MUSICA › ANTONIO BIRABENT PRESENTA “TIEMPO Y ESPACIO”
“Yo prefiero el instinto”
Con una prolífica carrera de nueve discos en diez años, el músico actúa en La Trastienda.
Por Roque Casciero
“Lo urbano está muy cerca de lo humano y me interesa esa combinación, porque la ciudad incide en la vida de los hombres. Reconozco que tengo una temática urbana, pero que justamente por eso demanda mucha naturaleza, mucho campo. Y en Tiempo y espacio está la sensación de que todo el tiempo la pampa anda por ahí: abajo de la ciudad, en un árbol que rompe la baldosa, en una sudestada que logra que el arroyo Maldonado reviente su entubamiento”, dice Antonio Birabent sobre su flamante noveno álbum, pero también sobre los últimos años de su carrera musical, en la que las canciones parecen reflexionar sobre instantáneas de la calle. Tiempo y espacio tendrá presentación formal esta noche en La Trastienda, y será buena ocasión para entender por qué Birabent habla de una “urbanidad compartida con la naturalidad” en sus canciones. Es que, según él mismo, ama estar en Buenos Aires, pero también necesita saber que puede irse.
–En el librito del disco se deja asentado que fue grabado en cuartos y casas en lugar de un estudio. ¿Por qué lo hizo de ese modo?
–Empecé a grabar fuera de estudios en 1997, para el disco Azar. No fue algo tan pensado, sino que se dio una serie de circunstancias que me permitió armar un pequeño estudio en mi casa. Entonces sentí que el estudio tenía un componente colegial, de estudiar, porque siempre estoy atento a las palabras. Y me pareció interesante tener un acercamiento más libre a la grabación. Entonces empecé a manejar una tecnología que me permitió grabar en casas y que el disco sonara como yo quería. En este disco, con Ezequiel (Araujo, productor) tuvimos esa idea de entrada, cada vez más libremente. Teníamos un estudio portátil y si descubríamos que la armónica sonaba muy bien adentro del tanque de agua de su casa, me colgaba y la grabábamos ahí. Pero tampoco quiero hablar tanto de eso: fue así, pero podría haber sido de otra manera. Eso no es lo importante.
–Pero tiene un componente especial haber grabado así un disco tan urbano.
–Está bien. Tal vez grabar así haya sido un paroxismo de lo urbano. De todos modos, me parece que las grabaciones tienen que hacerse en un lugar en el que las canciones puedan desarrollarse libremente. Y a veces los estudios no son el mejor lugar para eso, sobre todo porque no soy un artista que pueda cerrar un estudio durante dos meses. Para eso cierro mi casa dos meses.
–Su primer disco, Todo este tiempo, salió hace doce años. ¿Suele mirar su carrera en retrospectiva?
–No es casual que ese disco se llamara así y tampoco que el nuevo sea Tiempo y espacio: me llama mucho la atención lo que el tiempo produce en el espacio y eso está en muchísimas de las letras de mis canciones. En especial acerca de la transformación urbana, porque tengo una gran obsesión por la ciudad como lugar de mutación, de cambio permanente. Siempre tengo la sensación de que en un mismo espacio los tiempos no son los mismos. Y con respecto a lo de mirar hacia atrás, con nueve discos editados, ya podría haber hecho un compilado, pero nunca lo hice. Eso es un dato. Lo de revisar lo hago en vivo. Por ejemplo, para estos shows vamos a tocar muchas canciones de Azar (1997), pero desde un lugar de cuarteto de rocanrol. La verdad es que, a pesar de la nostalgia que tengo por lo que pasó, sobre mi trabajo pienso en presente. Tal vez por eso grabé nueve discos en doce años. Además, compongo desde un lugar de curiosidad por lo que me rodea, por las palabras, las personas... Y eso se renueva todo el tiempo. Soy consciente de que hice muchas cosas, pero también sé que para la gran mayoría de la gente, esas canciones son desconocidas. Por otro lado, es fantástico cuando llega el regalo del tiempo: si voy a tocar a un lugar y me encuentro con que alguien me grita que toque Libélula o Chica panic attack, me digo “muy bien”, porque esas canciones salieron en discos entre desconocidos y de culto. Entonces pienso qué bueno que en estos años seguí mi instinto y no me puse a especular demasiado con cómo hacer los discos.
–Con el comienzo que tuvo su carrera discográfica, usted apuntaba para estrella pop.
–Podría haberme convertido en un gran vendedor de discos, sí, porque el inicio fue muy auspicioso. Todo este tiempo se escuchó y vendió bien. Eso estuvo bárbaro, pero ya en el segundo probé otra cosa, no me aferré a lo que había funcionado. Había una búsqueda que preanunciaba lo que iba a venir en Azar (un disco cercano al trip hop). Pero, la verdad, nunca concebí otra forma de hacer las cosas que a mi manera, porque es la que me da gusto. Y eso ha tenido momentos de repercusión pública y otros que no la tuvieron: es la oscilación lógica de la vida misma, de esto de la transformación y los cambios. A veces toco en bares donde no hay ni camarín, y en diciembre me voy a Francia con Cecilia Roth, al estreno de (la miniserie de HBO) Epitafios: la gloria y Devoto. Y está bien.
–Pero cuando se prueba la gloria, no debe ser fácil volver a Devoto.
–No tengo el ansia del estrellato ni de ser multimillonario. Vivo bien de lo que hago, lo cual implica mucho trabajo, y reconozco que es un privilegio poder vivir de la música y de la actuación. La canción Horizonte cercano salió de una caminata por la avenida Beiró, porque había tenido que ir a hacer un trámite bancario. Y es muy bueno que, por una cuestión de atención, intuición o deseo, un trámite me haya llevado a escribir una canción donde estoy transmitiendo mi amor por Buenos Aires. Para mí, el estrellato es eso: caminar por Beiró y escribir una canción.