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Viernes, 30 de abril de 2010

LITERATURA › LAS DISTANCIAS DEL OLVIDO, UN HOMENAJE A NICOLAS CASULLO

Los recuerdos del pensador

Horacio González, Jorge Bernetti, Matías Bruera, María Pía López y Mariana Casullo acompañaron a Manuel Rebón, ganador del concurso “Homenaje a Nicolás Casullo 2010”, para una charla en la que imperó una sensación de melancólica nostalgia.

 Por Silvina Friera

“Su entusiasmo lo llevaba a provocar situaciones; en las conversaciones nos ponía a todos a prueba”, dijo González.
Imagen: Pablo Dondero.

Se lo extraña a Nicolás Casullo. Se extraña su espíritu socarrón, su pensamiento rapsódico, su palabra, la cadencia apasionada de su voz. La mesa quedó chica para la presentación de Las distancias del olvido (Colihue), de Manuel Rebón, ganador del concurso “Homenaje a Nicolás Casullo 2010”. Junto al autor estaban Horacio González, Jorge Bernetti, Matías Bruera, María Pía López y Mariana Casullo. Su hija recordó que un día le contó que para escribir un ensayo o una novela tenía una tesis: todo libro mueve, altera cosas, su existencia multiplica la realidad. “En ese enunciado breve y contundente, que cruza la literatura con la política, está la clave de lo que lo motivaba”, dijo Mariana. “La escritura fue su pasión y también su punto de reparo, y el mejor modo de recordarlo es leyéndolo con la idea de inventar nuevos diálogos y nuevas discusiones desde nuestras propias biografías.” Su padre se sentiría extraño en este homenaje, con una sala desbordada de amigos, lectores y estudiantes de Sociales. “Mi viejo escribía como hablaba; por eso su palabra escrita tiene algo encendido, tiene mucho de oralidad, tanto en su parte ensayística, donde se percibe algo de esa cadencia apasionada de discusión de sobremesa, como en sus novelas y en sus ficciones, donde aparece algo de esa efervescencia del relato oral.”

Rebón comenzó a escribir el ensayo a raíz de una cita en la que Casullo se preguntaba “qué tipo de memoria era aquella escritura que escribía sobre tiempos de violencia política y militar en nuestro país o lo que se silenciaba sobre estas circunstancias”. Esta pregunta, que refería a las desapariciones de Rodolfo Walsh y Paco Urondo, tiene que ver con “la relación quebrada entre intelecto y sensibilidad”. Rebón subrayó que la empresa de Casullo era “repensar las condiciones culturales de la crítica, y preguntarse por la merma de interpretaciones radicales y por la falta de discusión sobre esas interpretaciones”. En Las distancias... rescata de Casullo la cuestión de “biografiar las escrituras, de constituirles otras memorias, que puedan salvar la distancia que hay entre idea y acto”. Para Rebón, lo que tienen en común el pensamiento de Casullo y su ensayo es que “tienen la convicción de que la palabra va a plantar bandera, va a crear nuevas y otras subjetividades”, señaló. “Es una escritura optimista en la medida en que trata de ser consciente de sí misma, desde sus palabras.”

González confesó que ciertas mañanas “se me hace insoportable la ausencia de Nicolás”. El sociólogo y director de la Biblioteca Nacional destacó que a Casullo, “terapeuta de las creencias”, lo apasionaba la política. “Su entusiasmo lo llevaba a provocar situaciones; lo verdadero de lo político es hacernos tropezar con una imposibilidad. En las conversaciones nos ponía a todos a prueba”, admitió. “Tenía la capacidad socrática de ser insoportable”, agregó apelando a la ironía. “Todo lo sometió a la crítica, de ahí su fervor crítico hacia la clase media.” Para González, Casullo “extremó la crítica de un modo que no lo hicieron los grandes críticos”, como se percibe en el último artículo del libro Las cuestiones. “Era más lírico cuanto más insultante parecía”, ponderó.

Una frase repetía el escritor y ensayista: “Hay que ser discreto”. Con esa “indiscreción” comenzó Bruera a desandar recuerdos y anécdotas compartidas. “No creo que le hubiera gustado un evento como éste”, dijo. “Cuando le dieron el premio Konex en 2004, me contó que llegó a la entrega y vio tanta gente que se fue.” Bruera reconoció “lo vivo que está el pensamiento de Nicolás” y la amargura que le genera el hecho de no poder dialogar con él sobre el presente. Bruera comentó que está por salir el tercer número de Pensamiento de los Confines sin Casullo, fundador de la revista en 1995. “Extraño sus llamados, sus aprietes para que la revista estuviera antes; los lugares de trabajo ya no son los mismos”, confesó. “No me quiero poner sentimental, aunque es imposible por lo inconmensurable de su ausencia.”

Bernetti, que compartió algunos espacios de militancia con Casullo y el exilio en México, destacó que era “un gran convocante de la movilización intelectual y política”, tanto en México –donde sumó voluntades para discutir la “derrota” y llamó al grupo “los reflexivos”– y recientemente con la creación de Carta Abierta y el vocablo “destituyente”, que puso en circulación. “Me lo imagino gozando de un programa como 6, 7, 8, pero haciéndole críticas con inteligencia”, deslizó el periodista. María Pía López admitió que lo conoció recién en los últimos tiempos. “Nuestros encuentros fueron polémicos; mi relación fue de disidencia”, explicó la socióloga. “Cuando se enfermó, estábamos discutiendo por mail. Esos diálogos prometían mucho...” Pero Casullo retorna en su palabra escrita. “Sólo en el plano de la escritura, en la que Casullo desplegó sus ensayos, persiste esa posibilidad de salvar los dramas argentinos del olvido. Eso puede ocurrir si somos capaces de salvar la escritura de la colonización de la cultura del espectáculo. La escritura es el lugar donde podemos reencontrarnos con los muertos.”

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