Lunes, 21 de marzo de 2016 | Hoy
MUSICA › SEGUNDA JORNADA DEL FESTIVAL LOLLAPALOOZA ARGENTINA 2016
Noel Gallagher fue el nombre de más “peso”, pero en medio de una gran diversidad brillaron Die Antwoord y Alabama Shakes.
Por Yumber Vera Rojas
En contraste con la apertura del Lollapalooza Argentina 2016, que en las redes sociales y en la preventa largó como la más atractiva por la cantidad de estrellas, astros y demás bichos siderales que albergó, la segunda fecha del festival fue lejos la mejor. A pesar de que no tuvo un Eminem para presumir, aunque en los papeles Noel Gallagher cumplió ese rol, y lo defendió con gallardía, la jornada del sábado administró bien la variedad de propuestas. Pero los que supieron sacarle el máximo provecho a esa pluralidad fueron Die Antwoord y Alabama Shakes, cuyas actuaciones, tras el cierre del evento a cargo del productor y DJ estadounidense Kaskade, se transformaron en las más notables no sólo del día, sino de la tercera edición de esta vitrina generacional de la música. Lo que no hizo más que confirmar lo que sucedió el jueves en sus respectivos sideshows (el primero fue en La Rural, mientras que los otros se presentaron en Niceto Club), donde ambos artistas vinieron a Buenos Aires con la misión de conquistarla.
Luego de cautivar al mundo en 2012 con su primer disco, Boys & Girls, que lo trajo al Pepsi Music, Alabama Shakes regresó a Buenos Aires tras consagrarse en la última edición de los Grammy, donde su álbum Sound & Color obtuvo tres estatuillas. Su propuesta, exquisito híbrido de rock sureño, blues y soul, llegaba en un estado de salud inquebrantable, mientras que su vocalista y guitarrista, Brtittany Howard, se encontraba indetenible. Y justo eso fue lo que se vio poco antes de caer la tarde en el Main Stage 1. Aunque luego de comenzar con “Future People”, la banda originaria de Athens (cuna de The B52’s y R.E.M.) tornó su show en un hervidero de emociones en el que “Rise to Sun” golpeaba traicioneramente, “Miss You” circulaba como un garfio que desgarraba los corazones desprevenidos que encontraba a su paso, y “You Ain’t Alone” metía el dedo en la llaga para apurar el lagrimón. Todo esto mientras su líder se desdoblaba en Otis Redding o Prince, ante la mirada atenta de miles de personas y bajo ese cielo gris con ganas de venirse abajo.
Cuando se animaron a rockearla con “The Greatest”, Howard y los suyos sonaban tan fuertes y viscerales que Bad Religion, que se encontraban en el Alternative, parecían unos nenes de pecho iracundos. No obstante, una vez que Alabama Shakes se retrajo de vuelta al soul, la leyenda del punk y del hardcore melódico pudo explayar con alivio y soltura sus clásicos, entre ellos “You”, al que su vocalista y fundador, Greg Graffin, le dedicó unas palabras: “Hace 21 años tocamos en Buenos Aires por primera vez, y ese recital lo cerramos con este tema”. Un par de horas antes, uno de los mejores alumnos argentinos del combinado californiano de la cruz tachada, Boom Boom Kid, la descosía en el mismo escenario, que abrió al mediodía Los Espíritus, y clausuró en la noche Babasónicos con un show en el que, por sobre los desperfectos técnicos, ganaron las canciones. Y es que el grupo comandado por Adrián Dárgelos modificó su ya tradicional set para darle salida a algunos clásicos suyos del calibre de “D-Generación”, “Sheeba Baby”, “Perfume casino” y “¡Viva Satana!”
En medio de los nombres grandes de festival, se colaron algunos chicos que en muchos casos terminaron dando la sorpresa. Si el viernes el zarpazo lo dio la dupla enmascarada de electropop rapeado Twenty One Pilots, que se subió además a lo mejor del Lollapalooza de este año, en el día dos del evento el protagonismo fue más equitativo. Al tiempo que fue alternando. Después de que a comienzos de la tarde irrumpiera la banda de blues y soul Vintage Trouble (su cantante Ty Taylor hace la voz de Lester Grimes, el músico negro caído en desgracia en la serie Vinyl), apareció una segunda línea de artistas partícipe de la nueva avanzada sonora mundial. Los indietrónicos Odesza, el multifacético Matthew Koma y los excéntricos metaleros suecos Ghost (pese a que llevan máscaras, destaca su cantante, Papa Emeritus III, una suerte de antipapa demoníaco) les entregaron más tarde el testigo a la dupla electrónica canadiense Zeds Dead, y ésta al productor de hip hop, trap y bass music RL Grime, quien dejó servido el Perry’s Stage a Die Antwoord.
Antes de que la banda de Ciudad del Cabo se consagre en su debut en la Argentina, vale la pena dar un rápido recorrido por los otros tres escenarios desplegados en el Hipódromo de San Isidro, hasta donde se aproximaron 170 mil personas durante los dos días del festival. Por el Main Stage 2 pasó un irreconocible Brandon Flowers, vocalista de The Killers, transformado en un crooner al que la intención le quedó grande. Todo lo contrario a lo a Marina Diamandis, líder de Marina & The Diamonds, quien no sólo a fuerza de carisma y ese look a lo Katy Perry se llevó aplausos y corazones, sino gracias a su pop prolijo, orquestado, ochentoso y cabaretero. Lo mismo que Noel Gallagher, respaldado nuevamente por sus High Flying Birds, al cual se le notó contento y condescendiente, al punto de que rescató clásicos de Oasis como “Live Forever” y “Wanderwall”, que mechó con los de su obra solista. Mientras que la colorada Florence Welch, Stevie Nicks de última generación y mandamás de Florence and the Machine, ataviada con su vestido rojo y su pop renacentista cumplió con las expectativas de sus fans en su primera vez en Buenos Aires.
Si las 2 mil personas que fueron a La Rural parecían demasiadas para un artista que se suponía un fetiche de pocos en el país, la tupida masa que se plantó para ver a Die Antwoord el sábado dio cuenta de un fenómeno sin igual. A pesar de que los de Sudáfrica presentaron un set más abreviado que el de su sideshow, fue suficiente para dejar constancia del efecto que producen esos clásicos modernos nacidos a partir de la viralidad. Y qué puede ser más atractivo que una terna de blancos nacidos en el sur del continente negro, a los que el sistema les dio la espalda, comandada por un rapero resentido y loco por el baile y una lolita albina que arrebata suspiros a pendejos, chicos y lesbianas. Si a eso le sumamos lo tanto que les seducen las imágenes perturbadores inspiradas en la decadencia de la clase obrera, la fórmula no puede fallar. Si bien Yolandi y Ninja la rompieron desde el vamos, el clímax de su rap nacido para la rave se produjo en el último tercio del show, con “Baby on Fire” y “I Fink U Freeky”, lo que puso a delirar a un público pasado de arengue que sólo se calmó con su himno “Enter the Ninja”. Ha nacido un nuevo hito en la Argentina.
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