MUSICA › LOS VIOLADORES FESTEJARON LOS TREINTA AñOS DE Y AHORA QUé PASA, ¿EH?
Con su formación más emblemática, integrada por Pil Trafa, Stuka, el Polaco y Gramática, la banda celebró en un Luna Park lleno. Los fans revivieron los clásicos de Los Violadores y la sorpresa fue la aparición como invitado de Geniol, habitual performer de Sumo.
› Por Juan Ignacio Provéndola
Lugar: Estadio Luna Park.
Concurrencia: 6 mil personas.
Músicos: Pil Trafa (voz), Stuka (guitarra), Robert Zelazek (bajo), Sergio Gramática (batería) y Boni (teclados).
El punk, revulsivo por naturaleza, se caracterizó (al menos desde su ideario) por derribar las jerarquías para horizontalizarlas. Dinamitarlas a través del caos, y que cada uno se arregle como pueda sin más pistas que dos pequeñas proclamas: “no hay futuro” y “hacelo vos mismo”. Todo eso se resumió el domingo pasado en una de las esquinas del Luna Park, la de Madero y Bouchard, donde se agolpaban los invitados y comedidos que procuraban entradas de favor para asistir a la reunión de Los Violadores. Allí, sin distinción de rubros, credos ni estirpe de ningún tipo, aguardaban largo rato lo mismo el baterista de Attaque 77, Gastón Pauls o el hijo de Borocotó. Eran todos Don Nadies entreverados con fanáticos anónimos que buscaban desesperadamente una última oportunidad para acceder a un show que agotó sus localidades. Una masa humana se expandía desde una pequeña boletería hacia la calle con ansiedad, urgencia y, por qué no, algo de fastidio por la (des)organización. Los Violadores no regresaron solos: parecieron traerse consigo mismos toda una serie de dinámicas que también hicieron a su historia y a la del rock de aquella época. Cemento siempre estuvo cerca.
Casi tres décadas después del último show con su formación más emblemática, Los Violadores se abismaron a un desafío sensible: volver a ser aquello que los definió (y también los disolvió) o dejarse influir por el paso del tiempo y animarse a una innovación que depure su forma original, aunque modificándola. “Cambiar para que nada cambie”, anticipó Pil a este diario en la víspera del show. En esa especie de solución intermedia, Los Violadores encararon una noche que sabían histórica e irrepetible: podrán tocar muchas veces más, pero ninguna será como la del domingo. La clave estuvo en una de las elecciones fundamentales de toda la noche: la canción inicial. “Como la primera vez” fue el arranque de un grupo que, entre otras cosas, prometía celebrar Y ahora qué pasa, ¿eh?, uno de sus discos más exitosos, y el primero de Pil, Stuka, el Polaco Zelazek y Sergio Gramática, la formación que se reencontró sobre el escenario del Luna Park. Por fuera de todo tecnicismo, el grupo se apoyó en su fundamento basal: la visceralidad prolijamente desprolija.
“¡Rompan todo!”, arengó Stuka antes de desandar los primeros acordes de una noche que incluyó una treintena de canciones, parafraseando aquel recordado grito que Billy Bond eternizó en otra noche caliente del Luna Park, hacia 1972. Después de una seguidilla demoledora que incluyó también “Aburrido, divertido”, “Somos Latinoamérica”, “Viejos patéticos” y “Moral y buenas costumbres”, entre otros, llegó el primer punto alto de la velada: una versión desaforada de “Violadores de la ley” que fue replicada por las 6 mil personas que reventaron el Palacio de los Deportes. Luego, Sergio Gamática abandonó su instrumento y se ganó el frente del escenario, micrófono en mano, para pedir que “esto lo tenemos que cantar entre todos” e iniciar “Comunicado 166”. Fue un momento de reconocimiento personal para el baterista, el cronómetro preciso de una maquina intensa y descollante.
“La era del corregidor” fue la primera escala en Fuera de sektor, aquel disco con el que Los Violadores decidieron correrse por un momento del registro del punk para explorar otras textualidades sonoras. La canción fue acompañada de una intervención teatral y también de una explicación del propio Pil: “La palabra ‘corregidor’ tiene varias acepciones, pero nuestra idea fue hacer una letra futurista”. Poco después, ese mismo álbum ofreció otro momento irrepetible a partir de una apoteósica versión de “Beat africano” con Stuka inmolándose en cueros y la aparición de un actor con atavíos tribales. Se trataba del legendario Geniol, habitual performer de Sumo y autor de la frase “Un pseudo punkito, con el acento finito...” grabada en “La rubia tarada” y repetida en su aparición del domingo. Una línea originalmente dedicada a Hari B, fundador de Los Violadores, a quien reivindicaron al instante con “Cambio violento”, canción del primer disco del grupo que es de su autoría.
Imposible reprochar la lista de canciones: “Bombas a Londres”, “Nada ni nadie nos puede doblegar”, “Mercado indio”, “Represión” y “Más allá del bien y del mal” (acaso el estribillo más entonado de toda la noche) fueron parte de un viaje que también incluyó pasajes de teclados en “Fuera de sektor” y hasta un cover: “El ojo blindado”, otra vez de Sumo. No hubo ni un gramo desaprovechado de todo el repertorio que encarnó esta formación, desde el álbum debut de 1982 hasta Mercado indio.
Para el final, después del consabido amague de despedida, el grupo volvió al escenario para despedirse con las dos canciones que faltaban repasar del disco celebrado: “Sin ataduras” y “1, 2, Ultraviolento”, acompañado por imágenes de la película La Naranja Mecánica y una lluvia de papel picado al estilo Kiss. Un show que estuvo a la altura de la épica más que de la técnica: varios desfasajes le dieron al evento un desparpajo molesto o encantador, según hayan sido las expectativas de quien pagó su entrada para ver a un grupo que quiso lucirse como pieza viva y no de museo. Tal vez por eso, cuando la gente cantaba “Vamos a volver”, Pil dibujó en el aire un signo de interrogante. ¿Habrá más?
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