Miércoles, 23 de enero de 2008 | Hoy
MUSICA › DIVIDIDOS COPO LA PLAZA PROSPERO MOLINA DE COSQUIN
Cuando muchos esperaban un set preparado especialmente para la ocasión, el trío desplegó su show habitual, con un par de temas de Atahualpa y un puñado de folkloristas “del palo” como invitados.
Por Karina Micheletto
desde Cosquin
La aplanadora del rock pasó por el escenario más emblemático del folklore, en lo que fue un momento único y una oportunidad para conectar con otros paisajes desde la Próspero Molina para muchos, y una decepción para otros que esperaban un repertorio preparado especialmente, más concentrado en los múltiples cruces que siempre habilitó la banda con el género que convoca a este festival. Anteanoche, Divididos pisó Cosquín y dejó huellas: un público de otro palo que copó la plaza segundos antes de la aparición del trío cambiando la fisonomía de este espacio como por arte de magia, altos momentos musicales en algunas poderosas versiones con invitados del folklore. Lo demás fue un recital más de Divididos –inspirado, por cierto– y un descubrimiento para parte del público de este festival. Al menos, los que no formaron parte del previsible recambio de gente con la llegada del trío.
La noche había comenzado con ese no se qué coscoíno que a veces habilita presencias surrealistas, como la de un ignoto Miguel Bilinsky en horario central mezclando el himno nacional con música de telenovela. La previa de Divididos mostraba entre el público algunas remeras alusivas, pero no demasiadas. Lo demás parecía una plaza típica, con chicos dormidos tapados con poncho, familias con termo y canastita. De repente, a la hora señalada (cuatro menos cuarto), el anuncio de la aparición del trío generó una avanzada masiva desde las tribunas hacia las primeras filas, y entonces sí, casi por generación espontánea, apareció el público de Divididos. ¿Dónde estaban escondidos todos estos fans que ya están gritando “escucheló, escucheló. . .”? ¿Y adónde se habrán ido las familias con los chicos y los termos? Entonces sí, todos parados sobre las butacas hasta entonces prolijísimas –para indignación del viejito que pretendía bajar a los que habían copado el lugar de adelante suyo–, comenzó el show de Divididos.
Lo primero que mostró el trío fue “Vientito de Tucumán”, una letra de Atahualpa Yupanqui musicalizada por Ricardo Mollo para el disco Los hermanos de Víctor Heredia. Enseguida aparecieron los primeros invitados, Peteco Carabajal en violín y Demi Carabajal en bombo, dos folkloristas de lo más rockeros, para hacer versiones de “Ortega y Gases” o “Andalavartelos”. Lo mejor de la noche fue la poderosa versión de “Qué ves?” con estos invitados, y otra letra de Yupanqui, “El arriero”, esta vez en una versión bluseada emocionante. Y también el momento de “Guanuqueando”, que Divididos solía tocar con Ricardo Vilca, su autor, muerto el año pasado, y que ahora hizo con sus músicos jujeños, y con bombo legüero y guitarra criolla. Más tarde también fue invitado Rubén Patagonia, otro rockero del folklore, éste más del palo del metal.
Los cruces de Divididos con el género folklórico son múltiples y fecundos, y basta escuchar la bella versión de la zamba “La amanecida” (un tema del padre de Arnedo, Mario Arnedo Gallo, con letra de Hamlet Lima Quintana) que Mollo y Arnedo grabaron en un disco de Jaime Torres para imaginar las posibilidades que quedan abiertas. Claro que el trío no tiene por qué indagarlas, y tampoco lo prometió nunca, pero hubiese sido lindo. La expectativa de un repertorio ligado al folklore especialmente preparado había surgido de un cable de noticias que anunciaba un homenaje de Mollo a Yupanqui, y es probable que el grupo nunca se haya enterado.
El imaginado encuentro de géneros, en este sentido, terminó más evidenciado en la fuerte carga simbólica de las imágenes que ofreció el escenario Atahualpa Yupanqui que en el contenido concreto de la música que sonó: Mollo y Arnedo enfundados en ponchos coscoínos (blancos con guardas pampas negras) en el último bis, Peteco Carabajal luciendo una remera de Jimi Hendrix. O la escena final, con Mollo gritando “Aquí Cosquín”. Finalmente, el souvenir anecdótico del “yo estuve ahí” que muchos esperaban poder llevarse a casa fue más visual que auditivo.
Divididos, de todos modos, sonó como lo mejor de Divididos. Y con el último bis, acercó hasta esta plaza en la que se exhiben los colores de todo el país, pintados en tantos temas paisajistas del folklore, la oportunidad de un paisaje diferente. Fue con “Mañana en el Abasto”, que como es habitual hicieron en compañía de Fortunato Ramos, que revoleó su erke de dos metros de caña sobre el público enfervorizado. Así llegó por primera vez hasta este escenario esa mañana de sol en el Abasto que pintó Luca Prodan, ese paisaje con subte que los porteños todavía pueden reconocer, a pesar del shopping. Y si por aquí se les suele cantar al patio santiagueño, a las carpas salteñas o a las viñas maduradas por el sol cuyano, el cierre de Divididos acercó la poesía de un paisaje diferente.
Anoche, al cierre de esta edición, la plaza se preparaba para la llegada del momento convocante, la actuación del Chaqueño Palavecino. Sobre todo las señoras que hicieron cola alrededor de la plaza desde temprano, habilitando al hombre de sombrero de ala ancha como un posible Sandro con menos bata de seda y más bombacha de gaucho. Antes se vivió un revival Chalchalero con la actuación de Juan Carlos Saravia, que no pisa un escenario desde que la emblemática agrupación selló su despedida definitiva. Saravia formó parte del espectáculo Salta es una fiesta, del que también participaron Melania Pérez y Las Voces de Orán. Por la plaza pasaron además Bruno Arias, joven promesa jujeña, la sanjuanina Claudia Pirán y Cuti y Roberto Carabajal, entre otros. Para hoy, la programación invita a escuchar a algunos que llegan de afuera, Cecilia Todd, Raúl Barboza y Los Kjarkas, además de Teresa Parodi, Jairo, Rolando Goldman y la Orquesta Juan de Dios Filiberto, entre otros. Quedan lunas por delante en Cosquín, y quién sabe con qué sorpresas.
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