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Sábado, 2 de abril de 2016

MUSICA › COLDPLAY LLEVO A LA EUFORIA A 50 MIL PERSONAS EN LA PLATA

Sobre la tecnología y las canciones

El detalle de las pulseritas “xylobands” agregó color a un concierto en el que la banda inglesa dejó bien claro que en estas tierras juega de local. El show, que se repitió anoche, fue la apertura de la gira mundial que presenta el disco A Head Full of Dreams.

 Por Yumber Vera Rojas

“¿Qué importa si te gusta Coldplay?”, canta Residente en ¡Atrévete-te-te!, el primer gran hit de Calle 13. A once años de la publicación del himno reguetonero, mucha gente, parafraseando la canción, “salió del closet” sobre su ambigüedad con la agrupación británica. Al tiempo que un buen número de chicos y de público de otro palo musical se animaron a conocer al cuarteto gracias a ese tema. Esa masa de seguidores, junto a aquella que se enamoró de la banda apenas vio a Chris Martin caminar por una playa, y bajo la lluvia, mientras cantaba acerca de la cobardía en “Yellow”, reafirmó el jueves en la noche su idilio con los de Londres con un llenazo (tanto esa fecha como la de ayer fueron sold out, apenas las entradas se pusieron a la venta) en el estadio Unico. Si bien estuvo lejos del folklore que desataron los Stones hace algunas semanas, la ciudad de La Plata volvió a ser escenario de un evento de connotaciones únicas: el grupo eligió ese predio para levantar el telón de la gira mundial de su nuevo álbum, A Head Full of Dreams.

Cuando se sentó frente al piano para interpretar “Everglow”, el frontman de Coldplay afirmó en perfecto castellano, idioma en el que se manejó a lo largo del show –y que profundizó desde que sus hijos comenzaron a estudiarlo–, que ellos eligieron la Argentina, país en el no actuaban desde hace cinco años, para iniciar el tour de su séptimo trabajo de estudio. Pero aún falta un rato más para esa revelación. Antes, por el escenario principal del recinto, pasaron en calidad de soportes la argentina Hanna y la inglesa Lianne La Havas (una de las características del tour es que sólo tendrá teloneras). Una vez que acabó la previa, por las pantallas ubicadas a los costados de la puesta en escena saltó el anuncio de cómo ponerse las pulseras que recibieron los asistentes para ingresar al recital, para qué servían y lo que se debía hacer con ellas al terminar la performance. Aunque a primera vista pudiera parecer un aviso sin importancia alguna, esos brazaletes jugaron un papel fundamental en el desarrollo del concepto del espectáculo.

Esas pulseras luminosas, que usan leds y se controlan a través de un sistema de comunicación de radiofrecuencia (controlado a distancia), se llaman “xylobands”, y ya fueron usadas por este icono de la última avanzada del britpop en la gira de su disco Mylo Xyloto. A pesar de su gran costo, esta incorporación también se convirtió en un elemento esencial del A Head Full of Dreams Tour. Y es que a diferencia de la mayoría de los espectáculos diseñados para estadios que se encuentran pululando por el planeta, donde la música se tornó en apenas una excusa para desenfundar una tecnología apta para una película de ciencia ficción, lo que hizo Coldplay, por más ostentoso y hasta básico que parezca, fue estupendo porque transformó a la música en una celebración. La agrupación, aparte de apostar por ese componente hi tech, y con el que ese público se sintió protagonista del evento, desplegó toda una artillería de pirotecnia, confeti, luces y visuales inspiradas en el arte de su más reciente álbum (diseñado por la argentina Pilar Zeta), que no escatimó en sumar ritmo y colorido.

A lo largo de una hora y media, entonces, la agrupación británica no sólo apeló a su inventiva estética, muy próxima a la del cierre de las últimas ediciones de los Juegos Olímpicos, sino a un setlist equilibrado. Lo que demostró desde el vamos, cuando, luego de que una terna de fans argentinas presentaran el show video mediante, inauguró su fiesta con el tema que le da título a su nueva producción, al que le secundó nada menos que su primer gran hit, el mentado “Yellow”. “Buenas noches, amigos. Estamos muy felices y agradecidos de estar acá”, saludó un Chris Martin cuya alegría no cabía en su camisa azul, para continuar con “Every Teardrop is a Waterfall”, “Birds” y “Paradise”. Allí la banda hizo un parate, para que Martin ejecutara el piano en el escenario B, donde interpretó “Everglow” y “Magic”. Al volver con sus compañeros, y tras tocar “Clocks”, “Politik” y “Fix You”, llegó la sorpresa musical de la noche: “Heroes”, clásico de David Bowie, con una adaptación tan Coldplay que terminó por asemejarse más a “When The Streets Have No Name” de U2.

Si bien los 50 mil espectadores que asistieron nunca minimizaron su nivel de euforia, a un nivel siempre intenso, cuando sonó “Viva la vida” (tema infaltable en todo casamiento argentino) se vino abajo el estadio. Y si hubo sobrevivientes, el cuarteto los remató con “Adventure of a Lifetime”, en el que Martin se coronó de arengador de muchedumbres al lograr que todo el Unico se agachara para estimular el salto. Después de su flamante himno dance, los ídolos ingleses tomaron una nueva pausa. Primero para bajar un cambio con “Army of One”, y más tarde para estrenar el escenario C, más pequeño, fraternal y cercano a la audiencia, donde hicieron “Us Against the World” y “Green Eyes”, canción elegida a partir de un concurso que llevó adelante el grupo a través de redes sociales. Pero esto no podía terminar así. Así Coldplay tomó impulso para la andanada final con “Amazing Day”, despegó “A Sky Full of Stars” y voló bien alto “Up&Up”, casi o aún más arriba que esos fuegos artificiales que auguraban que esa fiesta era para siempre.

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Chris Martin, un frontman que se expresó toda la noche en un castellano perfecto.
 
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