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Lunes, 24 de septiembre de 2007

MUSICA › SEGUNDA JORNADA DEL PEPSI MUSIC

Café Tacuba, con energía y sutileza

Los mexicanos se lucieron en Núñez. No Te Va Gustar y Arbol fueron los más convocantes. Anoche cerraba Molotov.

 Por Roque Casciero

Una vez más, Café Tacuba demostró ante el público argentino por qué desde hace rato es la mejor banda de rock de América latina: en su show hay energía y sutileza, canciones con profundos cuestionamientos internos y también otras para el “taconeo” desenfrenado, y la dosis exacta de búsqueda sonora como para no interrumpir la fluidez en la relación con quienes están debajo del escenario. La chilanga banda no se amedrentó por salir a escena ante una cuarta parte de la gente que la noche anterior había visto en el mismo lugar a los Héroes del Silencio: cada una de las 8 mil personas que vieron a los Tacubos saltó, bailó y cantó durante las casi dos horas del concierto que cerró la segunda jornada del Pepsi Music. Por los cuatro escenarios instalados en el Club Ciudad de Buenos Aires pasaron también Arbol, No Te Va Gustar, Cielo Ra-zzo, La Portuaria, Estelares, Antonio Birabent y Dani Umpi, entre muchos otros. Al cierre de esta edición, en el mismo lugar tocaban Molotov, Intoxicados, Jóvenes Pordioseros y Guasones.

El espíritu festivalero a la usanza porteña volvió a instalarse en Núñez, ya que en la fecha de apertura sólo se habían presentado Enrique Bunbury y su vieja banda reunida (y ahora vuelta a separar). Con el solcito de la tarde había quienes preferían no prestarles demasiada atención a las bandas que no conocían sino aprovechar las “atracciones” casi de feria que propone el festival: un samba, puestitos tipo kermesse, simulador de surf... Otros hacían cola para que en una carpa les tiraran las cartas o les dejaran sobre la piel un tatuaje de los que salen al primer lavado. Pero en los escenarios había rock del bueno. Los Estelares, por ejemplo, salieron más aguerridos que de costumbre, aunque sin por eso perder el estilo que los distingue, especialmente al finísimo guitarrista Víctor Bertamoni: ahora que suenan en la radio son más los que corean esas viñetas en technicolor o blanco y negro que desgrana el cantante Manuel Moretti (que se olvidó la letra de “Aire”... ¡quién tuviera los teleprompters de Bunbury!). Sobre el escenario que luego ocuparían los Arbol, el ex cantante de esa banda, Eduardo Schmidt, tocó el violín como invitado de Estelares en “Ella dijo”, una canción con seguro destino de hit.

Más tarde, mientras las sombras empezaban a imponerse sobre el predio, La Portuaria logró levantar a un público bastante pasivo a fuerza de viejos hits como “El bar de la calle Rodney”, “Selva” y “Devorador de corazones” (otra vez la importancia de la radio y el “puro rock nacional”) en versiones que gozaron de una inyección extra de energía. Fue en el escenario principal, que cuenta con una larga pasarela, montones de pantallas y una puesta de luces a la altura de los notables antecedentes que tiene el festival en esa materia. Por allí también pasaron los Cielo Razzo, que tenían público propio, ya acostumbrado a corear esas canciones con mucha impronta de Los Piojos. Lo que hace que los rosarinos asomen la cabeza entre la nueva generación del rock barrial –un malón en el que abunda la mediocridad– es la convicción y la solidez que transmiten.

Aunque los mexicanos Café Tacuba eran el cierre, los shows con más público fueron los de No Te Va Gustar y Arbol (que tocaron en el segundo escenario, inteligentemente ubicado frente al principal). Lo de los uruguayos fue una muestra más del crecimiento que desde hace unos años experimentan aquí: con menos “sabor local” que sus compatriotas de La Vela Puerca, pero con una sección de vientos capaz de despeinar a unos cuantos, NTVG convence a fuerza de canciones (“Verte reír”, “Al vacío”). ¿El rock barrial cruzó el charco hasta Montevideo? La banda de Emiliano Brancciari tiene muchos elementos de ese género tan argento, pero la sagaz cruza con el reggae y el ska (por momentos es inevitable la referencia a Los Cadillacs) le permite desmarcarse de los estereotipos más evidentes.

Quienes parecen no poder salir de sus propios personajes son los Arbol, aunque al menos cuentan con la chapa de haber sido quienes los crearon: el cantante Pablo Romero arenga tanto a la multitud que llega a cansar a quienes no están entregados de pies y manos a ese juego, casi de animador de fiesta infantil zarpado. Con la difícil tarea de superar su mejor etapa y ya sin Schmidt en sus filas, el ahora cuarteto de Haedo presentó varios temas nuevos que siguen su línea anterior (“Soy vos”, “Plata plata”), más los clásicos “Cosacuosa”, “Enes”, “Prejuicios” y “Vomitando flores”.

También hubo estrenos durante el show de Café Tacuba. El comienzo fue con “Gracias”, una ironía sobre lo difícil que es provocar cambios políticos, y la realidad mexicana también se metió en “De acuerdo”, que habla de las divisiones instaladas por la partidocracia. El tercer anticipo de Sino, que saldrá en octubre, fue el corte “Volver a comenzar”, una suite pop de tres partes en la que conviven el post-punk inglés (New Order, The Cure) con las armonías vocales a la Brian Wilson. Al parecer, habrá más adelantos en los shows que el cuarteto dará hoy y mañana en La Trastienda. Claro que, obviamente, los puntos más altos del concierto fueron cuando los chilangos desempolvaban algún viejo hit como “Ingrata”, “Cómo te extraño”, “María” o “Chica banda”, que cerró el show como regalito fuera de programa (no estaba en la lista). El cantante Rubén Albarrán no dejó una gota sin transpirar, corriendo de un extremo al otro de la pasarela, saltando sin parar sobre el escenario y revoleando sus trenzas debajo de un sombrero que le tapaba la mitad del rostro. Después, sin dejar de cantar, bajó a saludar al público que se apelotonaba contra la valla, y bailó la risible coreografía de “Déjate caer” junto a sus compañeros. Al final, los cuatro Tacubos y el batero invitado improvisaron un trencito por la pasarela para dar el último saludo, como si hiciera falta alguna muestra más de lo bien que público y banda lo habían pasado en esa noche festivalera.

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Café Tacuba volvió a demostrar por qué se la considera la mejor banda de América latina.
 
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