CINE › JORGE GAGGERO HABLA DE “VIDA EN FALCON”
“Quería que los hechos hablaran por sí mismos”
El cineasta llevó a un documental la increíble historia de Orlando y Luis, que después de haberse quedado sin casa se mudaron a... un Ford Falcon. Fue filmado en el 2002, pero no hay alusiones explícitas a la crisis.
Por Horacio Bernades
“La película se llama Vida en Falcon porque trata sobre dos tipos que viven en esos autos, pero también porque el Falcon debe ser el auto más asociado con la historia argentina, de los ’60 para acá”, dice Jorge Gaggero, con una voz que es como un hilo quebradizo. “Es como si Falcon, además de ser un auto, fuera un planeta, el planeta Falcon, que es también el planeta Argentina. Por eso es que el título de la película puede leerse como Vida en el planeta Falcon.” De acuerdo con lo que muestra la película de Gaggero, ese planeta es uno en el que dos personajes de clase media baja, luego de quedarse sin casa decidieron hacer del “auto de los argentinos” la suya. O las suyas, mejor dicho, ya que Orlando y Luis, protagonistas de Vida en Falcon, vivirán en la calle, pero no por eso dejan de soñar con la casa propia, cada uno sobre sus cuatro ruedas.
Lo más raro de todo es que Vida en Falcon, que este jueves se estrena en los cines Malba y Cosmos, no es una película de ficción, como todo parecería indicarlo, sino un documental puro y duro. No hay nada inventado ni reconstruido ni fabricado en la segunda película de Gaggero, realizador de Cama adentro. Cronológicamente es la primera, ya que Gaggero (35 años) la filmó bastante antes de la otra, aunque el estreno termine siendo posterior. En verdad se habían presentado las dos al mismo tiempo, en la última edición del Bafici, cuando Cama adentro tuvo a su cargo la función inaugural del festival, y Vida en Falcon se presentó en la sección competitiva destinada a films argentinos. Stricto sensu, ambas películas representan la reaparición de Gaggero, cuyo corto Ojos de fuego fue uno de los que más se hizo notar diez años atrás, cuando formó parte de aquella famosa primera camada de Historias breves. La misma que le permitió a nombres luego famosos del llamado Nuevo Cine Argentino (Lucrecia Martel, Adrián Caetano, Daniel Burman, Bruno Stagnaro) hacer su presentación en sociedad.
Buena parte de ese interregno, que medió entre mediados de los ’90 y mediados del 2000, Gaggero lo pasó en Estados Unidos, donde completó su formación y dirigió un par de cortos. Historias individuales recortadas sobre un fondo social parecerían ser la especialidad de Gaggero, si se revisa una trayectoria aún incipiente. Debut de Erasmo Olivera (antes de que Leonardo Favio lo llamara para hacer del Monito adolescente, en Gatica), Ojos de fuego presentaba a un chico criado en una villa de emergencia, que resolvía con fruición pirómana los conflictos derivados de su condición. A su turno, basta relacionar a la decadente señora y altiva doméstica de Cama adentro con los protagonistas de Vida en Falcon, caídos de la gracia de una Argentina en picada, para corroborar lo que podría etiquetarse como “línea Gaggero”.
Línea que su próximo proyecto cinematográfico no hace más que confirmar. Se llama La seguridad de los perros, y apunta a establecer una relación entre canes guardianes y paranoia social. “Va a ser una película coral, bastante más ambiciosa que las que filmé hasta ahora, y por eso mismo no quiero apurar los tiempos”, apunta Gaggero. “Tengo una segunda versión del guión ya terminada, pero quiero dejar que madure un poco más.”
–¿Cómo se relacionó con los protagonistas de Vida en Falcon?
–Un poco por casualidad. Era el 2002, yo estaba recién regresado de Estados Unidos y tenía un proyecto para un documental, que era filmar la vida en una obra en construcción, en el contexto del mundial de Corea y Japón. Me encontré con algunas dificultades para llevarlo adelante, y entonces uno de los albañiles me preguntó por qué no filmaba “a los del Falcon”. Bajamos y ahí me presentó a Orlando y Luis. Orlando era un tipo mayor, que vivía en un auto destartalado, en la esquina de Manuela Pedraza y Arribeños, en Núñez. En el preciso momento en que bajé me encontré con Luis, más joven e inexperto que él, que por consejo del otro acababa de comprarse otro Falcon semidestruido. Me parecieron dos personajes alucinantes, y como en ese momento estaba con mi camarita digital, así como los conocí empecé a filmarlos. Y ésa es la primera escena de la película, cuando Luis llega con su Falcon recién comprado (al Comando en Jefe del Ejército, para más datos) y le comenta a Orlando que ni siquiera sabe manejar.
–Es como si usted hubiera sido el primer espectador de la película.
–Exacto. Con lo que se encuentra el espectador es con lo que me encontré yo, y creo que el asombro y la curiosidad que sentí en ese momento pasaron a la película. La filmé así, en crudo, sin ningún plan previo, ni guión, ni nada. El guión se fue armando sobre la marcha, en base a lo que íbamos encontrando.
–La narración es sumamente orgánica y concisa. Cuando esto sucede en un documental es porque se filmó durante mucho tiempo y después se extractó de allí un relato coherente.
–Sin embargo, el tiempo de rodaje fueron unos pocos meses. Sí filmamos mucho, porque yo iba todos los días y grababa todo, durante 5 o 6 horas. Esa frecuentación permitió que me hiciera amigo, no sólo de Orlando y de Luis sino de todos los personajes con los que ellos se relacionan, que se familiarizaron con la cámara y la tomaron como lo más natural del mundo. De allí que en muchos momentos se ponen a hablar conmigo, me cuentan cosas, como si fuera uno más. Lo que me llevó mucho tiempo y trabajo fue el montaje de la película, porque como filmamos mucho teníamos 100 horas de metraje, que había que reducir a hora y media. La filmamos en tres meses y pico, y el montaje nos llevó tres años.
–Aparecen unos personajes increíbles...
–Sí, y eso que eliminamos muchísimas sub-historias, justamente para darle concisión a la película. Pero me encontraba con cada personaje... Están Tito Latita, que anda de aquí para allá con un carrito; Pepe Zapato, que trabaja en una marroquinería de ahí a la vuelta; otro que vive ahí cerca con la mamá y lo conoce a Orlando de cuando eran vecinos...
–Porque Orlando estaba casado y vivía en el barrio.
–Sí, hasta que la mujer murió, y entonces se puso a manejar un taxi, hasta que decidió irse a vivir en el Falcon.
–Usted podría haber dado datos sobre la Argentina del 2001/2002, que permitieran hacer una relación entre la situación de los personajes y la crisis económica y social, pero no lo hace.
–Es que lo que quería era que esa clase de asociaciones surgieran solas en el espectador. No quería forzar ningún sentido ni interpretación. Mi intención era dejar que los hechos, las cosas, los personajes, hablaran por sí mismos. Yo sólo filmaba lo que estaba frente a mí. Obviamente que esto no quiere decir que sea posible filmar algo sin tomar alguna posición, sin involucrarse, porque no hay documental, por muy prescindente que se pretenda, en el que el documentalista no sea parte de lo que filma.
–¿Y qué fue de Orlando y Luis después de la película?
–Los sigo viendo. A Orlando lo voy a ver (ahora se quiere comprar una Combi, para estar más cómodo) y Luis cada tanto pasa por casa a saludar. Cuando dimos la película en el Bafici vinieron conmigo, y lo que recaude la película va a ser para ellos, a ver si pueden mejorar un poco su situación.