Jueves, 28 de enero de 2016 | Hoy
MUSICA › EL CANTANTE SANTIAGUEñO HORACIO BANEGAS PASó POR COSQUíN
Por Sergio Sánchez
Desde Cosquín
Después de cuatro años sin pisar la Plaza Próspero Molina, el músico y compositor santiagueño Horacio Banegas abrió la cuarta luna coscoína. Y lo hizo con un concierto que demostró que la chacarera está en un gran momento y en constante mutación. “Cosquín es una fiesta especial. Había sentenciado que capaz no volvía, por algunos destratos que tuve, pero la nueva comisión me convenció de que debía estar porque es un lugar que me pertenece”, dice Banegas, quien le aporta aire frescos a la música santiagueña. “Es gente joven que me ha manifestado una idea y un concepto diferente de lo que uno venía viendo”, resalta el músico que por primera vez tuvo un lugar destacado en el escenario Atahualpa Yupanqui. Escoltado por una banda poderosa (integrada también por sus hijos Cristian “Mono” en bajo y Enzo “Jana” en guitarra), el santiagueño puso a la Plaza de pie con un repertorio en el que sonaron clásicos como “Santiago es pueblo que canta”, “Mi origen y mi lugar” y “Nostalgias campesinas” (Sixto Palavecino). El músico acaba de relanzar un disco en vivo grabado en el Teatro de Flores, El color de la chacarera (2012). “Además de canciones de toda mi obra, hemos hecho versiones del primer disco, que tienen la madurez que ha significado el proceso de tantos años, con otros colores, formas y sonidos, como ‘Corazón de las Salinas’ y ‘Mi infancia’”, cuenta.
–La intención de Cosquín es “recuperar la esencia folklórica” del festival. ¿Cómo ve a eso?
–Vi todas las lunas hasta ahora y me da la sensación que Cosquín ha tomado otra vez protagonismo como Cosquín y no en función de las figuras. Eso me parece maravilloso. Ver en estos días que la Plaza estaba llena era algo que no sucedía en años anteriores. Venían los artistas que convocaban, tocaban y luego la gente se iban. Pero ahora vi con satisfacción que la gente se queda hasta último momento, escucha a todos los artistas. Ver a José Luis Aguirre salir con su guitarrita, plantarse, y que la gente le brinde silencio, respeto y una ovación es algo gratificante para la música.
–Usted hizo un concierto muy poderoso, con la batería y las guitarras eléctricas al frente, sin perder la tradición y la forma de la chacarera ¿A qué responde ese sonido?
–Estoy convencido de que la tradición –el bombo, la guitarra y la música nativa de mi provincia– está dentro de mí, he sido parte de eso toda mi vida. La esencia sigue intacta. En estos años me preguntaba qué voy a dejar como referencia del momento que me ha tocado vivir como artista, como vocero del pueblo. Porque el bombo y la guitarra son elementos que vienen desde hace ochenta años y no nos pertenece a los de nuestra generación. Porque formamos parte de la generación de la electrónica, de los instrumentos enchufados. Entonces, se me planteó la inquietud de tomar como música experimental esto que hago. Cuando grabé mi primer disco, Mi origen y mi lugar (1991), salí en formato de banda, cosa que no ocurría en la música de Santiago. Y me gané el respeto. Soy un luchador independiente, entonces creo que mis canciones tienen el valor suficiente para defenderse solas y están por encima incluso de mi nombre. Decidí hacer esta música que quizá los tradicionalistas no consideran folklore. Respeto los símbolos tradicionales, pero estoy en constante movimiento y crecimiento. De pronto, aparecieron mis hijos, tomaron un instrumento y difundieron la música mía. Y ellos aportan al grupo su sonoridad, su visión actual de la música. Lo que importa es la canción y la esencia, no los instrumentos. La vida me ha dado el valor de las canciones.
–Hay músicos de trayectoria como el Dúo Coplanacu que graban canciones suyas y recomiendan su obra. ¿Qué le genera eso?
–Es una alegría inmensa por dos situaciones. Primero, que hayan decidido cantar una canción mía es maravilloso y lo agradezco de por vida. Y, segundo, ver que una canción mía es potable en otras formas y otras voces es muy lindo, porque eso le da un valor doble a la obra en sí. Por suerte, he logrado mucho respeto entre los músicos y la gente. Mis canciones, mi propuesta, mi forma de trabajar, han generado ese respeto. Somos obsesivos con la estética y el sonido; estamos en la búsqueda de la excelencia aunque no lo logremos nunca.
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