Miércoles, 7 de febrero de 2007 | Hoy
MUSICA › GIAN CARLO MENOTTI
El compositor fallecido la semana pasada, a los 96 años, fue el gran continuador de la tradición pucciniana. Aunque opuesto a las vanguardias, tomó de ellas recursos que pudieran servirle con fines dramáticos. “Me interesa que la ópera sea accesible, que siga emocionando”, decía.
Por Eduardo Fabregat
“No creo que se deba componer ni en contra de uno mismo ni en contra de la voz humana”, dijo una vez, a Página/12, Gian Carlo Menotti. El compositor, que murió la semana pasada a los 96 años, había estado en Buenos Aires para dirigir escénicamente su ópera El cónsul, en el Teatro Colón. Fue, sin duda, un autor a contramano de su época. Y, sin embargo, de una manera paradójica, fue un autor moderno. Opuesto a las vanguardias –de las que tomó, sin embargo, recursos que pudieran servirle con fines dramáticos– fue, en el siglo de las rupturas, el gran continuador de la tradición pucciniana. Su estilo musical, en gran medida, fue el de los fines del siglo XIX, decorado con pequeñas pizcas de modernismo. Sus temas, la importancia que para él tuvo la idea de la recepción popular de sus obras, sus maneras de entender el escenario e, incluso, un sentido cinematográfico de la narración, fueron los del siglo XX.
“Soy un hombre de teatro”, decía. “Y lo soy en el mismo sentido en que lo eran Verdi, Wagner y Pu-ccini. Porque, como ellos, antes que nada soy un compositor.” También afirmaba que la ópera era, sobre todo, “un género vocal”. Y allí, decía, “el instrumento es la voz y la voz debe cantar cosas que pueda cantar”. Nacido en Cadigliano y ciudadano estadounidense –de hecho, gran parte de sus obras son en inglés–, Menotti fue, también, el libretista de sus obras. Por el de El cónsul ganó el Pulitzer y el Premio del Circuito de Críticos Teatrales de Nueva York. En esa obra cuenta, en clave kafkiana, el intento de huida de un país innombrado pero con muchos de los rasgos con los que Europa occidental caracterizaba a la Europa del Este en años de la Guerra Fría. “El tema, lamentablemente, no ha perdido ninguna vigencia; sigue habiendo guerras, sigue habiendo persecuciones y sigue habiendo burocracias que fagocitan al individuo”, comentó a este diario en ocasión de esa visita porteña.
En relación con las estéticas dominantes durante el siglo XX, Menotti, que se reconocía admirador de Wozzeck de Alban Berg y de Lady Macbeth en el distrito de Msensk de Shostakovich, afirmaba no componer desde posiciones de barricada. “Me interesa que la ópera sea accesible; que siga emocionando y contando historias que tengan que ver con la sensibilidad de la gente como La traviata tenía que ver con lo que las personas sentían en la Italia del siglo XIX. Pero no creo que sea obligatorio hacerlo del modo en que yo lo hago. Simplemente necesito componer cosas que me expresen. El arte es una voz personal y, en cuestiones personales, poco importan las teorías.” Si los experimentos en contra del género de muchos autores no le interesaban demasiado, tampoco lo hacía el minimalismo, con el que confesaba “aburrirse horrores”. Con respecto a Einstein on the beach de Philip Glass opinaba, por ejemplo: “Si esa música no nos pone especialmente nerviosos, lo que es una posibilidad, es buena para dormirse a los pocos minutos”. Como director teatral su credo también era claro: “Si uno va a ver una obra de Shakespeare le interesa Shakespeare, no Peter Brook o el genio que viene a demostrar que él sabe mejor que Shakespeare lo que Shakespeare quería decir”.
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