Jueves, 22 de noviembre de 2007 | Hoy
MUSICA › SUMAIA DAJER, UNA CANTANTE Y PIANISTA QUE EVADE TODOS LOS ROTULOS
Por Cristian Vitale
Entrar en el micromundo de Sumaia Dajer requiere de un breve background. Su disco debut, luego de cinco ajetreados años como voz principal de Vincent Vega, tiene rasgos que escapan a clasificaciones standard: es ella con su piano, más un salpicado de colaboraciones dispersas. Es ella, y su piano, cantando el grueso de canciones en inglés, alguna en árabe y un mínimo en español. Es ella en su universo, dulce y desgarrador. “No sé qué soy, no me caratulo. Creo en energías, en el poder que yo puedo generar. No tengo idea sobre cómo estamos acá, no tengo una teoría sobre el mundo... prefiero mantenerme en la duda y esta música me viene del universo”, define, en primera instancia. Vuelta de hoja: Sumaia, pianista precoz –empezó a estudiar el instrumento a los tres años–, es una inspiradísima música que evade todo rótulo. Hija de libaneses, nacida en Buenos Aires hace 31 años mezzosoprano, cumpa musical del compositor ruidista Lorenc Barber y del dúo de música electrónica Big Head, acaba de editar el singularísimo Secret, masterizado por el ex tecladista de los Cadillacs Mario Siperman. Poco hay de parecido –en Argentina– a esta propuesta que mixtura una libertad total al piano con un registro de voz agudo, caudaloso, basado en una técnica de voz lírica, italiana y antigua, que algunos llaman Belcanto. “No estoy de acuerdo con esa definición, porque el belcanto no tiene registros grabados de esa época y queda raro afirmarlo así”, dice ella, alumna y profesora.
–¿Cuáles son las características de la técnica? Un sinfín de cantantes idolatra a Susana Rossi, la referente del género en Argentina.
–Es lo más sano que existe para la educación de la voz, porque no hacés ningún esfuerzo para cantar y trabajás mucho en quitarte los vicios: ampliás cada vez más tu registro y ganás en agudos y resistencia.
–¿Vicios?
–Sí (risas). Te quita la compulsión de apretar con la garganta o llevar la voz al pecho... te sale una voz natural, pero para lograr que tu voz sea ideal no hay que fumar ni drogarse.
Al background: que su debut como solista –que presentará hoy en La Cigale– esté en su mayoría cantado en inglés obedece a una razón lingüística. Sumaia aprendió a hablar mucho después de cantar –tenía dos años y medio– y el español siempre le resultó un idioma franco. Explícito. “Tiene que ver con mi evolución lingüística –dice ella–, siempre disfruté del inglés, porque es una lengua que me esconde. Recién ahora estoy menos cobarde, estoy pudiendo decir las cosas y que no pase nada. Para mí es natural cantar en inglés, porque cuando compongo empiezo a delirar con las letras... pero es un inglés medio raro, precario, hasta incluso invento palabras. En español me cuesta más: tengo que pensar la letra, armarla. Quise darme libertad por ese lado y descansar.”
–¿Siempre es así?
–Ahora me está gustando mucho pronunciar en español y estoy reversionando los temas en castellano. El próximo disco viene al revés: dos temas en inglés y el resto en castellano.
Sumaia es hija de un libanés que ancló en Argentina a los 24 años y de una nieta de libanés, que llegó al país en el vientre de su madre. Su nombre significa nobleza en árabe y la ascendencia provoca otra atipicidad en el disco: uno de los temas –“Madhouse in black and white”–- está cantado en su lengua paterna. “Cuando nací, mi padre aún no hablaba español. Incluso, cuando empecé el colegio, yo hablaba en árabe y las maestras citaban a mis viejos, porque no me podía comunicar con mis compañeritos. Este tema es un homenaje a mi idioma de origen.”
–El disco suena personal, íntimo. ¿Es introspectiva?
–De chica era de jugar sola. Puedo estar en soledad durante mucho tiempo, hasta que toco fondo... ahí recién pregunto dónde está la gente, dónde hay alguien que me ayude con el contraste.
–Hay una experiencia fuerte en el medio: Vincent Vega. ¿Le sirvió para socializarse?
(Risas.) –Me integré al grupo cuando encaré en serio mis estudios como pianista y cantante y permanecí cinco años. Fue un gran aprendizaje. Grabamos dos discos (uno quedó inédito) y nos separamos, porque todos entendimos que Federico Aubele (fundador) tenía que empezar su carrera solista. Yo aproveché la movida, empecé a trabajar con lo mío, primero sola y después con ayuda.
–Lo gregario es imposible de evitar en música...
–Es algo que fui aprendiendo con el tiempo: intenté empezar sola, pero después me dije “no seas omnipotente”.
–¿Pianistas preferidos?
–No escuché muchos... lo mío con el piano fue más instintivo. Tal vez, los más cercanos a mi estilo sean Tori Amos o Thelonious Monk, pero yo veo al piano no tanto desde el lado del virtuosismo, sino de la fluidez. Intento guiar a mis dedos en busca de la creación.
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