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Lunes, 31 de octubre de 2005

MUSICA › EL FESTIVAL BUE MIX EDITION, EN EL CLUB CIUDAD DE BUENOS AIRES

Breve viaje al primer mundo del rock

Elvis Costello, The Strokes, M.I.A. y Dizzee Rascal, entre otros, le dieron otro tono al fin de semana porteño.

 Por Roque Casciero

Como sucedió con los dos festivales anteriores que se hicieron en el club Ciudad de Buenos Aires (el primer BUE y el Personal), el BUE Mix Edition del viernes y el sábado pasados fue una de esas raras oportunidades en las que, después de la devaluación, el público argentino tuvo la oportunidad de mirar, casi a través del ojo de una cerradura, qué es lo que está pasando en el rock del primer mundo. Y eso sólo ya convierte a esta clase de encuentros en imprescindibles, por más que el escenario principal no esté a la altura de los que presentan los festivales europeos o que la cantidad de artistas no logre siquiera igualar a la de los brasileños (además de quienes llegaron aquí, en Río de Janeiro tocaron Wilco, Television y Arcade Fire, entre otros). Pero ya se sabe que la crisis y la geografía no benefician al espectador local ávido de propuestas nuevas y de ver a figuras con larga trayectoria que nunca habían pisado la Argentina. Y es entonces cuando cobra más valor haber podido encontrarse con shows para el recuerdo como los del legendario Elvis Costello, The Strokes, Fischerspooner, M.I.A. y Dizzee Rascal, por ejemplo.
Los Strokes, responsables del advenimiento del retro rock, pidieron tocar para todo público y fue por eso que el festival se desdobló en dos fechas, cuando en principio estaba previsto hacerlo sólo el sábado. Pero los neoyorquinos acertaron, porque no dejaron afuera a esa buena parte de su público que todavía no llegó a los 18. La helada noche del viernes, entonces, sólo tuvo cuatro shows, todos en el escenario principal: además de los Strokes, pasaron por allí los Kings of Leon y los locales Interama y Don Adams. Lo de los Kings, tres hermanos y un primo oriundos del sur de Estados Unidos (de ahí la influencia Creedence Clearwater Revival), fue monótono y sin onda. Arrancaron el show con sus dos temas más conocidos y nunca lograron establecer una lucha pareja contra el frío que calaba los huesos. Ojo, no es que los Strokes sean una máquina de entretenimiento ni que se desvivan por comunicarse con el público, pero al menos se los vio con ganas de tocar. Y en el juego de diferencias ganaron por goleada, porque su música está sostenida en el gran trabajo que hacen los guitarristas Nick Valensi y Albert Hammond Jr. Además, el cantante Julian Casablancas, con saquito de almirante, se entregó frente al micrófono, sin problemas para pasar del tono arrastrado de Is this it al grito en The end has no end y Last nite. Por eso se movió el piso cuando hicieron 12:51 y al final, con Reptilia.
Al día siguiente, el panorama del Ciudad era muy diferente. Además del escenario principal, había otros tres, por los que pasaron músicos y DJs hasta que salió el sol del domingo. La superposición de shows y los horarios que no se cumplían hizo que algunos artistas debieran tocar frente a menos público que el esperado, porque la gente iba de un lugar a otro en busca del sonido necesario. El momento más ro-ckero de la noche lo aportó Costello, que dio una clase magistral con un set que se alargó más allá de los planes. Como era su primer show en Buenos Aires, eligió cantar todas esas canciones que sus fans deseaban, desde Watching the detectives y Alison hasta Pump it up. Y le dio el gusto a las damas que fueron a escuchar el cover de She que fue un éxito en la banda sonora de una película, aunque con un gesto claro de que no era lo suyo: leyó la letra puesta en un atril. Costello se plantó vestido de traje gris, camisa rosa, corbata verde y gorro de lana, y paró sólo un dos veces: para agradecer al público y para recordar que había compuesto la canción Shipbuilding con la guerra de Malvinas (no dijo Falklands) en mente.
Antes, por el escenario grande habían pasado la española Bebe y su “caravana gitana”: los miembros de su banda más los de los grupos de estos, El Combolinga y El Tío Calambre. Aunque la autora de Malo se resiste a pasar todo el tiempo en el centro del escenario y está más que gustosa de que los demás hagan sus canciones, lo cierto es que la mezcla de pop, flamenco y hip hop que lleva su firma es mucho más interesante que el desbande que arman sus compañeros. En el final de su show, Bebe se calzó una peluca rubia y, divertida, jugó a ser hija de George W. Bush cantando “mi papá tiene una silla eléctrica”. No fue la única dama frente a los micrófonos: Jody Stenberg, vocalista de Morcheeba, no arrugó por ser la reemplazante de Skye Edwards, y hasta tocó el saxo durante el set bien FM de la banda; Mimi Maura puso sabor caribeño en la carpa más grande; Solex mostró una propuesta interesante basada en los samples, la voz y una batería; y Entre Ríos ofreció su pop construido con programaciones. Pero la chica de la noche fue M.I.A. (por Missing In Action, desaparecida en acción), nativa de Sri Lanka, estrella del hip hop británico con su mezcla de ritmos hindúes y un raggamuffin inusual. Apoyada por un DJ y otra cantante, provocó que la carpa en la que rapeaba estuviera atestada.
En el mismo lugar le fue muy bien a Dizzee Rascal, otro de los nombres fuertes del hip hop inglés. Rimas filosas y la increíble performance de DJ Semtex (quien perdió su brazo derecho y mezcla ¡con los dientes!) levantaron al público. Mientras, en otra carpa, Fischerspooner ponía a bailar con su notable tecnopop y todo el carisma del cantante Casey Spooner, una suerte de Ziggy Stardust musculoso e hilarante. Y más tarde, Cut Chemist y su house, y multitud de DJs para que la noche se alargara un poco más. Si es que el cuerpo resistía, claro.

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Elvis Costello dio una clase magistral de rock, en una noche tan fría como heterogénea.
 
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