Martes, 6 de marzo de 2007 | Hoy
MUSICA › COMIENZA LA TEMPORADA DE LA FILARMONICA
Fernando Hasaj será el solista y Stefan Lano el director de la apertura. Con el Colón cerrado, la cita es en el Gran Rex.
Por Diego Fischerman
“A la memoria de un ángel”, enuncia la dedicatoria. Y la obra es, en efecto, de un lirismo conmovedor. Pero ese concierto para violín escrito por Alban Berg en 1935 es, además, una obra dodecafónica. Es decir, escrita siguiendo una técnica que, para muchos de los amantes de la música, es el sinónimo más perfecto de la antimusicalidad. Esa contradicción aparente es, tal vez, uno de los elementos más seductores de esta obra maestra escrita bajo la impresión causada por la muerte, a los 18 años, de Manon Gropius, la hija de Alma Mahler y su nuevo marido, el notable arquitecto Walter Gropius.
Las maneras de componer del romanticismo habían llegado a lo que, en una época convulsionada, se sentía como un límite imposible de superar. La organización de la narración musical en función de las tensiones y distensiones que podían provocar determinados acordes había arribado a un grado tal de tensión, con las últimas obras de Wagner y, luego, con el Richard Strauss de comienzos del siglo XX, que ya nada parecía posible dentro de ese sistema conocido como “tonalidad funcional”. Arnold Schönberg ideó entonces un sistema que, al tomarse a los semitonos (las negras de un teclado de piano) como sonidos con la misma entidad que los otros y al evitar las repeticiones de cualquiera de las notas de la escala, de modo que ninguna primara en el oído sobre otra, generara la sensación de “sonidos en sí mismos”. Parte de sus fuentes tuvieron que ver con la pintura abstracta y con la idea de lograr una música que fuera sólo música. El sistema parecía artificial, pero la tonalidad también lo era y Schönberg aseguraba, a quien quisiera oírlo, que el gusto era una cuestión de frecuentación y que algún día los cocheros silbarían melodías atonales. Ese nuevo sistema, bautizado dodecafonismo, tuvo, además de Schönberg, dos grandes cultores, sus discípulos Alban Berg y Anton Webern. Y si hiciera falta alguna prueba de que los resultados del sistema dependerían no de su propia naturaleza especulativa sino, como siempre, de quienes lo usaran. bastarían las profundas diferencias estilísticas entre los tres. Berg, tal vez el más intelectual de todos ellos, trabajó estas escalas de doce sonidos de manera que establecieran, de todos modos, tensiones y distensiones similares a las del viejo sistema tonal. Y tanto en sus óperas Wozzeck como Lulu como en la Suite lírica o el magistral Concierto para violín y orquesta, logró aunar la novedad estética con el sentido teatral y la idea del canto. Escrito para Louis Krasner, este concierto, a pesar de ser ya un clásico, no está entre las obras más tocadas en Buenos Aires. Por eso, el hecho de que hoy la Filarmónica de Buenos Aires abra su temporada 2007 con esta composición constituye, además de un dato significativo sobre los valiosos nuevos rumbos tomados por la orquesta, una ocasión inmejorable para escucharla en vivo. Con el excelente violinista Fernando Hasaj (actual director de la Camerata Bariloche) como solista y Stefan Lano como director, el concierto, que será a las 20.30 y en el Teatro Gran Rex, debido a que el Colón se encuentra cerrado por reformas, se completará con una de las grandes obras del romanticismo tardío, la inconclusa Sinfonía Nº 9 de Anton Bruckner. Y quienes quieran detectar en ella una curiosidad, podrán prestar atención, más a menos a los 4 minutos del primer movimiento, como este compositor austríaco logró parecerse, sin saberlo, al “Adiós Nonino” de Astor Piazzolla.
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