Martes, 15 de julio de 2008 | Hoy
LITERATURA › 5ª EDICIóN DEL FESTIVAL LATINOAMERICANO DE POESíA
El encuentro gratuito que se desarrollará a partir de hoy en diversas sedes porteñas y en el C. C. Parque España de Rosario promete reavivar los debates de las últimas ediciones. Sus organizadores repasan la llamada “poesía de los ’90”, con sus mitos a cuestas.
Por Silvina Friera
La expresión “todo a pulmón” sintetiza el esfuerzo que año tras año realizan los organizadores del Festival Latinoamericano de Poesía “Salida al mar”, que comienza hoy a las 18 en el Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038), con una charla sobre la difusión de poesía y los pequeños formatos, varias lecturas y una feria de publicaciones con material de distintas editoriales y revistas de poesía del continente (ver aparte). Organizado por poetas y editores, abierto a todo el público y de ingreso gratuito, la quinta edición de este encuentro que pone el acento en lo latinoamericano y el cruce generacional contará con la participación de la poeta colombiana Andrea Cote Botero, la paraguaya Montserrat Alvarez, los chilenos Pablo Paredes, Ernesto González Barnert y Malú Urriola, los brasileños Carlito Azevedo y Marília García, el uruguayo Roberto Appratto y los argentinos Darío Canton, Tamara Kamenszain, Alicia Genovese, Fernando Noy, Bárbara Belloc, Washington Cucurto, Manuel Alemián, Verónica Viola Fisher, Carolina Esses y Gerardo Jorge, entre otros. Desde el año pasado, el festival tiene varias sedes en Buenos Aires (además del Rojas, los centros culturales Paco Urondo y del Otro Lado) y otra en Rosario, en el Centro Cultural Parque España. Los poetas Cristian De Nápoli y Florencia Castellano, organizadores de este festival autogestionado, repasan junto a PáginaI12 la llamada “poesía de los ’90”, el mito de los dos “Danieles”, por los poetas Daniel García Helder y Daniel Durand, que reacomodaron el canon, incluyendo a Leónidas Lamborghini, Juana Bignozzi y Ricardo Zelarayán y alentaron la circulación de los poetas de los ’90. Y recuerdan algunos de los debates que se produjeron en otras ediciones, como el del “cualquierismo editorial”, libros de poesía desaliños, “in”, para palermitanos sensibles.
De Nápoli subraya la coherencia de “Salida al mar” con lo latinoamericano. “Ni argentino ni internacional –descarta el poeta–. No es argentino, por la sencilla razón de que un poeta peruano o chileno nos moviliza tanto como uno local, y no es sólo una cuestión de idioma aunque, claro, partimos de eso. Y no es internacional, porque ni Florencia ni yo podríamos, como aparentemente sí puede el Festival Internacional que hace la Feria del Libro, determinar qué vuelve idóneo a un poeta ucraniano o sueco para que se lo invite por sobre todos sus colegas nacionales.”
De Nápoli sostiene que, si se compara con el cine, “una cosa es tener una opinión sobre una película iraní, donde son varias las cuestiones que se consideran además del guión, y otra muy distinta es evaluar un poemario iraní, aunque se trate de traducciones”. Castellano, en cambio, hace hincapié en el cruce generacional. “El Festival tiene un perfil particular en torno del tema de las edades. No se trata de un encuentro sobre la ‘nueva poesía’, como a veces pasa con otras disciplinas artísticas, como puede ser el cine, cuando se escucha hablar del ‘nuevo cine nacional’. En ese sentido, el Festival es un espacio de lectura y encuentro de poetas de diferentes edades, con distintas experiencias, con o sin publicaciones y trayectorias variadas. Esta idea de unión de voces creo que aporta singularidad.” La continuidad del festival en un país como la Argentina, tan ajena a la conformación de iniciativas de largo aliento, no es un detalle menor. “Cinco años puede parecer poco, pero a la vez no lo es para este tipo de proyectos que, muchas veces, comienzan siendo auspiciosos y después, por factores externos e internos, se caen –señala Castellano–. Más allá del caso particular del festival, es otro ejemplo de la continuidad de la poesía como una vía de expresión que no caduca.”
En las primeras ediciones del festival se convocaba a leer a poetas jóvenes, muchos de los cuales hoy conforman la llamada “poesía de los ’90”. Recién en las últimas ediciones fue ganando peso el intercambio generacional. De Nápoli cuenta que este cambio se explica por la lógica misma de todo evento autogestionado. “En la medida en que el festival va certificando que las cosas se hacen bien, de a poco te vas animando a invitar a gente que tiene una trayectoria importante. Porque una cosa es invitar a Buenos Aires a un poeta como el chileno Raúl Zurita y tener que contarle que no tenemos presupuesto, y otra cosa es tener que contarle eso y además de qué la va el festival. En la primera edición podría haber habido un cartelito ‘si naciste entre el ’66 y el ’73, bienvenido’, pero ya desde la segunda edición, en 2005, el tema de la edad se archivó. Desde entonces entra todo lo contemporáneo, todo lo joven que va de Leónidas Lamborghini y Juana Bignozzi a veinteañeros como Sol Prieto y Mariano Blatt”, enumera el poeta. “En el medio estaría la poesía de los noventa, que se dio en Buenos Aires aunque impulsada básicamente por dos poetas no porteños, dos ‘Danieles’: García Helder y Durand. Yo tengo esta teoría de los dos Danieles. Como todo mito, la poesía porteña de los noventa vino de otros lugares, en este caso de Santa Fe y Entre Ríos. Los dos Danieles se instalaron a fines de los ’80 en sendos barrios del sur de la ciudad y pusieron la máquina de lectura en movimiento”, detalla De Nápoli.
Durand creó “una revista under”, la 18 whiskies; García Helder “reinventó” una revista seria, el Diario de poesía. “Los dos pusieron a Leónidas Lamborghini en el centro: Helder en tándem con la poesía de Bignozzi, Durand con la de Ricardo Zelarayán –compara De Nápoli–. Los dos crearon talleres más o menos informales y difundieron a mucha gente, ya sea a sus amigos o a sus alumnos, como a gente que no era ni una cosa ni la otra. Un poco de coloquialismo erudito, otro poco de objetivismo achabonado; de cualquier forma los equívocos vinieron después. Y el mito se fue creando con exageraciones, forzando la barra. Helder, por ejemplo, prologó con sesudos análisis fonológicos libros de poetas que no saben la diferencia entre un morfema y una sílaba, como es el caso de Alejandro Rubio, que es un gran poeta, uno de los más sólidos, pero la suya es cualquier cosa menos una poesía de finas hebras. A Durand el barrio de Boedo se le volvió un templo donde él era la Roca: una roca odiante, pero que no se sabía bien qué odiaba. Igual, como dice Adorno, la exageración produce conocimiento, y a mí en lo personal no me cabe duda de que los dos Danieles tuvieron la influencia más positiva en la historia de la poesía argentina, en el sentido de crear una época. Es lo que pasa cuando varias cabezas están sinceramente pensando: ‘En este momento hay gente que escribe muy bien y mi tarea es difundirla’. Cuando eso pasa, el nivel general sube con todo. Hoy hay cincuenta poetas argentinos que están escribiendo muy pero muy bien, y por ahí son cinco narradores nomás los que parecen trabajar en serio. La poesía de los noventa es eso. Y encima los libros se pueden leer, ¡se consiguen en librerías!”
“Me acuerdo que una vez Mirtha Legrand tenía a la mesa a no sé qué filósofo y ella en un momento dijo: ‘¡Cómo me gustaría tener tiempo para leer a los griegos!’, un poco el uso mítico del artículo definido, ‘los griegos’. Y el filósofo le contestó: ‘Bueno, Mirtha, en realidad a los griegos te los podés leer en un verano’. Lo mismo con los poetas de los noventa, digo, salvando las distancias, pero para seguir con esto del mito: en un verano te los leés”, bromea De Nápoli.
En “Salida al mar” se generan polémicas, más o menos intensas, según pasan los años. Castellano recuerda un debate que se dio en la edición del año pasado, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, entonces sede del festival, en torno del llamado “cualquierismo editorial”. Y otro en la Casa de la Poesía, en una de las primeras ediciones, sobre la “poesía de los ’90”, el tono festivo de cierta escritura y la poesía de género. “Supongo que siempre queda un coletazo de esos debates en los blogs, porque son espacios propicios, aunque esas discusiones vayan perdiendo fuerza o se dispersen hasta quedar reducidas a un detalle poco interesante”, sugiere la poeta. De Nápoli dice que el debate que abrieron Ana Mazzoni y Damián Selci con la idea de “cualquierismo editorial” fue de los más interesantes. “Los libros hechos así nomás, que para colmo en algunos casos parecen haberse adaptado a un destino de objetos de diseño para circular en el Malba, porque hay editoriales de poesía haciendo libritos de 30 páginas todos mal impresos y los venden a 20 pesos, no me preguntes quién los compra fuera del eje palermitano. Lo que sí está claro es que ese desaliño es muy ‘in’”, ironiza De Nápoli.
La quinta edición del festival se produce a pocos meses del Premio Cervantes a Juan Gelman y del discurso inaugural de Ricardo Piglia en la reciente Feria del Libro, en el que puso el énfasis en la importancia de la poesía. “Las dos situaciones promocionan la lectura de poesía y desde ese punto de vista, suman –plantea Castellano–. Una gran feria, como es la del Libro, tiene un destinatario acorde, es decir: uno grande, una parte de la sociedad a la que le interesa estar informada pero quizá lee poco o directamente no lee poesía. Por eso, puede constituir una oportunidad para que alguien se pregunte ¿por qué se lee poesía, por qué se escribe poesía? Sin embargo, no creo que por esas dos situaciones el festival reciba nuevo público. De todos modos, las palabras de Piglia cambian la mirada de algunos lectores y algunas editoriales sobre un género que, para muchos, es considerado críptico, cursi, marginal.” De Nápoli recuerda que cuando Gelman ganó el Cervantes leyó que en una entrevista el periodista le hacía una observación: “‘Hoy los poetas jóvenes lo tienen como su mayor influencia –le dijo–, y eso se ve sobre todo en el tono.’ Cuando leí eso pensé: ‘Justamente lo único que no se conoce de Gelman es el tono, porque casi ninguno de nosotros lo escuchó leer’”. Lo de Piglia, para De Nápoli, fue magistral. “Abrió la cancha, mencionó a muchos poetas y puso el dedo donde había que ponerlo: si sos un narrador y no estás leyendo la poesía contemporánea vas mal. Al menos es así si sos de esta ciudad, la ciudad de hoy, una ciudad que fue anticipada por la poesía contemporánea: la ciudad de D’Elía y de Pomelo Rock.”
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