Viernes, 14 de diciembre de 2007 | Hoy
MUSICA › EL DEBUT DE SERRAT Y SABINA EN BUENOS AIRES
En el primero de los cuatro shows que cerrarán la gira Dos pájaros de un tiro en la Argentina, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina desplegaron todo su arsenal de canciones y gags para un público absolutamente fanatizado.
Fueron seis meses de gira por dos continentes y unas cincuenta ciudades, repartidos en más de setenta conciertos. Los Dos pájaros de un tiro, tal como eligieron llamarse en yunta Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, eligieron cerrar esta maratónica –y también histórica– gira justamente en Buenos Aires, en la cancha de Boca Juniors, ante cuarenta mil almas, con dos mil entradas agregadas a último momento que volaron en cuestión de minutos. Y anoche, en el primero de sus shows de despedida (actuarán también hoy, el domingo y el martes), agradecieron en su estilo: “Qué emoción volver a casa en tan buena compañía”, arrancó Sabina quince minutos antes de las 22, cuando el dúo finalmente apareció, después de la proyección de un noticiero apócrifo que indicaba que no lo haría. “Bienvenidos, y gracias por haber superado sus escrúpulos más primitivos, y que no les haya importado llegar hasta este estadio”, completó Serrat. Y el estadio, por supuesto, estalló.
Lo que siguió fue algo más de dos horas de clásicos de uno y otro, en las voces de uno y otro, en un cruce que pronto se reveló de lo más acertado en su ajuste musical. Pero, sobre todo, un show armado en base al humor, con gags afilados, letras de canciones cambiadas, gastadas mutuas y cruces de payadas: al igual que en Rosario, el dúo se embarcó en una sentida copla dedicada al “Negro” Fontanarrosa, y las imágenes del fallecido dibujante y escritor arrancaron una ovación unánime. Puestos a cargarse el uno al otro, Sabina y Serrat aparecieron transformados en dos comediantes de stand up, con bombín, bastón y todo, cambiando bromas sobre sus respectivos estados físicos, rematados por los pasos de vaudeville de sus músicos, que terminaban de cerrar una imagen de espectáculo integral de música y texto, reunión multitudinaria de viejos amigos confianzudos.
La gente había empezado a llenar desde la tarde la cancha de Boca, por las once puertas habilitadas y con esa clase de fervor que los dos españoles saben despertar en el público argentino. Cuando se acercaba la hora señalada y se apagaron las luces, lo primero que se vio en las pantallas fue una emisión trucha de Telenoche, con María Laura Santillán y Santo Biasatti anunciando que, lamentablemente, los dos cantautores españoles dejarían plantados a todos en la Bombonera. Se los había visto por última vez en el bar de un hospital. Pero pronto la imagen de la ambulancia dio paso a la entrada triunfal de los dos pájaros, con la canción que suena como corte de difusión de esta gira, un cruce entre “Ocupen su localidad” y “Hoy puede ser un gran día”.
Con el sostén musical de Ricardo Miralles y Antonio García de Diego, Sabina y Serrat se toman prestadas canciones mutuamente y les cambian el ropaje. Y si a priori puede parecer difícil que la voz aguardentosa del cantautor de Ubeda encaje en “Mediterráneo” o el estilo aplomado del catalán en “La del pirata cojo”, el resultado del experimento es de lo más simpático. El repertorio incluye sólo grandes clásicos revisitados por sus propios dueños: “Penélope”, “Mediterráneo”, “Tu nombre me sabe a hierba”, “No hago otra cosa que pensar en ti”, “Pueblo blanco” (en la que Serrat quedó solo sobre el escenario), “Lucía”, “Y sin embargo”, “Para la libertad”. “Princesa”, “19 días y 500 noches”, “Con la frente marchita”, “Pastillas para no soñar”, “Y nos dieron las 10”: una andanada de clásicos que, no podía ser de otra manera, encendieron a la multitud que le puso el color y calor adecuado al templo del barrio de La Boca. Una multitud, por otra parte, eminentemente femenina, tanto como para arriesgar un porcentaje del 70 por ciento de mujeres de todas las edades: en ese universo, además, pudo palparse un cierto favoritismo de las más jóvenes por la figura de Sabina, mientras que las más veteranas no dudaban en dedicar sus aplausos más sentidos al catalán.
Queda claro: estos dos pájaros están de vuelta. Y lo explicitan después de cargarse mutuamente sobre enfermedades, descensos a los infiernos y achaques varios. Adaptan “El muerto vivo”, un tema popular de la rumba catalana, y cantan sobre un tablado improvisado: ¡No estamos muertos, estamos de parranda!, celebran a los cuatro vientos. Ahora que se aprendieron bien el papel de estos Dos pájaros de un tiro, y lo pulieron en meses de gira, Serrat y Sabina son los dos tíos borrachines de la fiesta, esos que siempre aseguran mantener bien arriba el clima de la reunión, aun a costa de algún que otro exabrupto. Pero ojo, no son de esos borrachos cargosos que el anfitrión quisiera ver fuera de la fiesta cuanto antes: son tíos de los que saben elegir el whisky. Hombres de mundo y con mundo vivido. Dueños de historias dignas de ser escuchadas, sin que importe si hay algún rastro de verdad en ellas. Algunos años atrás –no tantos, después de todo– estos tíos escribieron canciones que llegaron a nombrar a hijos, a fijar en el recuerdo para siempre situaciones, a alumbrar momentos felices, a acompañar penas. Canciones que quedaron. Ahora se toman el atrevimiento de reírse de estos temas, y de sí mismos. Siguen despertando suspiros en las damas y cierta envidia en muchos hombres, que comparan sus chistes con los propios y refunfuñan por lo bajo: Qué par de pájaros los dos.
Informe: Karina Micheletto y Fernando D’Addario.
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