Cantante, guitarrista y compositor, Delfor Sombra hizo su carrera desde México, donde se exilió en 1976. Allí formó el grupo Sanampay, que trascendió las fronteras durante la expansión de la música latinoamericana de fines de los ’70 y ’80. Paralelamente, fue uno de los guitarristas que acompañó a Alfredo Zitarrosa, durante la estadía del uruguayo en México, hasta 1983. La carrera solista de Sombra se materializa ahora en un nuevo disco, Como te amaba yo, que toma el título de un poema de Ernesto Cardenal que él musicalizó. El repertorio elegido pasa por Chico Buarque, Yupanqui, Dávalos y Falú, y por poetas de La Pampa, de donde es oriundo Sombra, como Roberto Yacomuzzi y Julio Domínguez. Los temas tienen un común denominador: son canciones de amor. “En el campo nunca cantábamos canciones de amor, crecimos con esa vergüenza. Le cantábamos al caballo, al poncho, cuanto mucho a alguna estrella, como alusión a una dama, pero no podíamos hablar de amor de frente”, dice Sombra. “Ahora me di el gusto de grabar todas esas canciones que me fueron quedando sin cantar.” El cantautor se presentará hoy a las 21 en el teatro-bar Tuñón (Maipú 849).

La de “guitarrista de Zitarrosa” es una carta de presentación que Sombra dice que prefiere no usar. “Si eres un músico más o menos completo, puedes acompañar a mucha gente. Pero es más hermoso si acompañas a alguien que quieres”, asegura. “Yo casi no digo que fui el guitarrista de Zitarrosa, no me presento así. Estoy muy agradecido por haberlo vivido, pero es algo muy mío. En México también conocí mucho a Yupanqui, pero no voy a andar diciéndolo, no voy a vanagloriarme de eso. Con Alfredo es igual.”

–Son muchos los que lo usan para presentarse. De hecho, parece que siempre está apareciendo un nuevo guitarrista de Zitarrosa.

–Es que Alfredo tuvo más de cincuenta guitarristas. Creo que habíamos sacado la cuenta de que yo fui el número 47. Hay gente que se saca la foto con el artista y la pone en el disco. Yo no lo hago.

–¿Tomó alguna enseñanza de aquellos años de amistad y trabajo compartido?

–Me convencí mucho más de que hay que cantar en serio y de que, para cantar, a uno le tiene que doler. A veces uno tiene cubierto el corazón de felicidad con el amor de alguien, por ejemplo, pero siempre hay algo que duele. Si no duele, hay que desconfiar. Hay una sentencia del Martín Fierro que yo aprendí de chiquito, y crecí con eso: “Procuren si son cantores el cantar con fundamento”. Así cantó y canta mucha gente: Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana, Mercedes Sosa, Víctor Heredia, León Gieco, tantos... A ellos les duele hasta el paisaje.

–Actualmente el folklore de la región pampeana no ocupa el mismo espacio que el de otras regiones. ¿Por qué cree que ocurre?

–Ese es un tema sensible para mí, como pampeano. En La Pampa hay poetas muy buenos e inquietos como Edgar Morisoli, Julio Domínguez, Roberto Yacomuzzi. Y un montón de músicos que quizás están muy mimetizados con la provincia, no logran salir. Hay que tener en cuenta que nuestra provincia es muy joven. En los ’60, cuando se dio el boom del folklore, no tenía definido el cancionero necesario. Yo soy uno de los que se fue a otro país, y desde ahí graba cosas de La Pampa. Ahora falta que la muchachada se largue a dar el paso de salir a mostrar lo suyo.