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Sábado, 21 de marzo de 2015

MUSICA › ST. VINCENT SE PRESENTARA HOY EN EL MAIN STAGE 2 DEL FESTIVAL

Entre la vanguardia y el pop

Annie Clark adoptó el nombre del hospital en el que falleció Dylan Thomas para su proyecto musical, con el que acaba de ganar un Grammy, además del respeto de David Byrne, quien hizo un disco con ella, y de los sobrevivientes de Nirvana, con quienes tocó.

 Por Joaquín Vismara

Nacido en Gales en 1914, Dylan Thomas fue una de las figuras claves para el reformateo de la poesía en el siglo XX. Con un pie en el modernismo y otro en el neorromanticismo, el autor se destacó por un ingenioso uso de las palabras y sus rítmicas y fonéticas para crear un universo propio, rico en detalles e imágenes narrativas. Thomas falleció en 1953 en el hospital St. Vincent, y no es casual que, medio siglo después, Annie Clark haya adoptado el nombre de esa institución como alias artístico. Al igual que el poeta, a la cantante y multiinstrumentista estadounidense le gusta jugar con los límites y las convenciones en pos de un lenguaje sonoro que le debe tanto al avant garde como a la música pop. Con cuatro discos en su haber, St. Vincent se presenta como un fenómeno de aristas inagotables.

Aprendió guitarra en su adolescencia gracias a la insistencia de su tío, un músico de jazz. Tras años de alimentar su curiosidad a base de grunge y thrash metal, estudió formación musical en la escuela Berklee, en donde aprendió a admirar el paisajismo sonoro de Adrian Belew y Robert Fripp. En consecuencia, su música es posmoderna y minimalista, una propuesta en donde la disonancia y el pop van de la mano, guiadas por ritmos entrecortados, y en donde un clima intimista puede hacerse trizas a guitarrazo limpio. Esta búsqueda por salir de lo esperado la llevó a recibir la bendición de David Byrne, con quien grabó el celebrado Love This Giant en 2012. Dos años después, Clark dio su gran salto con St. Vincent, celebrado de modo unánime por crítica y público y que le valió su primer Grammy en febrero. Con el escenario convertido en una extensión más de su cuerpo, Clark está en su mejor momento, motivo más que suficiente para marcar asistencia en su debut porteño esta tarde en la segunda edición de Lollapalooza, a las 15.45 en el Main Stage 2.

–Al momento de publicar su último disco, declaró que llevaba un título homónimo porque era el que más sonaba a usted misma. ¿Cómo explicaría eso?

–Estaba leyendo la autobiografía de Miles Davis, donde él plantea que lo más difícil de lograr para un músico es sonar como uno mismo, y creo que en este álbum lo logré. No es que fuese algo que no estuviera presente en mis trabajos anteriores, pero toda obra es un work in progress. Lo más fascinante de la música es adónde te puede llevar, pero tuve cuatro discos para desarrollar mi propia voz y mi estilo, hasta llegar a un presente en el que puedo presentar la versión más destilada de mí misma. Como a la gran mayoría, me encanta la música, y no hay nada mejor que pasarse tres horas enroscada con algo y salir del proceso con una canción nueva. Es como construir un castillo a partir del éter.

–Trabajó codo a codo con David Byrne. ¿Cómo surgió esa unión?

–Lo conocí en un show benéfico en 2009 y decidimos hacer un show juntos para caridad. Empezamos a escribir y mandarnos ideas, y algo de una noche terminó siendo un disco y una gira de un año y medio. Aprendí mucho de él, es uno de mis héroes. Lo que más me quedó fue la enseñanza de tener siempre a mano una carpeta con letras y anotaciones en los ensayos. Es muy organizado. Yo pensaba lo mismo de mí hasta que vi su manera de trabajar y pensé “wow, acaban de ganarme” (se ríe).

–El dijo que, a pesar de haber compartido tanto con usted, jamás llegó a conocerla en profundidad más allá de lo artístico.

–Me gusta la idea de hacer una distinción entre la persona que está en el escenario y la que está en casa con su familia. También hay que considerar la fuente: David es muy cálido y asombroso, pero es también muy misterioso, así que creo que corresponde que yo diga lo mismo sobre él. De todos modos, disfruté mucho todo el tiempo que compartimos. Creo que los dos somos difíciles de llegar a conocer.

–También tuvo la oportunidad de tocar con los miembros de Nirvana en el Rock & Roll Hall of Fame el año pasado.

–Me topé con Dave Grohl un par de veces, pero surgió cuando recibí una llamada de mi manager explicándome que ellos querían hacer un show con artistas femeninas reemplazando a Kurt Cobain y que querían que fuese parte. Ese panorama me aterraba, porque sé lo que Nirvana significó no sólo para mí, sino para todos en este planeta. Pero me lo pidieron y no quería desilusionarlos, así que estoy eternamente agradecida de ser parte de ese legado. Pararse enfrente de Dave es como pararse frente a un tren a toda velocidad. O te subís a bordo o te pasa por encima.

–Usted asegura que sus arreglos de guitarra los escribe en su computadora o en cualquier otro instrumento. ¿Necesita escaparles a las convenciones creativas?

–No estoy segura de cómo trabaja todo el mundo, pero todos los riffs de guitarra no son más que melodías que salen primero de acá (se señala la sien) a las que luego tengo que descifrar la manera de interpretarlas. Me pasó varias veces de trabajar desde la guitarra, y de repente, la memoria muscular lleva a mis manos a hacer las mismas cosas de siempre, como si fuera un hábito. Sólo queda dejar que sea tu oído quien te guíe para no repetirte.

–Dijo que si ganaba un Grammy, le iba a poner una cadena para colgárselo al cuello. ¿Lo hizo?

–Estuve de gira y todavía no lo recibí, así que no sé adónde está, debería consultar en el correo. Pero quiero hacerlo. Quizás eso me consiga algún beneficio, como poder pasar de una vez a primera clase cuando viajo en avión.

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A St. Vincent le gusta jugar con los límites y las convenciones.
 
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