Mar 15.03.2016
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MUSICA › JUAN BELVIS HABLA DE SU NUEVO PROYECTO, 8

Canciones para reconvertirse

Es hijo del Nono Belvis y Liliana Vitale, pero hace tiempo que emprendió su propio camino. No reniega de la “ostentación” progresiva de su anterior grupo La Sed, pero este proyecto, según argumenta, vino a significar una expansión de horizontes.

› Por Cristian Vitale

“De golpe me encontré diciendo `yo quería eso`”, determina Juan Belvis, guitarrista, cantante, pianista, compositor, hijo del “Nono” Belvis y Liliana Vitale, ex integrantes del ponderado M.I.A (Músicos Independientes Asociados). Eso que Belvis llama “eso”, es un disco de diez canciones bajo el nombre de 8, que algunos –dentro del grupo y medio en chiste– lo piensan como pop–barroco. “Es como un chiste interno, sí. Suena como una ironía pero no lo es, porque si bien son canciones con una tradición de rock y pop, lo barroco está en una instrumentación que toma de la tradición escrita europea... es como volver a reconocer a Bach como una posible influencia y sin tomarlo con una distancia solemne, porque la verdad es que yo lo escucho y es como una fiesta, igual que Mozart”, detalla Belvis chico, antes de presentar el disco, este jueves 17 a las 21.30 en Pista Urbana (Chacabuco 874). “Otro de los `chistes’ era que yo lo tomaba como un disco bailable, hasta que me agarraron y me dijeron no... te vas a deprimir cuando lo veas, pero todos van a querer sentarse y relajarse”, se ríe el músico, que también es productor, realizador audiovisual y diseñador.

8 es un octeto formado por Luciano Vitale –hijo de Lito– en bajo; Tatiana Herman en voz; Julián Semprini en batería; Manuel Calvo en trombón; Andrés Ollari en trompeta; Liana Catalano en clarinete y saxo barítono y Nahuel Ybarra en trombón. Y es precisamente lo que Belvis más o menos nombra: una cuasi big band que mixtura músicas de tradición escrita con acercamientos desde el pop –o rock–, jazz, folklore y músicas experimentales que le dan una connotación por demás original. “Después de La Sed (su grupo anterior) empecé a estudiar orquestación. Me puse en otra senda y me encontré diciendo `si yo quería hacer esto`, además de ser parte de la tradición rock y de usar el estudio como laboratorio, claro, porque la idea es tomar más la cultura rock del estudio que la del vivo. Y la tradición escrita no tanto desde lo intuitivo, sino más de concierto”, explica el Nono II, que produjo y compuso las diez piezas, algunas compartidas con Vitale II. “Es más, si tengo que hablar del origen de 8, tengo que decir que fue ambos escuchando a Tchaikovsky y Stravinsky. Todavía no teníamos noción de grupo, pero ya grabábamos cosas juntos”, cuenta Belvis, en el estudio santelmiano del clan que originaron Donvi y Esther Soto. “Después se fueron acoplando músicos que escuchaban y se plegaban incondicionalmente. Primero fue el laboratorio y después el grupo humano. Así nos alineamos”, sigue Belvis, sobre el desarrollo de 8.

–El contraste con La Sed, su ex grupo, es casi absoluto. Aquella era una banda de reminiscencias progresivas “a morir”...

–(Risas.) Sí, en La Sed no estaba el criterio de la producción, esa parte estaba menos contemplada. Después, con Lulo Vitale nos empezamos a copar con la producción, y de ahí salió una camada de canciones que fue armando 8, con la voz de Tatiana, que es impresionante. Creo que hubo un cambio en la pose rock... tuve que desmantelar eso para avanzar y enriquecerme. Igual, no reniego de La Sed, para nada. Además era un grupo de amigos a los que quiero un montón. Pero en el segundo disco había una cuestión de pose híbrida que no me gustó, y una ostentación desde la instrumentación. Nos copábamos mucho con Frank Zappa, y nos subíamos a un tren que arrasaba, pero sonaba pedante. Además, en un momento tuve un encuentro con Spinetta, que me hizo una devolución respecto de ese segundo disco que no salió, y fue lo mejor que me pasó.

–¿Por qué?

–Porque me habló un montón mirándome, diciéndome muchas cosas. Comprendió mi crisis, mi conflicto. Me dijo “vos, Juan Belvis, tenés que grabar más”. Se entendió que había que sublimar más cuestiones... fue como una concientización muy fuerte, porque entendió que yo no estaba en eje haciendo eso. Que estaba un poco pasado.

–¿Y en ese momento llegó la mutación por 8?

–Me junté con mi primo, le conté un poco, y me dijo “grabemos más cosas, entonces”.

Para Belvis, hay dos canciones que sintetizan el espíritu del disco. Una es “La Rebaja de los mil escapes” y la otra es “Devolución”. “La primera es porque fue el primer tema que se bocetó”, explica. “En él fui desarrollando mucho la parte de la edición desde lo musical, y me volví como una especie de obsesivo con eso. Fue el tema clave en este sentido, y además fue el primero que cantó la cantante y bajó una canción un poco hermética y un poco bailable”, se ríe él. Respecto de “Devolución”, es un tema que Belvis le dedicó a Shaman Herrera, cantante de Comodoro Rivadavia, que ahora está radicado en La Plata y encabeza a Shaman y los Pilares de la Creación. “Directamente hablo de él, porque me definió volver a la canción cuando estaba muy metido en la orquestación, en el desarrollo instrumental. Lo descubrí en algún laburo de madrugada y llegué a ese lugar de despertar. De renovación de canciones... por eso “Devolución”. Es como una entrega, un despojo”.

–Usted es usted, pero ¿cuánto tiene del Nono Belvis, su padre, y de Liliana, su madre?

–De mi viejo, lo físico (risas). Y en lo musical, las influencias. El siempre me dio música negra, mucho free jazz de los setenta, del sello SM, y todo eso que sería como el punk en relación al rock progresivo. Era como despojarse de la ostentación... Es cierto que tuve que desmontar influencias familiares, pero a mi viejo lo tengo reivindicado siempre... vuelvo a él como si tuviese charlas. Además, heredé su guitarra y, cuando me pongo a tocar, me siento igual a él, como si fuese una posesión.

–Y de su madre, se intuye la centralidad de la voz femenina en 8.

–Seguro, sí. Lo de la voz femenina sin duda viene de ella. Es más, de chico solo escuchaba voces femeninas. A los 8 años, mi viejo me convenció con Pink Floyd, pero hasta ese entonces me gustaban cantantes femeninas. Me parecía horrible que cantaran los hombres... de hecho lo sigo pensando sobre mí (risas).

–Faltó preguntarle por su tío Lito.

–El me influyó mucho dándome de mamar el rock progresivo: King Crimson, Yes... y eso en la adolescencia fue una fiesta para escuchar, pero después tuve que desmontar esa carga de influencias que llegó hasta La Sed.

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