Pablo Maritano es uno de los directores de escena que más ha aportado en los últimos años a la escena de la ópera argentina. “Esto no es la obra de Goethe”, enfatiza en relación con el Faust de Charles Gounod que hoy a las 20 sube a escena en el Teatro Avenida, como parte del ciclo de Buenos Aires Lírica. Y hay otro punto que se apresura a señalar. “Hay una historia que se cuenta pero la más importante, siempre, es la que no se cuenta”. Con dirección musical de Javier Logioia Orbe y un elenco conformado por Dario Schmunck en el papel de Faust, Marina Silva como Marguerite, Hernán Iturralde personificando a Méphistophélès, Ernesto Bauer como Valentin, Cecilia Pastawski como Siebel, Juan Font en el papel de Wagner y con la participación especial de Virginia Correa Dupuy representando a Marthe, habrá funciones también este domingo a las 18 y los próximos jueves 14 y sábado 16 a las 20.

“En esta obra no hay nada de la metafísica de Goethe, hasta el punto de que en Alemania se negaban a llamarla Faust, representándola como Margarethe”, señala Maritano. “A mí me parece fascinante la ‘grand opéra’ francesa como género casi pop. Esta es una ópera que pertenece al género de la ‘opéra comique’, como Carmen, de Bizet. Como ella, tenía originariamente diálogos, que luego se sacaron. Creo que es interesante devolverla a ese lugar. Es decir no pretender lo que en la época de su composición nadie pretendía. Lo mejor de este Faust no aparece por tratar de disfrazarlo de un Goethe que no es, y con una trascendencia filosófica que no tiene, sino por poner en primer plano todo aquello que sí es.” La puesta, que con producción de Buenos Aires Lírica ya fue presentada en el Teatro El Círculo de Rosario, cuenta con escenografía e iluminación de Enrique Bordolini y vestuario de Ramiro Sorrequieta.

“Gounod es el padre voluntario de la comedia musical”, reflexiona el director de escena. “Y hasta lo es en el aspecto bien prosaico de que lo que quería era ganar dinero. Me parece que el centro de la cuestión pasa por conceptualizar que el drama, que esa idea de fatalidad, toma ribetes casi aberrantes. El diablo canta aquí una canción con aires españoloides, la kermesse, que es un acto completo pensado como un show. La forma de resolverlo es teniendo en cuenta al género, o subgénero de que se trata. Ser muy respetuoso con la estructura de las secuencias teatrales cerradas. La entrada de lo sobrenatural, por otra parte, lo acerca al pop. Tomar el Fausto de Goethe, apropiárselo y hacer con eso algo que se acerca a la idea del gran espectáculo parisino del siglo XIX, es pop.”

Con libreto de Jules Barbier y Michel Carré, quienes se basaron en su propia pieza teatral Faust et Marguerite, la ópera se estrenó en 1859. Superficial si se la mira en relación con Goethe, en realidad ese Fausto cristaliza un modelo de arte burgués, y con héroes burgueses. “La ópera no es una sola cosa. Suponerlo, incluso desde una perspectiva antirromántica, es una pretensión romántica. Creo que la distancia, que es lo que permite también un reconocimiento, no significa falta de amor hacia el objeto sino todo lo contrario. Uno busca el lenguaje y a través de él al sentido. Para querer la ópera, y en particular estas óperas llenas de aparentes defectos, hay que acercarse a ellas por lo que son. Querer a alguien es quererlo como es y por lo que es. Y en el caso del arte no es diferente. Este Faust, por ejemplo, tiene une un final magnífico. ¿Ella muere redimida o muere loca? Esa ambigüedad es la que permite construir significados.”