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Sábado, 21 de marzo de 2015

MUSICA › MANU CHAO PROTAGONIZO UNA NUEVA FIESTA POPULAR EN EL ESTADIO DE FERRO

Las canciones del juglar trotamundos

Ante 26 mil personas que sudaron literalmente la camiseta, el explosivo cantautor francoespañol repasó canciones de su carrera solista, salpicadas de referencias a Mano Negra. El encuentro propició además varias muestras de activismo contra Monsanto.

 Por Yumber Vera Rojas

Que Manu Chao juega de local en la Argentina, no es novedad. Incluso el año pasado se lo vio una vez más en Buenos Aires, en el barrio de Floresta, fogoneando en un bar junto a algunos camaradas; luego tocó en Córdoba y hasta se tomó el tiempo para ir a ver al Indio Solari en Mendoza, donde además conoció de primera mano la “misa ricotera”. Pero la presentación que brindó el jueves en cancha de Ferro no fue la confirmación de su popularidad, porque es más que sabida, sino la exaltación de su legado. Ante 26 mil personas que literalmente su-daron la camiseta, el cantautor francés repasó a lo largo de dos horas y media lo mejor de su obra. Si bien su show prácticamente no distó de su última actuación en el mismo predio, dos años atrás, en el que introdujo la gira que nuevamente trajo al país, La Ventura, lo que el otrora líder de Mano Negra demostró en esta ocasión es que está más que preparado para dominar, concientizar y entretener a grandes multitudes. Y hasta puede lograrlo sin hacer mella en su trato fraternal.

“Canta conmigo, Buenos Aires. Gracias por el aguante”, despachó el padrino del rock mestizo, apenas subió el telón de su performance con “Mr. Bobby”, que desde ya advertía la temperatura festiva del recital, y al que le siguieron “Forzando máquina”, “La primavera”, “La vida tómbola” (la de “Si yo fuera Maradona...”) y “Me gustas tú”. Después de tomar prestadas algunas líneas a “Mondo difficile”, del one hit wonder Tonino Carotone, Chao desenfundó “Clandestino”, que le sirvió para izar uno de los tantos gritos de guerra de la noche: “Pase lo que pase, sea lo que sea, próxima estación: Esperanza”. Y es que uno de los rasgos que queda en evidencia en los shows de la figura de 53 años es la repetición de slogans potentes, cortos e identitarios, al igual que la alusión propia y ajena en sus canciones. Ese loop eterno y, si se quiere, unificador, aunque fue criticado luego de lanzar su segundo álbum de estudio, Próxima estación: Esperanza (2001), porque para muchos precarizaba su talento, se tornó en una constante efectiva durante su trayectoria en solitario.

Esta síntesis o autobombo de su repertorio, según el cristal con el que se le mire, ocasionó que muchos de sus temas tomaran un matiz diferente, al punto de que se desdoblaron en otra entidad. Lo que demuestra que su trabajo se concentró más en el vivo que en la producción de nuevas canciones. Y eso lo confirma su escasez discográfica a partir de 2009, cuando lanzó el álbum en vivo Baionarena, que precede a su último disco de estudio, La radiolina (2007), que incluye “Rainin in Paradize”, uno de los singles que no faltó en el reencuentro del artífice galo con el público porteño. No obstante, luego de invocar una versión casi irreconocible de “King Kong Five”, sempiterno hit de Mano Negra que tuvo como invitado al cantante de reggae Gaspar Om (ex integrante de Los Umbandas), Manu Chao dio pie, al son de “Machine Gun”, para el momento militante de la jornada: le cedió el micrófono a Félix Díaz (líder de la comunidad qom) para exigir la devolución de los territorios, acentuar su repudio a Monsanto y convocar a una concentración que se realizó ayer.

Más adelante, Sofía Gatica, integrante de la agrupación Madres de Ituzaingó, también exigió el apartamiento de la planta de Monsanto de la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas. Aunque se trató de dos intervenciones emotivas, que no encontraron mejor escenario para su amplificación, al ingresar al estadio un telón de fondo en el escenario advenía la dedicatoria del show con la leyenda de “Nuestra lucha es por la vida. Fuera Monsanto”. Lo que se tornó en un disparador de varias interacciones con el público, especialmente al subir el rapero Perro Verde, quien, junto a la terna de metales que acompañó al cuarteto, cerró el conjunto de invitados de la noche. Así que a esas alturas de su actuación en Buenos Aires, que forma parte de una gira que llevará al músico francés por Mar del Plata pasado mañana, 23 de marzo, Neuquén el 25, y Córdoba el 27, Manu Chao comenzó a despedirse de la audiencia. “Qué pasó, qué pasó. Nos vamos”, amenazaba, para luego arremeter con “Bienvenidos a Tijuana” y “El viento”.

Lo que ya era una redención a la contracultura, a la bohemia y a la celebración al caer la tarde, fuera del estadio, estaba por consagrarse puertas adentro, al calor de una muchedumbre solidaria, poguera, fiestera y arengadora, en una lección de música combativa, de la escuela de Bob Marley y Joe Strummer. Tras amagar con otra despedida, con “Tadibobeira”, que dejó al público prendido fuego, Manu volvió al escenario con sus secuaces de hace muchos años: el bajista Gambeat, el baterista Garbancito y el violero Madjid “Il Mágico” Fahem. Este último peló la guitarra acústica para mostrar sus habilidades con el instrumento, lo que derivó en un hiato dedicado a la rumba catalana, que tuvo su punto álgido con “El desaparecido” y “La rumba de Barcelona”, para luego cambiar a la eléctrica, y esbozar un cierre volátil con dos hits de Mano Negra: “Malavida” y “Sidi H’bibi”. De esta manera, el exponente parisiense de ascendencia española no sólo enaltecía sus dotes de trotamundo, de showman y de militante, sino que comprobaba que era un chapulín, un corazón valiente.

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En vivo, las canciones de Manu toman un matiz diferente, al punto de que se desdoblan en otra entidad.
Imagen: Julio Martin Mancini
 
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