Domingo, 13 de septiembre de 2015 | Hoy
MUSICA › JESSE FINK Y LOS YOUNG. LOS HERMANOS QUE CREARON AC/DC
El libro que publicó Planeta no es una biografía tradicional del quinteto australiano sino que se involucra con el modo de conducirse de los hermanos Young. “Es un tributo real, no sólo a ellos, sino a los que trabajaron con ellos y fueron olvidados”, afirma el autor.
Por Mario Yannoulas
Decir que AC/DC lo salvó del suicidio no es exagerar para Jesse Fink. Aquella noche había vuelto a sentirse miserable, después de ser pateado otra vez por la mujer que amaba. En un subsuelo de Sydney, vestido con unos ridículos y sucios zoquetes negros, se le ocurrió abrir iTunes y tocar en Powerage. Lo que ocurrió no fue una revelación celestial sino una representación de la debilidad humana, modulada en las rasposas líneas de Bon Scott para “Gimme a bullet”. No fue verse iluminado por una luz cenital, sino sentirse uno más con los pies enterrados en el barro. Y esa compañía, de alguna manera, lo devolvió al camino que esa noche, como tantas otras, había estado a punto de abandonar.
Fink acaba de editar el libro Los Young. Los hermanos que crearon AC/DC (Planeta), luego de una investigación heterodoxa que lo ocupó veinte horas al día durante todo 2014. En sus propias palabras, buscaba desentrañar la eficacia de la banda sin caer en fellatios literarias. Pero, más que definir a los Young desde adentro, indagó en la periferia, en las cosas no anduvieron bien y en las voces que quedaron en el trayecto. “Quise darles más crédito a los ejecutivos discográficos australianos, como Ted Albert, y a los estadounidenses de Atlantic, que pusieron mucho esfuerzo para llevar a AC/DC a su país, donde terminaron de explotar. Son algunos entre los casi veinticinco personajes que aparecen, y que los seguidores del grupo deberían haber conocido desde un primer momento. Mi objetivo fue darle a esa gente su reconocimiento merecido”, dialoga el británico con Página/12 desde su casa en Sydney.
Fink recuerda una revelación similar cuando, después de haber hecho un kilómetro de cola bajo la nieve para contemplar El Grito, la pintura de Edvard Munch, no sintió nada parecido a lo que le pasó a la salida del museo, cuando puso Back in Black en sus auriculares. “Aun cuando ya hubiera escuchado el disco mil veces, sólo hizo falta un simple riff de AC/DC para lograr lo que una de las más famosas pinturas de la historia no pudo”, escribe el autor para justificar su presunción de que la banda australiana encarna una poderosísima manifestación artística. Y lo es, justamente, porque no pretende ser arte: “Es uno de los motivos por los que escribí el libro”, adelanta. “Había leído a demasiados críticos detractar la simplicidad de AC/DC, cuando la banda logró lo fundamental: poder conectar con sus oyentes a un nivel físico y emocional muy alto. Al ver El Grito no tuve ninguna reacción, pero cuando puse Back in Black en el iPod, me electrifiqué. Ahí está la magia verdadera de AC/DC.”
–Usted desliza que, si bien esa simplicidad es el fuerte del grupo, en algún momento pudo convertirse en una jaula. ¿A qué apunta?
–A que esos límites deberían poder tener algún matiz o ser más elásticos. Angus es un guitarrista extremadamente talentoso y versátil, pero no podemos apreciarlo por fuera de la banda. Ahmet Ertegün, cofundador de Atlantic Records, cuenta que le habría encantado producir un disco de blues hecho por Angus, pero desde la familia le advirtieron que eso nunca iba a pasar. Hay historias sobre (el bajista) Cliff Williams y (el cantante) Brian Johnson queriendo encarar proyectos propios, cosa que el “clan Young” prohibió terminantemente. Cuando hace poco (el baterista) Phil Rudd sacó su disco fue una gran sorpresa, tenía entendido que los miembros de la banda no podían hacer esas cosas. Los hermanos son muy celosos del sonido, de la marca. Esperan completa lealtad, y si no la encuentran, pueden ser muy jodidos. Algo así le pasó a Mark Evans, que tocó el bajo entre 1975 y 1977, hasta que fue reemplazado por Williams de un día para otro.
–¿A qué se refiere cuando habla de la “debilidad humana” como elemento central en Powerage?
–Hay canciones como “Gimme a bullet” o “Down payment blues”, sobre algún desengaño o no tener una moneda, que te parten el corazón. Lo especial de Powerage son las letras de Bon Scott, que hablan sobre cosas de la vida normal. Después de que Bon muriera y Brian Johnson tomara su lugar, las letras empezaron a abundar en dobles sentidos sobre armas y sexo, cosas para nada inteligentes. Y así llegamos a un disco como Rock or Bust, que habla de música, tetas, y poco más. Bon no hubiera escrito eso, era un tipo auténtico y un escritor talentoso. Sacando Back in Black, los discos que hizo AC/DC desde que Bon murió están más o menos bien, hay buen sonido, hay riffs, pero yo no les encuentro alma. Bon los guiaba hacia un lugar más interesante, divertido y poético. Sabiendo que se estaba preparando para grabarlo, es una gran tragedia que no haya podido ver el éxito de Back in Black.
Nacido en Londres hace 42 años, Fink también creció bajo el sol suburbano de Balmain, al oeste de Sidney, y a la vuelta de la casa de Malcolm Young. Ahí se vinculó con mucha música local, como The Easybeats, el grupo que tal vez mejor representó el espíritu de los 60 en Australia. Su mamá, que había tenido un encuentro amoroso automovilístico con el cantante Stevie Wright, le hizo escuchar el amplio repertorio de ese quinteto formado ciento por ciento por inmigrantes europeos –igual que él, igual que los escoceses Young–, mucho más amplio que su éxito popular “Friday on my mind”, de 1966. El guitarrista y pianista de ese grupo no era sino George, la tercera pata del “clan Young”, y responsable directo de que AC/DC sea hoy lo que es: por empezar, les enseñó a sus hermanos menores, Malcolm y Angus, a tocar la guitarra. Pero también coprodujo sus discos hasta 1978 –antes de que “Mutt” Lange los transformara en una máquina de vender con Highway To Hell y Back In Black– y los aleccionó en otros aspectos. “George es probablemente el más talentoso de la familia”, arriesga Fink. “The Easybeats era un grupo de grandes músicos y grandes canciones que nunca ganó plata, y George tomó nota. Angus y Malcolm fueron privilegiados por tenerlo cerca, puso su experiencia y contactos al servicio de la banda. No sé cuántos músicos australianos son talentosos como los Young, lo seguro es que jamás tuvieron las mismas oportunidades que AC/DC tuvo. De no ser por gente como George, no creo que hubieran podido saltar desde Australia hacia el mercado estadounidense.”
–Se han escrito muchos libros sobre AC/DC, pero ninguno consiguió entrevistar a los hermanos. ¿Qué expectativas tenía usted?
–Hubiera estado bien contar con ellos en algún momento, pero nunca esperé real cooperación de su parte, por lo que su ausencia no fue un problema. Sí tuve que indagar muy profundo, repasar lo ya dicho en libros, revistas, diarios, videos. Hay tantas historias sobre AC/DC, que algunas son reales y otras no. El tema es que hay una historia verdadera que jamás había sido contada, y si bien creo que mi libro pretende determinar cuáles eran ciertas, lo más importante es todo lo que no se había contado sobre sus relaciones con gente del mundo de la música: ex compañeros, ejecutivos, productores. Ahora estoy empezando un nuevo trabajo sobre el tema, para explorar nuevos lugares.
–Ese silencio de los Young pudo generar un cierto misterio, que ocupa un lugar destacado en su libro. ¿Cree que ese misterio tiene sustento o es simplemente silencio?
–Esa es la pregunta natural del libro. Los hermanos Young son escoceses, y como tales, son familieros y muy celosos de su privacidad. Yo respeto eso, entonces no me interesaba escribir sobre su vida privada. Sí pienso que las cosas que fueron pasando alrededor suyo podrían haberse manejado mejor, y me pregunté por qué. Quería hablar sobre casos como el de Evans, que pudo manejarse mejor, sobre el baterista del primer disco (High Voltage), Tony Currenti, del que me hice muy amigo, y me enoja cómo lo trató AC/DC. Así apareció también Gerard Huerta, el tipo que diseñó el famoso logo del grupo como un trabajo específico para ilustrar la tapa de Let There Be Rock, en 1977. Es uno de los mejores logos de todos los tiempos, del que la familia Young obtuvo millones de dólares; tal vez habría estado bien que en todo este tiempo le mandaran a Huerta algunos billetes. Todos son casos de malos manejos por parte de los Young y están contados en el libro.
–¿Piensa que su trabajo confirma o discute esa mala reputación que, según usted, precede a los hermanos?
–Creo que la confirma, de alguna manera. Ciertamente, eso no tiene que ver con la música en particular. Son gente muy dura, que se pone peor cuando empiezan los negocios. Por eso en el camino quedaron tantas personas ignoradas, sin su merecido reconocimiento. No esperaba nada de esto cuando empecé. Quería escribir sobre el lugar que ocupan los Young en la cultura popular, y pienso que, de alguna manera, también lo hice. Inclusive, una vez terminado el trabajo, y a pesar de mi sorpresa sobre cómo manejaron ciertas cosas, mi admiración hacia los tres no mermó, por lo que hicieron en la música. Todavía me da placer escuchar los discos de AC/DC. Pude además reafirmar lo intensos eran con Bon Scott, y cuán distinto es hoy, cuando se trata más de una marca que de una banda de rock & roll. Tocan y hacen feliz a la gente, es cierto, pero con el único objetivo de hacer más plata. Hoy, el único miembro original sobre el escenario es Angus. Eso no es necesariamente AC/DC.
–Los Young apoya la idea de que Malcolm era el verdadero motor del grupo. ¿Cómo analiza esa decisión de seguir sin él?
–Antes que nada, admiro la actitud de nunca darse por vencidos ante el triste problema de salud de Malcolm. Que Angus pueda seguir adelante sin el apoyo de su hermano, quien le marcó el camino desde el principio, y rápidamente se convirtió en el líder de la banda. Aunque su reemplazante haya sido un sobrino, no es lo mismo: Malcolm era la persona que controlaba AC/DC sónica, visual y comercialmente. Sin Malcolm, esto no es AC/DC.
–Su libro se titula Los Young. ¿Cree que efectivamente trata sobre ellos?
–Pienso que sí. Si alguien espera encontrar una biografía tradicional acerca de los hermanos, se va a sentir decepcionado. Es un libro sobre cómo su música afectó a gente de todo el mundo, sobre la intensidad de sus canciones y sobre cómo cientos de personas se involucraron en la creación y difusión de esa obra. Así que es un tributo real, no sólo a los tres hermanos, sino a los que trabajaron con ellos y fueron olvidados. Si alguien cree que es una forma muy inusual de hacer un libro, puede ser que tenga razón. Quería escribir algo muy diferente y focalizarme en la música, y pienso que lo logré.
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