LITERATURA › VICENTE MULEIRO, AUTOR DE LA NOVELA SANGRE EN EL VIENTO
El escritor y periodista ratifica su impronta, al cruzar la cultura con la política. Su novela presenta un doble crimen que lleva implícito el trasfondo de la lucha por los recursos naturales patagónicos. Una ficción con personajes omitidos por la historia oficial.
› Por Cristian Vitale
Las mañanas son sagradas para Vicente Muleiro. Le dedica cuatro horas de cada una de ellas a escribir. A tomar mate y escribir. “Por ahí una escritura más espontánea como la poesía puede salir en otro momento, pero la disciplina horaria de la mañana para mí es todo”, cuenta él, a dos metros de la computadora en que plasmó su formidable novela Sangre en el viento, recientemente publicada por Planeta. “Esas cuatro horas son las más placenteras del día, y si las pierdo por alguna razón, inclusive válida, tengo un mal día”, se muestra, entero y sincero. Leal al modus operandi que dio lugar a esta “ficción” que sucede en la Patagonia argentina y que no tendría mayores problemas en convertirse en real, en cualquier momento, y hasta sin forzarla mucho. Es la historia de un doble crimen que lleva implícito el trasfondo de la lucha por los recursos naturales en el sur argentino, y que tiene como actores a tipos “ambiciosos y pesados” del extranjero, a militantes “intensos” del territorio a defender, y a funcionarios “oscilantes”, entre quienes intentan mediar en una lucha que, ficticia o real, siempre da igual: desigual.
Una novela cuya trama sucede en varios planos. Y que Muleiro enmarca bajo tres ejes clave de su impronta como escritor: el cruce de la cultura con la política; la pretensión del desafío en la estructura y una búsqueda de un lenguaje que va más allá de la economía de recursos. “Me interesa el lenguaje como un mar de muchas riquezas del cual poder extraer. No me interesa la economía del policial en castellano, por ejemplo”, (se) define el también periodista, dramaturgo y subdirector de Radio Nacional, mientras profundiza en otro de los ejes: el desafío en la estructura. “Tiene que ver con los juegos estructurales de Faulkner, que acaso aprendí vía Onetti o García Márquez y que me interesan mucho. Luego está el uso de la segunda persona, una de las personas gramaticales más difíciles de encarar y que a mí me genera una tensión útil, porque sin ella tendría menos entusiasmo... trabajar el lenguaje no es poner humo en el escenario o hacer efecto neblina. Y también hay una cosa más personal, más autónoma, relacionada con que si no tengo algo para jugar la tensión me disminuye”, explica el escritor, sobre las formas de una historia que, dicho está, se completa con el primer eje permanente en su escritura: el cruce entre cultura y política, o entre violencia política y literatura, una marca indeleble para su generación, claro. “No podría haber escrito este libro sin haber leído antes Indios, ejército y frontera, de David Viñas”, refuerza Muleiro que –data al paso– sigue presentando Vidé/la muerte móvil (especie de desprendimiento teatral de El dictador, libro que escribió junto a María Seoane) todos los viernes a las 21 en el Teatro Calibán, ubicado en México 1428.
–¿Cómo imaginó Sangre en el viento? ¿Por qué el sur, las tierras, la puja por los recursos, los sicarios, la militancia, los terratenientes, los ideales y la huida histórica hacia ese personaje increíble que fue Ramón Lista?
–Me llegaron algunas investigaciones periodísticas sobre la venta de tierras en el sur, esa venta compulsiva que conlleva algunos crímenes que fueron investigados, y me pareció de una buena carnadura novelística. Luego tropecé, casi por casualidad, con la historia de Lista, que fue el segundo gobernador del territorio nacional de Santa Cruz. Y que, antes de serlo, había cometido una tremenda matanza de onas en Tierra del Fuego, algo que le había provocado una tremenda culpa. Por eso, cuando fue nombrado gobernador trató de aplicar políticas diferentes de las del esquema de su generación –la del 80–, que era cuidar a los ingleses y al oro patagónico, que era el ganado ovino. Lista tira algunas iniciativas de colonias agrarias, intenta sacar a los tehuelches del nomadismo para que no sean carne de cañón de los matadores de indios, y todo eso era muy mal visto, tanto como otro aspecto que aparece en el libro, que es su romance con Koyla, una india tehuelche que lucha por sus tierras.
–Pasajes desconocidos de la historia argentina.
–Totalmente, sí, y que provocan que la mujer de Lista, la hija del poeta Olegario Andrade, se suicide y genere una especie de escándalo asordinado en la época. Tuve la suerte de encontrar al bisnieto de Lista, que me pasó documentación y bibliografía importante sobre él.
Muleiro se levanta de la silla, se aleja dos metros de la computadora, va hacia la enorme biblioteca que presiona sobre las paredes de su departamento, y extrae de ella unos facsímiles que le entregó Jorge Carman, editor y bisnieto de Lista. “Son alegatos suyos en contra del etnocidio, escritos en 1879”, comenta, sobre un texto que aparece de a fragmentos durante el libro, bajo el título de Los tehuelches, una raza que desaparece. “Lista tenía un amor impresionante por los tehuelches, y esto me generó una necesidad de abordar históricamente su complejidad... por algo se lo han guardado, digo. Su bisnieto me contó que en algún momento la marina lo quiso resaltar como héroe, pero cuando vieron las cosas que había hecho, desistieron. Me interesa que se conozca a Lista, que se lo conozca mucho más que a Roca”, desea Muleiro, sobre una de las figuras naturalmente exentas de Los Garcas, el libro que escribió con su hermano Hugo, hace dos años. “La historia de Lista se ensambla con los crímenes en el sur”, detalla Muleiro, sobre otro aspecto clave de Sangre en el viento.
–Con la parte ficcional...
–Sí, porque recupero una historia que tiene que ver con una sangre que sigue soplando. Que está en el viento de ayer, y en el de hoy. Hay toda una tradición de este tema en La Patagonia trágica, de José María Borrero, en la patagonia investigada por Osvaldo Bayer; en Los dueños de la tierra, de Viñas... en fin, me gustó esa doble condición de tierra de mitos o de reescribir alguna vida, como aparece en varias instancias de la literatura argentina. Es un territorio blanco sobre el que todavía se puede escribir y que entra en tensión con el hecho de ser territorialmente sujeto de explotación, de codicia. Me pareció que había muchos elementos para volcar en una novela.
–En la parte actual de la novela hay cuatro crímenes puntuales (Ayelén, Marcos, el Cumpa y el doctor) y un personaje nodal encarnado en Clarisa, la enviada del gobierno para indagar “solo un poco” en los hechos. ¿Por qué la centralidad de este personaje?
–Porque me interesó trabajar personajes femeninos de una manera fuerte. Por eso Clarisa, que es el valor agregado de la imaginación, y por eso también a Agustina Andrade y Koyla.
–¿Cómo imagina al gobierno que manda a Clarisa?
–Podría ser como el de la Alianza, por ejemplo, con esas zonas del poder que no se pueden dominar. Un gobierno controvertido hacia dentro, que se pregunta qué hacer y qué no hacer con determinadas cuestiones.
–O, exceptuando las enormes distancias entre uno y otro, como el de Yrigoyen en la Patagonia Rebelde, tal vez...
–Póngale, sí. La pregunta es hasta qué punto se escapan cosas que no forman parte de una ideología, pero que todavía no se pueden controlar porque la dinámica del poder no pasa solo por los gobiernos.
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