Jue 19.05.2016
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MUSICA › FERMíN MUGURUZA ACTUARá HOY EN EL MUSICAL GUERRA

“Hay mucha mentira en el modo en que nos cuentan la guerra”

El icono contracultural vasco es parte de la obra que escribió Albert Pla –quien también actúa– y que hoy a las 20 podrá verse en el escenario del Parque Centenario. “Se necesitaba este tipo de crítica mordaz, esta suerte de bola de rabia”, afirma.

› Por Yumber Vera Rojas

“Acabo de cumplir 53 años y saber que todo el trabajo que hice caló en tanta gente es el mejor regalo que puedo tener”, celebra Fermín Muguruza, vía telefónica, desde Bogotá. Pero como si la música ya no le bastara para seguir irradiando su mensaje concienzudo y combativo, el icono contracultural vasco volcó su impaciencia artística en tiempos recientes hacia el cine, la literatura y la actuación. Esta última es la que lo trae de vuelta a Buenos Aires esta noche, a las 20, en el Anfiteatro de Parque Centenario (Ángel Gallardo y Leopoldo Marechal), de la mano del musical interactivo Guerra, en el que comparte roles con Albert Pla y Refree. “Es un proyecto original de Albert Pla”, subraya el ex líder del grupo de rock Negu Gorriak. “Debido a que somos amigos y a que el año próximo se cumplirán dos décadas de nuestra primera colaboración, en su disco Veintegenarios en Alburquerque, me animé a hacer este espectáculo. Además de que el contenido me parecía muy apropiado, sentí que era un buen momento para probar una faceta nueva”.

Estrenado en España en 2015 y actualmente de gira por América latina, Guerra es un espectáculo que reflexiona sobre la actual concepción de la guerra y la forma en que se la cuenta. “Si bien comenzamos a promoverlo antes de que estallara la crisis de los refugiados en Europa, el espectáculo, lamentablemente, va tomando cada vez más actualidad. Se necesitaba ese tipo de crítica mordaz, esa suerte de bola de rabia que nos provoca esa situación a nivel mundial”, explica Muguruza sobre la obra en 3D, cuya presentación porteña será con entrada libre y gratuita, aunque los tickets se deben retirar en el predio a las 18. “Luego de que Albert me mandó el guión, con la partes en las que quería que participara, al igual que la maqueta con todos los registros audiovisuales, a cargo del colectivo barcelonés 9 Ojos, nos encerramos a trabajas dos meses de manera intensiva. Todo es material inédito, canciones que nunca escuchó la gente antes. Pensábamos que se iba a acabar este año, pero la acogida ha sido tan grande que seguiremos hasta diciembre”.

–¿De que forma interactúan los tres personajes de la obra?

–Albert es un soldado y, al mismo tiempo, un ejército en misión de paz; yo soy una ciudad que está siempre por construirse, con sus contradicciones y con sus propios muros, como la desigualdad y la pobreza; mientras que Refree simboliza quizás al personaje más enigmático, que es el de un guitarrista que, aparte de disparar sus canciones, se torna en una especie de torre panóptica. En un principio, salimos y nos presentamos, y luego llega el momento en el que Albert y yo entramos en una lucha dialéctica, en la que la figura que él encarna pretende eliminar las fronteras para globalizar los mercados. Su consigna es: “Muerte al diferente”.

–¿Se trata de una sátira a la distopía o a la mediatización de las guerras?

–Es todo. Cuando lo vea la gente, se va a dar cuenta de que estamos haciendo todo ese engranaje. Incluso contamos el intento por narcotizar, drogar, criminalizar y engañar a esa sociedad que se rebela contra todo eso. Y eso aparece en la obra con mucho humor, con una sátira mordaz. Aunque tratamos también de que la gente sea consciente del horror de la guerra. Nuestra intención es que el público descubra con nosotros esas grandes mentiras que hay sobre la manera en la que nos cuentan la guerra y en la que los medios de comunicación, al servicio del capital y de las grandes transnacionales, nos manipulan para que vayamos tragando y consumiendo esas verdades construidas.

–¿La obra está abordada desde una perspectiva inclusiva o plantea el tema de la guerra a partir del punto de vista español?

–En ese sentido, tiene un lenguaje universal. Lo contamos todo en castellano, al tener en cuenta que es el idioma puente entre Albert y yo. Siempre hay momentos en los que el público se va a sentir identificado. Cuando la hicimos en el País Vasco, la gente pensaba que nos referíamos a lo que sucede allí. Lo mismo cuando fuimos a Cataluña e incluso a Madrid. En un pasaje de la obra, Albert me dice: “No vengáis a Europa. Os dejamos aquí en paz”, y ahí el espectador sitúa la ciudad en cualquier parte del mundo. Cuando empecé a adentrarme en mi personaje, pensé en urbes que para mí son importantes porque son rebeldes. Ahí me di cuenta de que todas comenzaban por “b”. Primero apareció Bilbao, y luego Belfast, Berlín, Beirut, Bogotá y Buenos Aires.

–En esta época de convulsión política en España, ¿cómo fue recibida la obra por el centralismo español, considerando que quienes la protagonizan son dos catalanes y un vasco?

–Imagínate lo que significa que dos personas tan censuradas como Albert Pla y yo se suban a un escenario juntas. Lo charlamos mucho entre nosotros. Siempre fuimos muy perseverantes. Pese a que a lo largo de nuestras carreras nos vetaron, nunca renunciamos a la causa. Siempre llevé conmigo esa frase de las Madres de Plaza de Mayo que dice que “la única lucha que se pierde es la que se abandona”. Ésta es una obra teatral que escuece mucho. Incluso incorporamos nuevos elementos. En cada lugar en el que la presentamos, añadimos cosas que nos parecen interesantes y que tienen que escuchar de ese sitio. La vez que la llevamos a Madrid, Vargas Llosa ofreció un cumpleaños insultante en el que reunió a la Banca, medios de comunicación masivos, Felipe González con Aznar, criminales de guerra, estaba Uribe, y hablábamos de que era como una guerra de clases escenificada desde diferentes puntos de vista. Somos muy valientes. A la bandera de la libertad de expresión nunca vamos a dejarla caer. Cuando estemos en Buenos Aires, hablaremos, criticaremos y denunciaremos la política neoliberal que está llevando adelante Mauricio Macri, y que es tan insultante que nos afecta también a nosotros.

–Si bien la obra es publicitada como un “musical para el que no le gustan los musicales”, ¿cuál es la reacción del público cuando los ve interactuando juntos en una circunstancia un tanto ajena, al menos para usted y Refree, de su perfil artístico?

–Una cosa que tengo subrayar es que el trabajo del director de la obra, Pepe Miravete, ha sido muy fuerte a la hora de enseñarme cosas y la manera de trabajar la dramaturgia. Durante los últimos tres años, hemos tenido una explosión creativa bien interesante. No sólo me dediqué al mundo de la música, sino que también me aboqué al campo audiovisual y editorial. Mientras yo publiqué la novela gráfica Black is Beltza (ver recuadro), en confabulación con el dibujante argentino Jorge Alderete, Albert lanzó su libro España de mierda. Así que nos faltaba ese encuentro explosivo que produce cuando estamos juntos sobre un escenario. La acogida de la gente es muy curiosa porque llevo muchos años cantando en euskera y este espectáculo es en español, aunque también tiene cosas en catalán. La gente se queda muy impactada. Por lo que, una vez que dimos este salto, la crítica ha sido exitosa. Lo que nos aúna a Albert y a mí es el cambio continuo, la búsqueda de nuevos formatos expresivos en los que podamos contar nuestras inquietudes. Son 32 años desde que formé mi primer grupo, Kortatu, y aún busco esos lugares en los que pueda seguir concienciando.

–Su participación en Guerra coincidió con el estreno de su documental Nola?, en el que establece un puente entre Irún, su ciudad de origen, y Nueva Orleáns. ¿Qué afinidades encontró entre dos lugares que parecieran tener tan poco en común?

–Cuando acabé la gira de 2013, que pasó por Buenos Aires, me tomé un par de meses para llegar allá, de la mano de dos documentalistas musicales. Y la ciudad me acogió como si fuera uno más. Tras todas mis experiencias en la música, como cantar en euskera, que para fue importante luego de que el franquismo me robara mi lengua, a partir de la represión que hubo contra los vascos, en Nueva Orleáns me enseñaron su música, que proviene también de la esclavitud. Lo que supuso el Katrina, la negligencia del gobierno, la expulsión de 100 mil personas que no pudieron volver a la ciudad, es una cicatriz que no se cerró. Y buscaba esa cercanía con la manera de sufrir que tuvo mi pueblo. Por lo que, mediante una serie de vínculos, se me ocurrió contar lo que sucedió en esa tragedia, diez años después, a través del testimonio de los músicos locales, pero sumando mis canciones. Debido a que coincidía con los treinta años del primer disco de Kortatu, tomé dos temas del grupo, un par de Negu Gorriak, de mi carrera solista, inéditos y clásicos del cancionero de Nueva Orleáns. Elegí letras que fueran afines a todo lo que contaban esos músicos. De esta forma surgió el documental, en el que además aparece Jello Biafra, una de mis grandes influencias, y a quien me lo conseguí tocando con una banda de caños. Y me dijo que debía hacer lo mismo alguna vez.

–Si en 2015 se cumplieron tres décadas del primer disco de Kortatu, en 2016 se celebran veinte años del último trabajo de Negu Gorriak, Salam, Agur. ¿Por qué se resiste a incluir los temas de sus bandas en su show en solitario?

–Sé que es complicado buscar ese balance entre lo nuevo y lo viejo para la gente. Pero, en ese sentido, he sido bastante estricto al momento de hacer concesiones. Cuando llegué por primera a vez a Buenos Aires, lo hice en 1994 con Negu Gorriak, y sólo tocamos una canción de Kortatu. Regresé en 1998, con Eta Dut, cuyo show fue en Cemento con Todos Tus Muertos, y lo que brindamos era nuevo porque estaba trabajando con un grupo de teatro. Y las veces que fui con mi banda, me basé en mis temas solistas. Siempre hice hincapié en lo último que estoy haciendo. Ahora vuelvo a Buenos Aires con esta obra de teatro, en la que no hay nada de lo anterior. Si bien sé que es muy difícil, una vez que me propuse ofrecer cosa nuevas, pese a que siempre hago un guiño al pasado, la gente lo sabe. Lo acepta o no viene a verme. Así que los que me siguen tuvieron que acostumbrarse.

–Aunque por lo que comenta una reunión de sus grupos es misión imposible, ¿qué opinión opina de la vuelta de Todos Tus Muertos, con quienes entabló una gran amistad durante la época de Dale aborigen?

–Así es. Soy bastante enemigo de las reuniones, y no lo digo sólo por mis agrupaciones, sino en general. Pero que se juntara Todos Tus Muertos nuevamente, a pesar de la muerte de Gamexane, me alegró porque sabía que era un homenaje a ese guitarrista que tanto quisimos. A esa actitud punk que era él. Cada vez que hablábamos, siempre me recordaba a “Safe Eurpean Home”, canción de los Clash a la que hacemos referencia en Guerra. Volver a reencontrarme con todos esos amigos en Buenos Aires y contarles lo que me pasó mientras hice la película de Nueva Orleáns, la manera en que viven la música allá, va a ser una celebración a la vida. Estoy feliz de volver a un país con tanta relación como la que tengo como la Argentina.

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