arreglos, pero la canción es la canción.
–¿Cómo vio la presidencia de Pepe Mujica? ¿Le genera expectativas el mandado de Tabaré Vázquez?
–Veo con expectativa y optimismo al nuevo gobierno. El anterior me pareció un buen gobierno y éste también lo será. Seguramente habrá otros enfoques, otros puntos de vista, y eso es positivo. Son dos estilos muy diferentes el de uno y el del otro. Eso habla bien de la salud del Frente Amplio como conglomerado político. Está integrado por sectores diferentes de la izquierda, que han logrado mantenerse a lo largo de cuarenta años o más. Y ahí radica justamente su valor.
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