Viernes, 25 de agosto de 2006 | Hoy
MUSICA › LISANDRO ARISTIMUÑO ACTUA HOY EN LA TRASTIENDA
Por K.M.
Ventanas. Lisandro Aristimuño dice que lo que más lo sorprendió de Buenos Aires fue la cantidad de ventanas que tiene esta ciudad, multiplicadas cuadra tras cuadra. Pero lo más interesante, dice, es que cada ventana guarda una historia, un asunto. Así tituló a su segundo disco: Ese asunto de la ventana. Dice también que le gustaría que sus canciones hagan flotar a la gente. Hay algo de eso en los temas que compone, cruzados por bellos arreglos de cuerdas y adornos electrónicos. Algo lánguido, nostálgico y delicado que provoca el mismo efecto que las buenas películas: llevar al que escucha, por un breve lapso y en forma casi instantánea, a otro lugar. En su presentación de hoy en La Trastienda, Aristimuño tendrá como invitado a Cristóbal Repetto y estrenará un nuevo formato musical, que incluye percusión y cello.
Para ubicar a este cantautor en alguna referencia posible habría que empezar por nombrar a sus compañeros de sello: Kevin Johansen (invitado de Ese asunto...), Lucas Martí, Axel Krygier. Y también a otros intérpretes como Jorge y Daniel Drexler o, más allá del Río de la Plata, el brasileño Paulinho Moska. Nacido hace 27 años en Viedma, Aristimuño recaló en Buenos Aires en 2001, pero no lo hizo siguiendo una carrera artística, sino a una novia. Hijo de un director de teatro y una actriz, sus comienzos fueron en una banda de covers. “Allá son muy comunes los músicos de covers. Lo más normal es que te pregunten no qué música hacés, sino de quién. Esa música delivery, tipo fonola, fue mi primera música”, cuenta.
Cuando llegó a Buenos Aires, además de empezar a estudiar para maestro jardinero (“una carrera que en algún momento voy a terminar, porque me gustó”, dice), empezó a recorrer sellos mostrando su primer disco, Azules turquesa. Y ocurrió que, aun en plena crisis, hubo uno que le dijo que sí, que grabarían con todo gusto. Hoy cierta presentación de “chico sensible de la Patagonia que llega a la gran ciudad” rodea a Aristimuño, que no le da mayor importancia al asunto: “Es cierto que llama mucho la atención que yo sea patagónico, y no voy a andar negándolo. Si esa presentación sirve para abrir una puerta a los músicos del Sur, bienvenida sea”, dice él. Eso sí, sobre el Sur y la música que se hace en el Sur tiene algo para decir: “Lamentablemente hoy no hay mucho espacio para los artistas patagónicos, todo está muy centralizado. En el Sur todo se hace más cuesta arriba, todo te lleva mucho trabajo”.
–¿Cuánto del chico patagónico que llega a Buenos Aires cree que se escucha en su música?
–En mi música se escucha lo que soy, y es eso: un patagónico viviendo en Buenos Aires por primera vez. Hay muchas cosas que me pegaron que están en las canciones. Por ejemplo, me mató la cantidad de ventanas y edificios que hay acá. En cada ventanita ves adentro una familia. Y si te ponés a mirar ves al nenito jugando detrás de la reja, al abuelo que lo pusieron para que mire o a la chica que se asoma. En cada ventana ves un asunto. Y cada una tiene su angulito de visión y su pedacito de cielo. Eso me gustó. No me imagino esas ventanas con gente angustiada. Me los imagino pensando, relajados.
–¿Qué desearía provocar con sus canciones?
–Intento hacer flotar a la gente. Me gustaría que mis canciones lo puedan sacar por un ratito de la realidad. Así es como las pienso, como ambientes, climas, quizá porque de chiquito seguía a mi padre por las obras de teatro y para mí era muy natural escuchar esa música de ambientación, de teatro. Los temas son instrumentales, y después vienen las letras. Ahí, cuando escribo, me tomo todas las libertades: a veces soy una pluma o un pedazo de pared. Mi intención es que lo que escribo se pueda recibir de diferentes maneras.
–¿Y qué fue lo más lindo que le dijeron que provocó?
–Que mi música los hace sentir acompañados. Eso es muy lindo. Una chica me escribió un mail contándome que el CD la acompañó en la mudanza con su novio, mientras arreglaban la casa, ponían los cuadritos... Fue como estar muy metido en un momento importante de esa relación. Esas cosas me ponen la piel de gallina. Me hacen querer seguir haciendo canciones para siempre.
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