Sábado, 18 de abril de 2015 | Hoy
MUSICA › GUILLO ESPEL SE PRESENTARA JUNTO A SU GRUPO MAÑANA A LAS 11 EN EL TEATRO COLON
Además de su inusual cuarteto formado por guitarra, bandoneón, vibráfono y cello, el músico estará acompañado por un cantante, un quinteto de cuerdas e invitados especiales.
Ha compuesto música sinfónica y de cámara. Ha realizado arreglos para artistas tan disímiles como Anna Netrebko, Pedro Aznar, Abel Pintos, David Lebon, Teresa Parodi o Jorge Fandermole. Fue integrante y fundador de un grupo fundamental, el trío La Posta, y desde hace años toca con un cuarteto de formación atípica: guitarra, bandoneón, vibráfono y cello. Guillo Espel, discípulo de Manolo Juárez y, tal vez, quien más lejos ha llevado adelante la idea de trabajar integrando materiales y procedimientos de las tradiciones populares y académicas, tocará mañana a las 11 en el Teatro Colón junto a su grupo –que integran Oscar Albrieu Roca, Alfredo Zuccarelli y Alejandro Guerschberg–, Agus Voltta en voz, un quinteto de cuerdas (Elías Gurevich y Grace Medina en violines, Kristine Bara en viola, Pedro Carabajal en cello y Horacio “Mono” Hurtado en contrabajo) e invitados especiales.
“La primera vez que toqué en el Colón fue en 1993”, recuerda Espel. “Desde entonces he tocado y se han tocado obras mías varias veces. Pero tocar allí siempre es, inevitablemente, distintivo. Siempre consideré que las músicas que existen son circulantes, funcionales según ámbitos diversos. Esto entonces no indica nada en relación con la entidad que gana o pierde mi música en ese espacio. Lo que gana, aunque parezca simple, es tocar acústicamente en uno de los escenarios más aptos en el mundo para disfrutar esa forma de trabajo y participar con toda la historia que tiene un teatro creado para realizar ópera y ballet, pero expansivo a otras formas que componen sus programación. No voy a tocar una música, o un género determinado, o pronunciar un manifiesto. Voy a conjugar parte de lo que hago con músicos que convoqué para hacer este recital. En definitiva, cada recital, cada presentación, fuera cual fuere el ámbito, para mí es un un hecho único, inédito, que no deja de sorprenderme.”
Espel, autor además del libro Escuchar y escribir música popular-Escritos sobre forma, diseño y técnicas en composición, se preocupa por el hecho del concierto y por la naturaleza de las relaciones que se plantean entre público y artista: “La dinámica teatral que se produce entre quien hace música en ese momento y quien se dispone a escucharla conforma un ritual social, una dinámica e interrelación profundamente sensible. A mí, por sobre otra cosa, me produce gratitud. Se trata de una entrega sin tapujos de fantasmas propios codificados en un hecho artístico, absolutamente rumiante y egocéntrico, que uno dispone a un auditorio, y éste generosamente se dispone a recibirlo, por sobre cualquier otra acción que eligiera para ese momento. De allí, esta idea de ritual, esta comunión, tan introspectiva y paradójicamente expuesta. En este sentido, toda mi música persigue estos espacios que se gestan allí donde antes no estaban. Es una de las premisas que se requieren, en mi opinión, para trabajar sobre la idea de la composición. Hay un recurso original, imprevisto, que debe ser parte de esta madeja. Aun cuando buscar esa imprevisión ya implique algo previsible. Si se quiere, ese gesto rumiante que decía antes, remite precisamente a esta necesidad cíclica de repetición, para acceder a una ruptura posible, aunque seguramente imaginaria”.
Espel es un músico particularmente inquieto: actualmente está trabajando en un espectáculo de música escénica que hará junto al compositor Martín Liut, con puesta de Ariel Farace, y en un ballet encargado por la Orquesta Sinfónica de Salta. Durante este año, además, se estrenarán obras suyas en la Universidad de Pennsylvania y el Teatro Argentino de La Plata. “Con el tiempo me siento cada vez más convencido de que la obra de uno se compone de todas las obras, incluso aquellas que fueron germen de las que resultaron primeras e, hipotéticamente, de la próxima a la última que uno haya escrito”, afirma Espel. “La obra de un compositor es su vida misma. Creo que las músicas que uno escribe se contestan a sí mismas. Dialogan y se friccionan, las que anteceden con las actuales. Generan vectores de contrafuerzas para acercarse a ese equilibrio que uno, ingenuamente, cree buscar en cada obra en particular. Se trata, más bien, de cómo te llevás con tus propios fantasmas. Entonces sucede que este vínculo siempre dinámico y nada cómodo con mis propias estéticas me permite, sin embargo, no preocuparme mayormente de cómo se ubica o cataloga mi música en el ámbito en el que se desarrolla. Lo veo como una consecuencia y no como un precepto, y eso me agrada.”
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