Lunes, 30 de mayo de 2016 | Hoy
MUSICA › LOS FABULOSOS CADILLACS DESENCADENARON UNA FIESTA PARA 9 MIL PERSONAS EN EL LUNA PARK
El grupo combinó páginas indelebles de su historia con el muy buen material de La salvación de Solo y Juan. Y el núcleo histórico encontró un nuevo e interesante matiz en la incorporación de los hijos de Flavio y Vicentico: el resultado fue un show impecable.
Por Eduardo Fabregat
“Cuando estamos juntos el tiempo no existe”. La frase pronunciada por Gaby (a) Vicentico una semana atrás en el Teatro Sony rebota en la cabeza del cronista mientras encara la desapacible noche en el Bajo porteño. Los Fabulosos Cadillacs acaban de terminar una formidable faena de más de dos horas en el Luna Park: una multitud derrota al frío y la lluvia, y la avenida se llena con el canto de guerra de “Yo no me sentaría en tu mesa”, una canción que tiene casi treinta años. Algunos de los presentes no habían nacido o eran bebés cuando apareció Yo te avisé!!, pero de nuevo: cuando los Cadillacs encienden el motor el tiempo no existe. Pueden encadenar con naturalidad “Estoy harto de verte con otros” con “El león” y la flamante “Navidad”; pero a la vez –porque, bueno, en realidad el tiempo sí existe– pueden catalizar con sabiduría tantos años de escenario para sonar como nunca, para integrar una maquinaria aceitada de sonido demoledor y derrotar las históricas e insoportables reverberancias del Luna.
Los Cadillacs modelo 2016, además, tienen algunas aristas por demás interesantes. No está Rotman en el escenario (pero Gabriel lo menciona, claro, al presentar la preciosa versión de “Siguiendo la luna”), pero al núcleo histórico se suman dos músicos que no se justifican en la portación de apellido sino en su real aporte artístico. Florián Fernández Capello combina en su guitarra el rasgueo de sonido limpio del Vaino y el ataque sónico de Ariel Minimal; Astor Cianciarulo arma un formidable tanque percusivo con Nando Ricciardi y otro dúo formidable de bajos con su padre. El grupo gana en su paleta sonora, pero también en componente emotivo: sobre el final del show, cuando suena “Vos sabés” y los históricos cantan la canción que dedicaron a sus hijos en La marcha del golazo solitario (1999) con los mismos pibes flanqueándolos con soltura en el escenario, el simbolismo es tan fuerte que ni hace falta verbalizarlo.
En realidad, no hace falta poner casi nada en palabras. Fiel a su parco estilo, Vicentico le habla al público recién a la hora y media de show (“Hola, buenas noches, qué tal, me parece muy bien lo que están haciendo”), para pedir y conseguir que el estadio entero guarde silencio y se apaguen todos los celulares antes del final apoteósico del “¡¡¡Digo NO!!!” de “Mal bicho”. En los Cadillacs habla la música, y de qué manera. El grupo elige abrir la velada no con la histórica apertura con música de James Bond sino con un compilado de temas e imágenes de La salvación de Solo y Juan en la pantalla gigante; la primera canción cuando aparecen los músicos, de hecho, es “Averno, el fantasma”, climática y magnética canción del nuevo disco que desmiente la supuesta obligatoriedad de arrancar con “una que sepamos todos”. Del estallido, además, se encarga lo que suena inmediatamente después: “El genio del dub” desata la fiesta en el Luna, con todo el campo unido en un solo salto y la gente de las plateas bailando en sus lugares.
Es imposible sustraerse al efecto que produce LFC cuando aborda esas canciones que poblaron el libro del rock argentino en estos treinta años. Van solo cuatro temas cuando el estadio se convierte en una coctelera de calor, fervor y disfrute con “Demasiada presión”, y sólo media hora de concierto cuando “El león” hace atronar nueve mil gargantas. Apenas se está diluyendo la fiebre que dispara “Saco azul” (otra oportunidad de lucimiento del Dr. Alderete en los dibujos en vivo) cuando “Revolution rock” lleva el efecto al paroxismo; el recuerdo del enérgico cover de The Clash -a su vez una versión de Danny Ray & the Revolutionaries- hace que todos, sin distinción de edad, queden ganados por un goce sin límites, un irrefrenable salto desbocado al grito de “todo el mundo a mover los pies y a bailar hasta morir...”. Son los Cadillacs en estado puro, qué joder, banda de sonido de tantas y tantas noches y tantos días; si la algo desmadejada versión de “Sábato” baja un poco el entusiasmo, el arrasador combo de “Carnaval toda la vida” y “Santa Carmela” vuelve a dispararlo todo: “Si no hay galope se nos para el corazón” sigue siendo declaración de principios tan contagiosa como movilizante. “Quinto Centenario” y el final de “Saco azul” propician arranques hardcore, demostrando que el grupo sabe tener precisión en velocidad. Un pifie en “Vasos vacíos” habilita el risueño gesto de “montoncito de dedos” de Vicentico a sus compañeros, pero no le quita valores a una versión calenturienta; “El satánico Dr. Cadillac” pone el moño por todo lo alto al cuerpo principal del show, con la multitud definitivamente entregada al festín.
Y si los Cadillacs tienen páginas célebres en abundancia, también pueden confiar en lo que vendrá. Con el disco recién editado, resulta natural que el público solo premie con el debido aplauso a las cuatro canciones seleccionadas para esta lista, pero no es aventurado augurarle un destino popular a los nuevos temas. “Averno, el fantasma” tiene un swing que probará su eficacia una vez que tenga rodaje radial; el bloque de La salvación de Solo y Juan ubicado entre “El león” y “Destino de paria” tuvo una profundidad musical que demuestra en vivo las virtudes del décimocuarto disco de estudio. “Navidad”, con Flavio en guitarra y Gabriel al piano, es un sutil remanso acústico, de pura belleza; la épica “No era para vos” reafirma cierto gen de The Who en estos Cadillacs ‘16 (no fue casual la breve cita a “Pinball wizard” en el final de “Vos sabés”). Y “La tormenta”, llevada al galope por los dos bajos Cianciarulo, es quizá lo más Cadillac del nuevo trabajo: un tema que, cuando la banda vuelva a Buenos Aires en unos meses, debería encender al público tanto como los viejos hits.
Entre el pasado y el presente, entonces; entre los históricos y la sangre nueva, en un show con la delicia extra de no tener cámaras y grúas estorbando la visión, Los Fabulosos Cadillacs volvieron una noche a Buenos Aires y brillaron, armaron la fiesta, disfrutaron ellos e hicieron disfrutar a todos. Tocando para vos, y para vos, y para vos. Y para vos, allá arriba, en la última fila de la popular, también. Exista el tiempo o no, es una alegría tenerlos de vuelta.
Músicos: Gabriel Fernández Capello (voz, piano), Flavio Cianciarulo (bajo, guitarra, voz), Mario Siperman (teclados), Dany Lozano (trompeta, coros), Fernando Ricciardi (batería), Florián Fernández Capello (guitarra, coros), Astro Cianciarulo (bajo, batería, coros).
Músicos invitados: Ramiro Flores (saxo), Joaquín de Francisco (trombón).
VJ en vivo: Ramiro Alderete.
Público: 9000 personas.
Duración: 130 minutos.
Estadio Luna Park, sábado 28.
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