Con Osvaldo somos muy amigos, y hay una admiración mutua. Tuve la suerte de conocerlo creando en los más diversos contextos, como el trabajo en el disco nuevo del Kronos Quartet o con Café Tacuba, o la música que hicimos juntos para un corto de Alejandro González Iñárritu sobre el 11 de septiembre. Ahora hicimos Ayre, que contiene también un par de composiciones mías, y lo llevamos por grandes escenarios de todo el mundo, desde Nueva York a Londres. También colaboramos en otro disco, la grabación de La pasión según San Marcos, una obra con un coro de 90 personas. Es alguien con quien espero seguir colaborando y con quien puedo seguir imaginando cosas de lo más diversas. Admiro su talento, su forma de componer y arreglar, el manejo de los timbres y la forma en que trabaja con los músicos. Siempre se rodea de gente muy especial, y ahí también está su talento, en el ojo y el gusto que tiene para buscar músicos que lo acompañen. En eso es de lo más abierto: se rodea de gente con formación clásica, y también de tipos como yo, que no sé ni leer ni escribir música. Y además de todo eso, es un tipo que me encanta como persona.