LITERATURA › ¿QUIEN SOY?, HISTORIAS DE NIETOS LLEVADAS A LA FICCION
Esta obra tan especial, conmovedora y necesaria lleva como subtítulo Relatos sobre identidad, nietos y reencuentros, y está dirigida a niños y jóvenes, pero no es excluyente. Los autores son Paula Bombara, Iris Rivera, Mario Méndez y María Teresa Andruetto.
› Por Karina Micheletto
¿Quién soy? Quien soy. Así, de las dos maneras gracias a los signos de pregunta en relieve de la cuidadísima edición de Calibroscopio, se puede leer el título de este libro que lleva un subtítulo: Relatos sobre identidad, nietos y reencuentros. Y un hilo conductor que atraviesa también a quien se asoma a la lectura de esta obra tan especial, conmovedora y necesaria. Aquí se cuentan historias de nietos recuperados, ficcionalizadas por algunos de los autores más destacados de literatura infantil y juvenil del país, ilustradas también por grandes artistas. Y dirigidas a un público de niños y jóvenes –no excluyentemente– entre los que pueden estar los hijos de los nietos que todavía faltan encontrar, o los nietos mismos.
Paula Bombara, Iris Rivera, Mario Méndez y la ganadora del Hans Christian Andersen María Teresa Andruetto son los que escribieron estas historias que vuelan como puede hacerlo el arte, pero a partir de una realidad dolorosamente cercana. Pablo Bernasconi, Isvansch, Irene Singer y María Wernicke hicieron lo mismo desde la plástica. Judith Wilhelm y Walter Binder –los creadores de la Editorial Calibroscopio y del rincón de arte que es la librería El Libro de Arena–, los que gestaron e hicieron crecer esta idea que demandó unos tres años de trabajo, en estrecha colaboración con las Abuelas de Plaza de Mayo. Y Laura Giussani, quien dio forma, junto a Wilhelm, al trabajo de edición. A los bellísimos textos literarios se suma información en “Cómo se escribió este cuento”, donde se narran los encuentros de los autores con los nietos para comenzar a escribir estas historias, las emociones que los atravesaron en la investigación y la escritura, y también algunos datos históricos y fotografías de los nietos recuperados que inspiraron estos relatos: Manuel Goncalves, Jimena Vicaro, Marcelo y María Victoria Ruiz Dameri, Sabrina Gullino Negro Valenzuela, quien todavía busca a su hermano mellizo.
“Hace unos tres años charlábamos con Judith acerca de cuál era nuestro rol, desde qué lugar podíamos colaborar en la recuperación de la identidad de tantas personas que la dictadura había robado. Quizás un disparador haya sido ver a una de las Abuelas diciendo que estaban ya muy grandes. Y también que ahora, en muchos casos, estaban ya los bisnietos, a quienes ellas querrían conocer y contar las verdaderas historias de sus familias –cuenta Binder sobre el origen del libro–. Por otra parte, no había material que tratara el tema para los más chicos desde la literatura, como sí sucede con la literatura de jóvenes y adultos. Allí se produjo la conexión. Que es lo que nosotros creemos que hacemos bien: buenos libros, de cuidada producción y calidad, para público de todas las edades (si bien en general se nos identifica con el sector infantil y juvenil). Entonces haríamos un libro, lo más bello posible, para contar a todos, desde los más pequeños, algo tan horroroso como el robo de identidades y una lucha tan luminosa como el trabajo de las Abuelas.”
“No existe dentro de la LIJ nacional otro libro como éste, que combine ficción (realista, en este caso) y no ficción, ilustración y fotografía, información (qué es el ADN, cuál es la tarea de Abuelas, parte de la historia argentina). Había que armar un rompecabezas en el que las diversas piezas encajaran. Este fue el gran desafío. Lo más difícil, sin duda, es trabajar con la emoción, despojarse de ella por un rato y volver a sentirla; lo último que queríamos eran los golpes bajos”, advierte Giussani sobre su trabajo de edición. “Pocos días después de la salida del libro nos enteramos de la aparición del nieto 109. Fue una gran alegría, como lo es siempre la aparición de un nieto que, ya adulto, recupera su identidad y su historia –sigue Wilhelm–. El último cuento se llama ‘Querido Melli’, y es un magnífico relato, escrito en formato de carta por Mario Méndez, en el que Sabrina Gullino relata a su hermano mellizo, nacido como ella, en cautiverio, su historia y la de sus padres. Nuestro mayor deseo es que el querido melli, o quizá sus hijos o algún allegado, lea algún día esta carta de Sabri. Por ahora, le tenemos guardados los ejemplares del libro que les entregamos a todos los que participaron en él. Esperamos poder dárselos pronto.”
Paula Bombara tiene algo en común con Manuel Goncalves, de quien parte la historia que escribió: su padre también está desaparecido. Describe los meses que le llevó el trabajo de escritura junto a él como “particularmente intensos”: “Mientras este proyecto tomaba forma, tanto Manuel como yo fuimos testigos en los juicios de lesa humanidad por los asesinatos y desapariciones de nuestros padres, así que lo que escribiera iba a estar cruzado por estas vivencias personales”, marca.
–¿Por qué decidió tomar la historia de Manuel?
–Una escena que vi en la película Nietos hizo que centrara mi atención en Manuel. En esa escena, mientras su hermano Gastón habla, Manuel está mirando algo que sucede más allá de las cámaras. Yo pensé: “Mira a su hija, debe estar por hacer algún lío”. Y de inmediato me llevó a pensar en los bisnietos a recuperar, en que hay otra generación de personas que desconocen su historia familiar. En esa mirada entre atenta y divertida de Manuel encontré una perspectiva diferente para contar esta historia. Un jueves lo vi en Plaza de Mayo, yo había ido a dar la vuelta acompañando a las Madres junto con mis hijos. Dudé pero decidí acercarme y me presenté. Fue un intercambio super fluido desde ese primer momento, hubo mucha confianza, coincidimos en las emociones a transmitir, que para mí era lo más importante, y pude ir mostrándole las diferentes versiones del cuento para que pudiera opinar y enriquecerlo.
–¿Qué lector imagina para esta historia?
–Personas sensibles, de 7, 8 años para arriba. Hombres y mujeres valientes –de cualquier edad– decididos a conversar con sus familias sobre quiénes son.
–En este caso el texto está muy unido a la ilustración, con partes en forma de historieta. ¿Cómo trabajaron con Irene Singer?
–Fui al taller de Irene y leímos mi cuento. Irene se apropió del relato inmediatamente y a mí eso me relajó, supe enseguida que ella encontraría un buen contrapunto visual a lo que estaba escrito. Yo quería evitar lo “melodramático” e Irene coincidía conmigo en eso. Fue bocetando ideas y conversamos sobre las herramientas narrativas que podían ser más efectivas. La idea de hacer un par de páginas con formato de historieta surgió de la charla. Permitían comparar visualmente la historia de un personaje como Superman con la historia de una persona de carne y hueso como Manuel con una contundencia particular. Ajusté el texto para que ella pudiera acomodarlo en los cuadritos, siempre tuve presente que ella era mi coautora, así que no me aferré al texto, dejé que las palabras y las imágenes se amalgamaran. El buen trabajo en equipo fue clave para llegar a un resultado mucho más profundo desde lo narrativo.
–Después de tanto trabajo, ¿qué es lo que más le gusta del libro?
–El equilibrio logrado y cómo se transparenta la labor de un equipo creativo y comprometido no sólo desde lo artístico-literario sino, especialmente, desde lo político e ideológico. Nuestros cuentos son muy diferentes entre sí. Creo que la pregunta “¿quién soy?” resonó en todos los cuerpos que participaron del proyecto y cada uno puso mucho de quien es. Y, aunque los relatos son tan distintos, funcionan como una unidad, se complementan, se enriquecen, profundizan lo que se transmite, esa admiración por la tarea de las Abuelas y ese deseo de aportar a la búsqueda de los nietos y bisnietos que nos faltan a todos. Para mí, trabajar codo a codo con colegas de tanto prestigio y con tantas horas del alto vuelo en la literatura fue de un enriquecimiento personal enorme que no dejo de agradecer. Cada día de estos casi tres años que duró el proyecto, cada integrante de este grupo de autores y editores le dio especial importancia a lo verdaderamente esencial: el amor que aguarda a quienes se decidan a preguntarse sobre su identidad y vayan a conversar con las Abuelas. El amor, el abrazo, la alegría de encontrarse. Ese es el corazón de este libro y, como podrán leer, es un corazón que late fuerte.
La historia que imaginó Mario Méndez cumple el objetivo que el escritor y docente marplatense dice haberse planteado: es seguro que quien lea este cuento en forma de larga carta lo guardará en su recuerdo como una carta que va dirigida también a ese lector, de algún modo interpelado, además de conmovido. Sabrina Gullino es una nieta recuperada. En la historia que imaginó Méndez, le escribe a su hermano mellizo, a quien no conoce porque aún falta recuperar, pero que se vive tan cerca.
–¿Por qué eligió la historia de Sabrina?
–Fue un ofrecimiento de los editores de Calibroscopio, de Walter y Judith. Walter me llamó a casa, me contó todo el proyecto (a esa altura ya los textos de Paula, Iris y María Teresa estaban escritos) y me dijo que un muchacho del archivo de Abuelas, que había colaborado mucho con la búsqueda de material, les llamó la atención, respetuosamente, sobre algo que faltaba: una historia que no estuviera cerrada todavía. A ellos les pareció que tenía toda la razón y por eso decidieron convocar a Sabrina, que es una nieta recuperada, pero su mellizo aún no. A mí me conmovió todo lo que me contó Walter telefónicamente, le agradecí que me hubiera sumado y le dije de inmediato que contara conmigo. Después, cuando corté (me acuerdo que estaba en el patio de casa, preparando la parrilla, era una nochecita veraniega), me entró el susto, casi diría el vértigo. ¿Podría hacerlo? Era un compromiso muy grande, muy serio.
–¿Qué le gustaría lograr con esta historia y con este libro?
–Creo que es un libro necesario, y es mucho decir. Todos sabemos que muchos libros que se publican pasan sin pena ni gloria, y con unos cuantos de esos muchos hay una absoluta lógica en ese pasar inadvertidos. Son libros que aportan poco o nada. Pero este Quien soy es un libro que dejará huella, estoy seguro. Un libro que conmoverá (e informará, además) a lectores grandes y chicos, a docentes y alumnos. A eso aspiro, a que las cuatro historias, la que me tocó escribir a mí entre ellas, queden en la memoria de muchísimos lectores conmovidos. Y a que los comprometa.
“Mientras escribía pensé mucho en el amor entre hermanos, porque perdí a mi hermana hace años y la extraño. Y me acordé de un poema sobre dos huérfanas que mi papá solía decir en italiano cuando yo era chica. Pensé también en la fortaleza de Victoria y Marcelo, en que a pesar de todo lo que pasó aquí están, fuertes como dos árboles en medio de una tormenta, organizando sus vidas y cuidando también a otros, porque los dos tienen hijas. Me pregunto cuánto tendrá que ver en eso que hayan nacido de padres valientes, que tengan abuelos y tíos que no dejaron de buscarlos y que se hayan criado en la casa de personas sencillas, de gran corazón.” Así cuenta María Teresa Andruetto parte de lo que le disparó la historia real de estos hermanos en los que se basa su cuento. Marcelo y Victoria Ruiz Dameri, secuestrados y llevados a la ESMA, donde asesinaron a sus padres. Lo monstruoso –lo que ni siquiera puede ser nombrado, lo que ni siquiera puede tener forma– es asido con maestría literaria por la cordobesa a partir de una imagen: dos hermanos aterrados tomados de la mano. Dos hermanos siendo llevados en un auto. Un auto color bordó. “Un niño y una niña que no saben de dónde vienen, ni hacia dónde los llevan, no desde cuándo están ahí, en ese auto, con dos extraños, que los amenazan, les tapan la boca, no los dejan moverse.”
–¿Cómo llegó a esta historia?
–Por una conjunción de factores, en los que intervinieron grabaciones de nietos recuperados que Abuelas le acercó a Calibroscopio, el interés de los editores de que hubiera diversidad de historias (de varones y mujeres, de apropiados y criados de buena fe, de Capital y de provincias), el hecho de que Marcelo estuviera viviendo en Córdoba, que es donde yo vivo, y que pudiéramos vernos, pudiera yo escucharlo... Que tanto Marcelo como Victoria aceptaran ser narrados, y que se tratara de dos hermanos que se reencuentran, porque la hermandad perdida es algo que conozco, que he sufrido.
–¿Qué fue lo más difícil de resolver en la escritura?
–Todo fue difícil, muy difícil para mí, los editores son testigos de mis innumerables idas y vueltas... Nunca escribo así, por invitación a participar en un tema específico. Acepté por la confianza en que el proyecto era necesario, y por mi fuerte compromiso con este dolor que nos habita como argentinos, pero... justamente eso me detenía, la enormidad de ese dolor, la dificultad de asirlo, la dificultad también de mirar lo particular, de alejarme de lo convencional, de lo esperable. No sé si lo he logrado. La intensidad de los relatos biográficos, las confesiones de esos niños y niñas, hoy hombres y mujeres, que recuerdan la apropiación, el asesinato de sus padres, la negación de su identidad, tienen un voltaje imposible de superar.
–¿Qué es lo que más le gusta del libro terminado?
–Me gusta el libro en su conjunto, me parece que tiene sentido que ese libro esté, me conmueven las vidas, las imágenes, las historias que escribieron e ilustraron mis compañeros, me conmueven las fotos.. . Vi a Marcelo aquella sola vez del relato y con Victoria hablé nomás por teléfono, y a los dos intenté decirles que lo que escribiera sería y no sería sus vidas. Es tan difícil captar una vida... Se trata apenas de relámpagos, acercamientos a ese agujero negro que es el dolor de ellos como metáfora del horror sucedido en nuestro país.
¿Sabés, Athos?
El cuento de Iris Rivera cumple con lo que Jimena Vicaro pidió en uno de los encuentros para llegar a esta historia: “Ella estaba preocupada porque quedara dicho que su madre adoptiva era doctora y porque quedara claro que su perro Athos no era una mascota pequeña, sino un gran perro blanco”, cuenta la escritora. “Todos nos preocupamos por respetar su manera de contar la historia, incluidos estos detalles.”
–¿Por qué tomó la historia de Jimena?
–Después de escuchar la historia narrada por la propia Jimena, frente a los editores, frente a mí, frente a sí misma y frente al mundo, hubo un par de frases que me tocaron un punto de mucho dolor y también de mucho compromiso. Cuando su madre adoptiva encontró a esta beba de ochos meses, abandonada en Casa Cuna, sus compañeros de trabajo se preguntaron “¿qué hacemos con esta nena?”, y no faltó quien aconsejara “dejala donde la encontraste”. Frente a Jimena adulta, yo también me pregunté qué hacemos con esta historia tan desgarrada, tan difícil. Otra vez la misma pregunta: qué hacemos con esta nena. Y no fui capaz de dejarla donde la encontré.
–¿Qué es lo que más le gusta de este libro?
–Me gusta el primer impacto que produce como objeto artístico. Me gusta que no haya sido producido con fines de lucro. Me gusta que seamos ocho autores, ocho miradas distintas. Me gusta la valentía de esos cuatro nietos y nietas para desnudar sus historias. Me gusta el tiempo que tardamos en llegar al libro. Me gusta la manera en que los relatos tocan a los lectores desde los textos y desde las imágenes. Me gusta que la seriedad del trabajo de editores y autores se note a la primera mirada.
–¿Y qué le gustaría lograr con este libro?
–Con este libro, no sé. Con la historia de Jimena, desearía que los lectores y las lectoras puedan conmoverse como yo misma me conmoví. Que puedan sentir a Jimena niña partida en dos.
Dicen los autores del libro a sus posibles lectores: “El mayor deseo de los que hicimos este libro tiene que ver con que el futuro que te toque como adulto sea más feliz y más justo, y como es imposible edificar algo así sobre el barro de la mentira, te contamos y esperamos que cuentes estas historias para ayudar a quienes todavía viven angustiados, confundidos, entre las dudas de sus orígenes”.
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