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Martes, 24 de mayo de 2016

MUSICA › LA BOMBA DE TIEMPO FESTEJA SU PRIMERA DéCADA CON UNA FIESTA ESPECIAL EN LA C. C. KONEX

Darles a los tambores hasta el amanecer

“Con todo lo bueno y lo malo que eso tiene, ya tenemos una tradición propia”, dicen Diego Sánchez, Juampi Francisconi y Luciano Larocca, integrantes de La Bomba que batirán los parches en una celebración con invitados que aprovechará el feriado para extenderse.

 Por Cristian Vitale

El marco es el de cada lunes tras el crepúsculo. Haga calor, llueva, truene o caigan estalactitas de punta, el trepidar intrépido de los tambores en el Konex no para. La Bomba de Tiempo, dieciséis músicos dándole a los parches, está en pleno trance y los receptores, en llamas. Tanto que parece viernes, o sábado. El movimiento de los cuerpos va acorde –o no– al compás de quintos, congas, tumbadoras, zurdos y demás instrumentos de percusión. Más de la mitad de los improvisados bailarines –casi el setenta por ciento, se calcula– no tiene problemas con el horario ni con la cerveza que se vende de a montones, en vasos de litro. “La mayoría son extranjeros”, refiere Diego Sánchez, que dirige, toca djembé y quinto, y está desde el año cero en la Bomba: 2006. Al caso vienen sus palabras –y la nota, claro– ya que pasaron diez años del hito fundacional y lo festejarán esta noche –víspera de feriado– no hasta las diez, como cada lunes, sino hasta la siete de la mañana. “El horario que le ponemos es 23.59, para que la gente se dé cuenta que es martes, y dura hasta las seis, siete de la mañana con dj, vj, y bandas invitadas como Turf”, anuncia Juampi Francisconi, otro fundador que, a diferencia de Sánchez, toca tambor-piano, chekeré y dum-dum. “Este año tiramos cosas nuevas. Nos juntamos a pensar y vemos, es como un renacer de La Bomba”, dice Luciano Larocca, también precursor, que toca guira y djembé.

–Un renacer sin haber muerto…

Luciano Larocca: –Como el volver a elegirse de las parejas ¿no?, un volver a casarse (risas). Fue como encontrarle la cosa popular a la improvisación, que hace unos años era algo como de elite, como del jazz. Recuerdo que cuando empezamos se nos corría por el lado de “¡pero ustedes qué ritmo tocan?” y es algo que, por suerte, no tiene respuesta porque no nos encasilla en nada. Con todo lo bueno y lo malo que eso tiene, ya tenemos una tradición propia que es la improvisación con señas, aplicada a la percusión.

El balance obligado del aniversario da un abrirse a machetazos en la selva que derivó en varios momentos clave: el Luna Park lleno de hace dos años; los lunes eternos en la Ciudad Cultural de Sarmiento al 3100; la publicación de un CD/DVD, con el Chango Spasiuk y Los Cafres, entre los invitados; los conciertos improvisados con Calle 13, Rubén Rada, Paulinho Moska, Pedro Aznar, Kevin Johansen, Jorge Drexler, Hugo Fattoruso, Javier Malosetti, Lito Vitale y Ataque 77, entre muchos más, o la gira Londres-Dubai, que encararon el último verano y que les deparó un momento mágico. Larocca lo cuenta como lo piensa: en tiempo presente: “Estamos en el camarín, baja Carlos Santana de un auto, camina veinte metros y nos empieza a hablar medio en inglés medio en español, sobre la importancia de los tambores en la vida de la gente. Increíble”. “Fue un regalo”, se suma Francisconi. “Y encima se agotaron las entradas de las dos fechas, por lo que hubo que agregar una, porque la gente estaba prendida fuego”, extiende el músico que también tiene como compañeros a Lucas Leguero, en quinto, accesorios y dirección; al Aca Seca Mariano “Tiki” Cantero en tambor chico y Richard Nant, en zurdo, trompeta y dirección, entre otros.

–Lo extraño es que lo hayan logrado en un contexto complejo, porque Argentina, en general, no es un país que genere percusionistas “for export”. No son ni tangueros ni jugadores de fútbol...

Diego Sánchez: –(Risas.) Lo que pasa es que la riqueza de La Bomba está dada por su variedad: hay un senegalés, otro que se especializa en música brasilera, otro que es batero de jazz, otro de funk… todo eso mezclado en una olla te da una bomba, y creo que eso se nota. Además, están los extranjeros que nos vienen a ver acá, y después nos referencian afuera.

L. L.: –Pasaron muchas cosas, como la incorporación de Cheikh Gueye, que vino de Senegal y dormía en Plaza Once, cuando empezó a tocar el djembé con nosotros. El tipo no sabía hablar español, no entendía nada, y ahora festejamos los diez años con él haciendo un asado… es como el Luca Prodan del asado (risas). Incluso ve algo que nosotros no vemos. Nos dice que va a volver a Africa y va a decir que existe un pulso en la música. Increíble.

Otra de las aristas –o causas– de la supervivencia de la agrupación pasa por las asambleas donde todo se decide lenta pero horizontalmente, en grupo. También haber sobrevivido a la ida –hace dos años– de su mentor y primer director Santiago Vázquez. “En el grupo hay un gran respeto por él, que fue el que formó el grupo en su cabeza y luego lo plasmó en la realidad. Lo llevó adelante a su manera y el barco anduvo hasta que él dijo basta… sigan ustedes. El grupo fue mutando desde su primera idea hasta lo que es hoy, por la suma de nuestras energías, porque todos empezamos a dirigir, a crear señas, pero Santiago ha sido una pieza fundamental”, destaca Sánchez. “Y un inventor”, tercia Larocca, “porque lo que hizo Santi con las señas, que en realidad es un invento del estadounidense Butch Morris, fue aggiornarlas a la percusión, ya que esas señas venían más del palo armónico y melódico. Este fue un desarrollo que hizo Santiago. Eran unas setenta señas cuando comenzamos y hoy por hoy son como cien, porque es un lenguaje que va evolucionando, circulando”.

–No pasó como cuando se va el cantante de una banda de rock, entonces. ¿O sí?

L. L.: – Santiago siempre dejó en claro que había que hacer las cosas para que no dependan de uno, para que no dependan de él. Era una política que tenía el chabón, porque al ser inventor, inquieto y creativo se debía aburrir. Es más, mientras sostenía La Bomba hizo 25 mil proyectos: Monoambiente, Punch, Puente Celeste, La Grande, el Club del Disco, los talleres de señas, un montón de cosas.

Juampi Francisconi: –Ya que traza la comparación, está bueno eso de no tener cantante. Da como una horizontalidad que contribuye mucho a que todos quieran colaborar, porque no está “el cantante estrella”.

D. S.: –Igual, nos costó entender que todos somos “el” artista.

–¿Pero sintieron el cimbronazo cuando Santiago se fue o no?

D. S.: –Y… un poco la estantería se movió (risas).

–Porque lo que parece desde afuera es que, si bien las cosas las deciden en asamblea y con un criterio bastante horizontal, él era como una especie de catalizador…

L. L.: –De hecho, la forma de reemplazarlo fue a través de varias personas haciendo lo que él hacía solo. Los directores van rotando, porque sino te quema la cabeza.

J. F.: –El cimbronazo que sentimos cuando Santiago se fue generó una conciencia en los otros miembros del grupo, que también tenían ganas de hacer algo. Se abrió la cancha y el grupo pasó a otra instancia, que se basa en todo lo que acabamos de decir. Fue como un punto de inflexión.

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“Este año estamos tirando cosas nuevas. Nos juntamos a pensar y vemos…. es como un renacer de La Bomba”.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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