Mié 22.07.2015
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MUSICA › PRESENTACIóN DEL FESTIVAL BARENBOIM, EN EL TEATRO COLóN

Un diálogo artístico a dos pianos

El festival, que se desarrollará a partir del viernes, ofrecerá el encuentro entre Daniel Barenboim y Martha Argerich. “Me interesa este triángulo, que incluye a la Orquesta West-Eastern Divan, a Martha Argerich y a mí”, dijo el director y pianista.

› Por Diego Fischerman

“Me cuesta desprenderme de mi lugar de fan”, había dicho el director del Colón, Darío Lopérfido, al presentar a Martha Argerich y Daniel Barenboim. “Son, además de dos de los grandes músicos de su época, y perdónenme el ataque de patriotismo, los dos argentinos más importantes en el mundo.” Un rato después, Argerich señalaría: “El señor Lopérfido se olvidó del Papa”. El director del teatro, sentado entre ambos, replicó entonces: “El Papa es por supuesto muy importante y si tuviera que elegir tres argentinos lo incluyo; pero si me tengo que quedar con dos, son ustedes”. A lo que Barenboim agregó, casi para sí: “Pobre Messi”. El paso de comedia fue una muestra, en todo caso, del clima distendido de la primera presentación pública en Buenos Aires de los dos músicos, para anunciar el festival que comenzará este viernes en esa sala.

Este pequeño ciclo ideado por Daniel Barenboim se realizó por primera vez en 2014 y, según adelantó Lopérfido, ya están conversando para planificar la edición del año próximo. “Me interesa este triángulo, que incluye a la Orquesta West-Eastern Divan, a Martha Argerich y a mí”, dijo el director y pianista. “Espero todo el año para volver a Buenos Aires. Es una alegría enorme contar con Martha, que va a tocar el segundo concierto de Beethoven con la orquesta (el año pasado había tocado el primero) y que va a hacer conmigo un recital a dos pianos. Y todo esto está vinculado con mis orígenes argentinos. Este es el único país del mundo que yo conozco que no tiene ningún problema en tener identidades múltiples. En la Argentina es absolutamente natural ser un judío argentino, un italiano argentino, un árabe argentino, un inglés argentino. Da lo mismo uno u otro. Y en los años que pasan, y ahora que tenemos la posibilidad de venir más seguido con la orquesta, me doy cuenta de que nunca hubiera podido hacer este proyecto de formar un grupo musical y humano con integrantes de todos los países de Medio Oriente, más Turquía e Irán, que jamás hubiera podido imaginarlo si no hubiera vivido mi niñez en esa libertad de pensamiento y de identidad. Venir aquí es lo menos que puedo hacer para devolverle a la Argentina lo que me dio ya desde mi infancia. Y si bien no vine aquí durante bastante tiempo, por razones diversas, ahora, que vengo más seguido, esta ciudad le otorga sentidos a mi vida que aprecio cada vez más.”

Ambos hablaron del significado de tocar en un teatro como el Colón y de su acústica. Y la manera en que lo hicieron puso de manifiesto tanto sus diferencias y sus particularidades como la exquisita complementariedad que los une. Barenboim, más objetivo, recurrió a una anécdota, cuando el legendario Wlhelm Furtwängler le escribió a un joven Sergiu Celibidache diciéndole: “Tienes que venir a dirigir aquí”. Argerich, más ligada a la experiencia personal –y hasta corporal–, dijo: “La acústica es un milagro, y es una sala en la que uno se siente muy bien. A pesar del tamaño uno siente allí una intimidad. Es muy agradable tocar ahí.” Acerca del festival, Barenboim remarcó el hecho de ofrecer programas interesantes y composiciones actuales. “Siempre tratamos de traer obras nuevas –afirmó– y este año estrenaremos en la Argentina Sur Incises, una de las obras maestras de Pierre Boulez, y quizá la mayor de ellas, escrita para tres pianos, tres arpas y tres percusionistas. Es una composición que desarrolla la sonoridad hasta un punto extremo, porque juega muy claramente con las diferencias de duración y de reverberación; es casi un efecto de música electrónica pero sin ningún elemento electrónico, e incluso los oyentes que sienten que no están preparados para las músicas más actuales la disfrutan.”

Barenboim se refirió específicamente al problema de Medio Oriente y al hecho de que, ya con sesenta años de historia, no ha tenido ninguna solución. “Creo que es el momento de empezar a pensar desde otro ángulo y allí es donde creo que el ejemplo de Argentina, el de la convivencia de identidades múltiples, puede servir. Se lo ha visto siempre como un problema político y no lo es: No se trata de fronteras o del control sobre el petróleo. Se trata de un problema humano. De dos pueblos que están absolutamente convencidos de que tienen derecho a vivir en un muy pequeño territorio. Me parece que ante el fracaso de todas las otras cosas que se han hecho, es un excelente momento para empezar a ver las cosas con otra lente.” Casi en chiste, alguien le preguntó al músico cuándo descansaba. “Es que la música me alimenta, no necesito descansar de ella. Lo que pasa es que a veces se lo explico a mi cuerpo y mi cuerpo no lo entiende. Ahora comenzaré a viajar menos, por eso renuncié a la dirección de La Scala y me dedicaré más a mis proyectos en Berlín, sólo espero no llegar al punto de Mischa Elman. El famoso violinista había empezado a tocar en público a los 5 años y cuando cumplió los 75 festejó al mismo tiempo sus siete décadas de carrera. En una larga entrevista que le hicieron en The New York Times le preguntaron qué cambios sentía entre el momento de su debut y ese presente. ‘Ninguno’, contestó él. ‘En ese momento me decían lo mismo que ahora; que toco muy bien para mi edad’.”

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