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Viernes, 13 de marzo de 2015

LITERATURA › A LOS 66 AñOS MURIó SIR TERRY PRATCHETT, UN ESCRITOR DE ESTILO úNICO

El creador de mundos hechos de ironía

Su saga Mundodisco generó fanáticos en todo el mundo. Incluyendo a la Argentina, donde una legión esperaba la Feria del Libro para conseguir esos ejemplares difíciles. Lo afectaba una rara forma de Alzheimer que ataca sólo las funciones motoras.

 Por Andrés Valenzuela

¿A qué clase de escritor se lo honraría poniéndole su nombre a una tortuga del Eoceno? A uno que fue único en su tipo: Terry Pratchett. El autor inglés murió ayer a los 66, víctima del síndrome de Benson. Se lo caracteriza como un escritor de fantasía, pero es mucho más correcto decir que era un parodista. Los héroes musculosos, los magos, los elefantes que sostienen mundos mientras viajan por el espacio a lomos de una tortuga gigante eran excusas. Excusas para poner el dedo en la llaga, excusas para jugar con los géneros literarios, para señalar problemas y contradicciones sociales dentro y fuera del mundo de las letras, para reírse de la estupidez que asuela (ordena y hace avanzar, también) el mundo.

Fue muy leído, sobre todo en los noventa y al menos hasta la aparición de J. K. Rowling y su niño Potter (con quienes tuvo algún entredicho) ostentó records de venta en la literatura inglesa. El gobierno de su país lo nombró Sir, por su aporte a las letras, mérito que también le valió el rango de caballero. Una de sus citas más famosas asegura que la pluma es más poderosa que la espada, pero sólo si la espada es muy pequeña y la pluma está muy, muy afilada, así que eso de la caballería debía causarle cierta gracia. Acumuló premios de todo tipo y color y por muchos libros distintos. También tuvo otras marcas, que quizá lo divertían más: los libreros ingleses aseguraban que sus libros eran robados más que ningún otro.

En su mejor momento, Pratchett fue prolífico como pocos. Al final de su vida hay 70 libros suyos para leer, más de 40 de ellos de la serie Mundodisco, que lo hizo famoso y que en Argentina era difícil de conseguir. Más de un cultista suyo esperaba la Feria del Libro para buscarlo directamente en el stand de la importadora. El premio por la espera era una novela que se leía a la velocidad de la luz, aunque es cierto que en Mundodisco la luz iba más despacio porque había descubierto que la oscuridad siempre llegaba primero y la esperaba, así que se tomaba las cosas con calma. En cada historia Pratchett tomaba algún elemento de la realidad, lo incluía en su universo delirante, lo subvertía y desmenuzaba sus contradicciones. ¿El totalitarismo? Pues el venerable gran imperio de Mundodisco sufría rebeliones cuando se popularizaba el panfleto revolucionario “Qué hice en mis vacaciones”. ¿Y por qué las mujeres no pueden ser hechiceras, eh? Los rectores de la Universidad Invisible de AnkhMorpork aceptaron la injusticia en Ritos Iguales, probablemente un ensayo literario sobre la equidad de género más efectivo que mucho de lo que se escribió al respecto. “La fantasía es para ver el mundo desde nuevas perspectivas”, aseguraba y escribía sobre organización gremial, política, economía y casi cualquier tema que le pasara cerca, pero siempre dentro de un ambiente fantástico y con una sobredosis de humor.

Desde luego, Pratchett abundaba en referencias culturales y debe haber sido uno de los mejores exponentes en eso de hacer obra en torno de la cultura pop. Ahí está su recurrente bárbaro Cohen, parodia del Conan de Robert E. Howard, o su parodia de Leonardo da Vinci.

Su estilo literario se caracterizaba por un uso muy liberal de las notas al pie de página, que muchas veces contenían algunas de sus mejores definiciones. También evitaba dividir sus libros en capítulos (salvo que su editor “gritara demasiado”); la mayoría de los nombres que aparecían en sus historias eran en sí mismos un chascarrillo y construía códigos gramaticales particulares para algunos de sus personajes. Su humor delirante posiblemente hacía pasar por alto un dato fundamental: que dominaba su idioma a la perfección. El humor no admite tropiezos en su construcción literaria. Un buen chiste mal escrito no causa gracia; Pratchett conseguía que libros enteros hicieran reír.

Pratchett polemizaba con muchos críticos y valoraba el rol de la narrativa fantástica tanto en el desarrollo de la humanidad como en sus distintos avatares literarios. Además de la saga Mundodisco escribió cantidad de otros libros, como la trilogía de los “Nomos” (protagonizada, claro, por gnomos), y fue coautor de otro buen número de títulos junto a sus colegas. Quizás el más célebre fue Buenos presagios, junto a su coterráneo Neil Gaiman, cuando la carrera de ambos recién despegaba, más de veinte años atrás. Buenos presagios fue adaptado recientemente al radioteatro en la cadena Radio 4, del que se dio el gusto de participar, aunque la enfermedad que lo paralizaba ya estaba avanzada y le impedía leer sus parlamentos. Fue el mismo Gaiman quien lo ayudó a llegar preparado a la grabación.

Desde hace años, Pratchett sufría el síndrome de Benson, también conocido como atrofia cortical posterior, un tipo rarísimo (como él) de Alzheimer que ataca las funciones motoras, pero no las cognitivas. Así que, aun no pudiendo escribir ni leer, dictaba sus libros. Como había hecho buen dinero con sus ventas (“una consecuencia inevitable de venderlos”, bromeaba) donó gran cantidad a una fundación que luchaba contra el Alzheimer y militó fuertemente por el derecho a la muerte asistida, dando conferencias e incluso filmando un documental, aprovechando la visibilidad de su figura en la cultura inglesa. Quería morir a gusto. Finalmente partió a jugar al ajedrez con los dioses caprichosos ayer, en su cama, acompañado por su gato y su familia.

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Sir Pratchett polemizaba con muchos críticos y valoraba el rol de la narrativa fantástica.
Imagen: EFE
 
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