Mié 16.03.2016
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MUSICA › AUNQUE MUCHOS AUGURAN LA MUERTE DEL DISCO COMPACTO, EL FORMATO SIGUE VENDIENDO

El CD aguanta contra vinilos y streaming

La industria tiene en las descargas legales y el vinilo sus nuevas niñas mimadas, pero no piensa abandonar un formato que todavía le genera ingresos interesantes. Sony Music, por ejemplo, no publica ningún disco que no salga en CD.

› Por Leonardo Ferri

Un soporte físico para el almacenamiento de música. Una obra artística. Un conjunto de números almacenados en un disco de policarbonato cubierto por una capa reflectante de aluminio. Un objeto palpable y real. Cuarenta y cuatro mil cien muestras por segundo a dieciséis bits de resolución. El símbolo del lucro y la ambición de la industria discográfica. Un signo de modernidad a mediados de la década del 80 y una muestra de obsolescencia tecnológica en el presente. Es posible hacer muchas afirmaciones sobre el CD musical y su contenido, pero resulta justo decir que el disco compacto todavía es el último formato surgido en hacerle el honor a la idea de un álbum como un todo indivisible, con sus canciones, un orden en los tracks y su arte. ¿Cuándo fue, entonces, que el CD se convirtió en uno de los objetos más desdeñados por los fanáticos de la música y los puristas del audio?

Suele decirse que el formato que trajo una renovación al sonido de la música y que enseñó a mejorar la calidad de las grabaciones parece tener los días contados, aunque no queda claro si esa es una afirmación basada en hechos reales (las ventas de CD frente a las de otros formatos) o en el lobby que hacen las compañías para comercializar a sus niños mimados del momento: las descargas digitales y las ediciones en vinilo (ver aparte). Según el ingeniero de sonido, músico y productor artístico Alvaro Villagra, el CD es el formato que más democratizó el acceso a un buen sonido. “El CD es el formato que subió la calidad de escucha media para todo el mundo”, enfatiza. Desde su visión, no hay un formato que sea mejor que otro, aunque sí hay diferencias: “una buena grabación en cinta abierta reproducida en una buena máquina bien ajustada, o una grabación digital de alta resolución a 24 bits y 96 kHz es mejor que casi todo; pero es algo que sólo se encuentra en los estudios de grabación”, resume.

Puertas adentro de las compañías discográficas, no parece haber planes de hacer desaparecer al disco compacto, aunque admiten que los números de ventas no son los de la década del 90. “Todos los discos que editamos en el país salen en CD, no hay nada que salga sólo en digital o sólo en vinilo”, explica Javier Caso, A&R de Sony Music Argentina. “El CD estandarizó el buen sonido y se sigue vendiendo bien, sobre todo en artistas como Abel Pintos o Lali Espósito, que venden un mínimo de 100 mil copias”, analiza, no sin admitir que “lógicamente, no son los números de años atrás y es natural que el público elija el formato que prefiere, nadie impone nada”. “Y aunque sea cierto que lo digital está creciendo como se sabe y como se siente, sobre todo con Spotify, nadie en la industria (al menos en el país) está dejando de lado al CD”, finaliza.

¿Por qué es que el CD fue poco a poco ganando cierta mala fama? Las principales críticas que se le hacen están relacionadas a su frecuencia de muestreo (esto es, la cantidad de información digital que contiene para ser reproducida y traducida como sonido y asemejarse a la realidad) y a la resolución de 16 bits (lo que podría explicarse como la “profundidad” o definición del sonido y que se traduce en el rango dinámico del audio). Un repaso por “The Compact Disc Story” –un brief publicado por el ingeniero holandés Kees A. Schouhamer Immink, integrante del comité de profesionales reunido por Sony y Philips durante la década del 70 para consensuar el nuevo formato– deja en claro que el CD fue el resultado de muchas investigaciones y trabajos, pero también de cuestiones ligadas al sentido común: “el muestreo de 44.1 kHz se decidió porque iba a ser más fácil de memorizar que 44.056, y los 75 minutos de capacidad no tuvieron nada que ver con la duración de la Novena Sinfonía de Beethoven (NdR: dura 74 minutos), sino con que pensamos que si al cassette le había ido tan bien, no había necesidad de innovar demasiado en ese aspecto”.

“Es cierto que los 16 bits y 44.1 kHz del CD ya están obsoletos, y debería existir un reproductor de audio digital de 24 bits y 96 kHz, pero eso no significa en absoluto que el compacto suene mal en sí mismo”, afirma Villagra. “Tiene una calidad de grabación digital no demasiado alta pero aceptable, y en la Argentina sirvió para mejorar muchísimo la calidad de audio de los discos, porque los vinilos nacionales y la replicación de cassettes eran pésimos y arruinaban por completo las grabaciones nuestras, que ya de por sí no eran ninguna maravilla”, agrega. “Un vinilo de 180 gramos puede sonar espectacular, pero para eso tiene que tener un buen preamplificador, buenos parlantes y la púa tiene que funcionar perfecto”, coincide Héctor Castillo, productor e ingeniero de grabación de músicos como Gustavo Cerati, David Bowie, Björk, Roger Waters y Lou Reed. “El CD es buenísimo; hubo problemas al principio, como en toda transición, pero todavía permite continuar con el ritual de poner un disco, leer los créditos y las letras, cosa que no pasa con los archivos digitales y es horrible”, finaliza.

“Nunca me gustó entrar en ese debate de qué suena mejor”, dice Andrés Medina, músico y dueño de una colección de casi 1500 vinilos. “Con el CD me formé musicalmente y todavía los escucho, aunque ahora sólo compre vinilos, y ambos tienen su sonido con sus características.” Según él, la diferencia está en la grabación y no en el soporte físico que la reproduzca: “Hay algunos discos que suenan mejor en CD y otros que suenan mejor en vinilo”. Todo indica que si en el estudio se graba de manera análoga, el vinilo sonará mejor que el CD, porque no se perderán las frecuencias suprimidas por el formato digital. “Lo importante es que la grabación sea muy buena”, asegura Villagra. “Hay infinitas grabaciones digitales de altísimo nivel de audio, pero justamente lo que nos gusta de la grabación análoga es que tiende a cambiar el audio original y suavizarlo.”

“Nos enamoramos de los formatos en el contexto en que los usamos y de acuerdo a la manera en que crecimos con ellos”, define Castillo. “Yo estoy enamorado del cassette porque me recuerda a mi auto y a la ruta... Es una cuestión romántica, aunque sé que no es el formato de mayor fidelidad”. Castillo se define como un antiaudiófilo que prefiere sacrificar audio y enfatizar en la emotividad de la música, sea en el soporte que sea. “Muchos de los primeros vinilos sonaban horrible, pero tenían humanidad, carácter, vibraban con la música, y eso es lo importante de la música: el estado mental en que nos pone, sea en CD, vinilo, cassette o streaming.”

El componente emocional es, entonces, otro factor determinante para no tirar los CD a la basura. “Al igual que el vinilo, el CD es un objeto, tiene una tapa, es tangible y forma parte de la identidad de uno, que puede ser mostrado como una remera y decir ‘esto también soy yo, soy de este clan’”, se entusiasma Castillo. “Hasta con el cassette pasa eso, pero nunca pasará con el MP3 o el streaming. Recuerdo ir a comprar un disco, volver en el colectivo leyendo toda la data ansioso, y después llegar y ponerlo; hoy todo es inmediato y, por ende, desechable. Puede que suene medio como viejo choto y hoy no se lo entienda, pero todavía recuerdo la primera vez que escuché Sonic Youth y el primer disco que compré”, dice Castillo. ¿Quién recuerda el primer MP3 que bajó o la primera canción que puso en streaming? ¿Cómo se comparan la cantidad de reproducciones de contenidos instantáneos frente a la cantidad de discos vendidos por un artista? No queda muy claro, pero entonces... un poco más de respeto con los mayores.

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