Lunes, 5 de noviembre de 2007 | Hoy
MUSICA › NUEVA PRESENTACION EN RIVER
Gustavo Cerati confirmó arriba del escenario que habrá un sexto y último show el 21 de diciembre.
Por Eduardo Fabregat
Tiene su lógica: lo que era rumor se terminó convirtiendo en rugido. En la noche del sábado, cuando Gustavo Cerati saludó a 65 mil personas con un aparentemente descuidado “Bienvenidos a casi el último show”, ya hubo un clamor generalizado. Y cuando el cantante y guitarrista lanzó que “esto es fresquito, recién llegado: 21 de diciembre”, ni siquiera faltó que sonara el primer acorde de “(En) La ciudad de la furia” para que todo el Monumental estallara. Con esa frase, Cerati convirtió los trascendidos en versión oficial: Soda Stereo ya puede colocar en su vitrina la copa por el record absoluto de shows en el estadio de Núñez, superando la serie de cierta banda llamada Rolling Stones en 1995 y 1998. Con lo que aquello de Me verás volver ya puede ser inmortalizado como Me verás arrasar, y el célebre interrogante de “¿hasta dónde llegaré?” ya tiene una (contundente) respuesta.
La confirmación de la sexta y última cita, cierre de la gira –mientras permanece, aunque con menos crédito, ese otro rumor que habla de un show gratuito en la 9 de Julio– no fue lo único destacable de la quinta fiesta del trío en River. Se llevó los títulos principales, es cierto (había que ver la fiebre de mensajes de texto desatada en el acto por la frase de Cerati), pero para quienes habían estado en el fin de semana del debut fue evidente que el primer rodaje de la gira, los shows porteños, en Chile y Ecuador, ya hicieron su efecto. La lista de canciones se mantiene casi inalterable, pero hay sutiles diferencias en la actitud de escenario: superada la etapa crítica del arranque, Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti parecen empezar a disfrutar cabalmente ya no solo del evento histórico, sino de lo que sucede ahí arriba, ese acto íntimo presenciado por miles de personas que, a medida que encuentra los cauces naturales del placer de tocar, se traduce en una mayor cohesión y potencia.
¿Suena mejor, entonces, este Soda Stereo que el de hace un par de semanas? Difícil saberlo con los remolinos de viento que atormentaron al ingeniero de sonido Adrián Taverna (y al público, claro) el sábado, pero de todos modos no se trata de una cuestión específica de sonido. La demostración de que el motor está cada vez más a punto pasó por las tremendas versiones de “Hombre al agua”, “Final caja negra”, una “Persiana americana” verdaderamente monumental, “Un millón de años luz”, la cancha temblando por “De música ligera”, ese momento de electricidad palpable en el aire que es “No existes” o la delicadeza de “Fue”, con el estadio convertido en arbolito de Navidad colmado de luces celulares, y no solo de la marca auspiciante. O por los espacios de juego con la gente en “Picnic en el 4 B”, o el auténtico arrebato de Cerati en “Sueles dejarme solo”, cuando, poseído por un espíritu Townshend, le arrancó a su guitarra todo un infierno sonoro y terminó lanzándola al piso. Si los detractores de Soda Stereo apuntan a la estudiada profesionalidad del grupo en escena, allí no hubo mayor ensayo, sino un brote de adrenalina provocado por la tormenta que el grupo estaba desatando.
“Me gustaría dedicarle a alguien todo esto que nos está pasando, que es verdaderamente increíble”, arrancó el líder en la primera tanda de bises, cuando “Cae el sol” había dejado paso a una cita del “Here comes the sun” Beatle y se preparaba la apoteosis de “Prófugos”. “Tenemos orgullo de haber nacido acá, donde hay muchos músicos realmente geniales. Esta es la mejor profesión del mundo, ¿no? Entonces, me gustaría dedicarle esto a todos los músicos increíbles que tiene este país, y que ojalá esto también sirva de algo para todos ellos”. El mensaje tiene su razón de ser. Más allá de que la fabulosa serie de seis estadios, cerca de 400 mil personas, tiene que ver con el regreso de una banda capital en la historia del rock argentino, no deja de resultar alentadora esta demostración de convocatoria de la música joven, esta capacidad de movilización en tiempos en que el rock de base vive acosado por la asfixia de no tener lugares para tocar ni lugares de expresión más allá de lo marginal o lo excesivamente sponsorizado. Sí, Soda es un fenómeno único, difícil de homologar con otras instancias y representantes del rock local. Para los músicos under, las cosas no cambian mucho por la heroica serie de Soda. Pero ese entusiasmo que baja desde el escenario también es contagioso, viene a recordar que esos tres tipos nacieron en un pub inmundo y llegaron a la gloria y, más allá de las diferencias estilísticas, pueden servir como espejo. Hasta para el pibe que quiere tocar rock duro y no melodías pop, ser un recordatorio de que, con una guitarra en la mano, cualquier sueño es posible. Hasta “ganarle” a los Stones.
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