Martes, 18 de agosto de 2015 | Hoy
MUSICA › NACHO VEGAS PRESENTARá RESITUACIóN ESTA NOCHE EN NICETO CLUB
Con su último álbum, el asturiano se corrió de la imagen de cantautor maldito que lo había acompañado hasta entonces y asumió la denuncia social de manera muy directa. “Tenemos que mirar más hacia el ‘nosotros’ y menos hacia el ‘yo’”, afirma.
Por Joaquín Vismara
Durante años, el asturiano Nacho Vegas fue una suerte de cantautor maldito, con canciones que se perfilaban como pequeñas historias plagadas de personajes derrotados, rincones oscuros y una delgada línea para separar al existencialismo de la resignación. Los protagonistas de esos relatos coquetean con la muerte y las adicciones, se involucran con el sexo desde la sordidez y la vergüenza, y en casi todos estos casos la muerte es una figura omnipresente. Para Vegas, la escritura es el terreno ideal para que confluyan sus estudios de filología con su pasión literaria y así es como aparecen en sus letras frases como “Tracé un ambicioso plan, consistía en sobrevivir”, “¿No veis que yo le rezo a un Dios que me prometió que cuando esto acabe no habrá nada más?” o “Gente nace y muere cada día, los demás nos limitamos a estorbar”.
El éxito de álbumes como De- saparezca aquí o El manifiesto desastre, y sus trabajos en colaboración con Enrique Bunbury y Christina Rosenvigne, le permitieron a Vegas abandonar el status de culto en España, lo que también se tradujo en su primera visita al país en 2007, con sendos shows en el Bafici y en el Centro Asturiano (donde tocó canciones tradicionales de su tierra). Pero, en el pico de su popularidad, el cantautor decidió dar un giro drástico con el EP Cómo hacer crac, compuesto a partir de la crisis financiera española del 2011. En sintonía con esa colección de canciones, la denuncia social domina su más reciente trabajo, Resituación, publicado el año pasado. En “Actores poco memorables”, el primer corte del disco, Vegas describe la vida de una serie de personajes (un lector del diario conservador ABC, una mujer “divorciada y liberal”, un policía que se gana la vida como torturador) que “se duermen en las esquinas, dicen que sólo hacen su papel, espían por rendijas a otros que jamás los ven”. “Es un esbozo de retratar un perfil que fue el que dominó las dos últimas décadas la sociedad aquí. Una clase muy unida por el individualismo, que era el imperativo vital que te marcaba el neoliberalismo, el capitalismo salvaje”, explica Vegas a Página/12 desde España, antes de volver a Buenos Aires para tocar en Niceto (Niceto Vega 5510) hoy a las 21, como parte del ciclo Martes Indiegentes. “Me llevó a retratar a gente que vive en soledad, cuando en realidad están sucediendo un montón de cosas alrededor, pero son meros espectadores y actores secundarios de lo que ocurre”, agrega.
–Eligió como título de su último disco una palabra que no tiene acepción por parte de la Real Academia Española. ¿Cuál cree que sería una definición posible de “resituación”?
–Es una palabra que no existe como normativa, pero creo que puede apelar a algo que todos podemos reconocer fácilmente. Puede tener varias lecturas, pero creo que es importante en la vida estar en movimiento constante, no quedarnos anclados. Estábamos en un momento en el que se estaba viviendo en el estado español un cambio de perspectiva, una manera de reinventar y redefinir un poco la vida en sociedad. Pasamos de una sociedad excesivamente liberalista a una que se está dando cuenta que las cosas que realmente nos importan son cosas que no son problemas exclusivamente personales, sino compartidos por mucha gente. Son problemas que tenemos en común y que tenemos que mirar más hacia el “nosotros” y menos hacia el “yo”. Esa es la resituación a la que me refiero en el título.
–Si bien su obra siempre ha sido crítica respecto del estado de las cosas, la denuncia social tomó un rol protagónico en sus canciones en los últimos años. ¿A qué atribuye esto?
–Ocurrió algo que no sé si han oído nombrar allí, que fue el movimiento del 15 de marzo de 2011. Marcó un punto de inflexión que devino en un cambio social, por lo menos en un clima propicio para ello, en el que se impulsaron muchos movimientos sociales. La política volvió a la calle, a los bares, a la música, todos sitios de donde había sido desplazada, como si fuera algo que no tuviera que ver con la gente, sino que simplemente había unas personas que ostentaban el poder y dejábamos que lo manejaran porque no había una ilusión transformadora. Ese clima se creó a partir del 15M, y antes las canciones que tenían algo de contenido social explícito eran las que miraban las cosas con cierta distancia. Este clima propició un poco que la mirada fuera más directa y más empática.
–En la canción “La vida manca”, el protagonista se topa con el cadáver de Miguel Bosé, mientras Víctor Manuel y Ana Belén ofician de espectadores. ¿Qué lo llevó a incluirlos?
–A veces los protagonistas reales se cuelan sin que sepas muy bien por qué. Es cierto que el personaje de la canción menciona verlo muerto a Miguel Bosé, pero no es nada que tenga en contra de él. Todos ellos son artistas que alcanzaron status de icono, y cuando alcanzas ese status no tienes que dejarte utilizar. Ellos me remiten, a mí y a mucha gente, a una época que aquí se está llamando ahora “la cultura de la transición”, la cultura hegemónica que tuvo lugar cuando llegó la democracia, si es que así podemos llamar a todos los años de gobierno socialista que crearon este ambiente cultural en el que se hablaba de hedonismo y la sociedad de consumo. Era una cultura que convenía mucho a la gente que estaba en el poder para seguir haciendo el destrozo que nos ha llevado adonde estamos.
–Un sector de la crítica española no recibió bien su último disco y le reprochó haber abandonado la figura de poeta maldito para concentrarse en la canción de denuncia.
–Fue en concreto la Rockdelux, una revista muy importante para la escena independiente. Al ser además una crítica tan extensa y demoledora de su editor, tuvo influencia sobre críticas posteriores. Me parece bien que haya un debate sobre cuál es la relación de la música popular con los procesos sociales que tienen lugar en el momento en el que se la crea, si reflejarlo de cierta manera es algo que puede mermar la calidad artística del disco, que es lo que planteaba ese texto. Creo que no es así, porque los músicos se han vuelto muy permeables a la realidad que los rodea aquí. Hay un clima de urgencia social que está muy presente en todos, y entonces es normal que también llegue a la cultura. No sólo en las letras, sino también en la forma de ejercer esta profesión y llevar tu música a la gente. Todo eso está cambiando, creo que hay un debate sobre ello, y entiendo que haya habido críticas negativas, pero creo que ha sido bien recibido, y hasta hace poco no había aquí debates sobre música y política, o música y cuestión social.
–Cuando publicó La zona sucia, en 2011, decidió prescindir de las discográficas para publicar su obra de manera autogestionada, e incluso declaró que no le parecía mal que la industria desapareciera. ¿Sigue pensando así?
–La industria tiene muchas caras y ha hecho que muchos de los discos que tengo en mi casa estén en mis estanterías porque alguien los ha publicado. Me refería a la gran industria, a una parte de ella que ha maltratado mucho a la música, a los músicos, a la gente que quería acceder a esas obras imponiendo unas normas de mercado que operan en vertical cuando la música tiene que ser algo que se difunda de la manera más horizontal posible. Estamos en el mercado, de una manera u otra cuando vivimos en el sistema capitalista, entonces tenemos que lidiar con eso, con cómo nos enfrentamos a ello. Por eso creamos Marxophone como una manera de autogestión y la verdad es que, ahora que la industria ha perdido mucho poder, creo que es algo positivo para la música. Muchos grupos que antes tenían poca visibilidad ahora tienen más. Hay más cosas que están por hacerse, pero ya no les es tan fácil como antes crear una escena hegemónica, por más que hay ciertos medios y empresas que busquen imponerla. Ahora la tienen más difícil y eso es bueno.
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