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Sábado, 28 de noviembre de 2015

LITERATURA › EL ESCRITOR LUIS NEGRóN Y LOS MAGNíFICOS CUENTOS DE MUNDO CRUEL

“Los puertorriqueños somos burlones”

Las historias suceden en Santurce, uno de los barrios más populares de Puerto Rico. A contrapelo de toda corrección política, Negrón aborda con humor la vida en las calles. El libro obtuvo el Lambda Literary Award, un reconocimiento a obras de temática LGTB.

 Por Silvina Friera

La carcajada desarma el drama de un gay que se siente viejo y patético cuando descubre que el macho de su deseo, el “andancito de Moca”, está desnudo en la cama que él le había comprado con otro. Las historias suceden en Santurce, uno de los barrios más populares de Puerto Rico. A contrapelo de la esperpéntica corrección política, los personajes cuentan su modo de estar en el mundo con la lengua afilada por la burla: “Nena, agúzate, que este ambiente es así. Todas las locas son iguales y ustedes las jovencitas lo quieren cambiar todo de la noche a la mañana”. Cómo no rendirse a los pies del “secreto” de Sharon, la hermana de Willie, enfermo de sida: “Soy víctima de un secuestro. Desde hace veinte años un hombre importante del bajo mundo me obliga a encontrarme con él en ese garaje”. Un niño revela el daño que le provoca un insulto. “Esa era la palabra a la que más le temía en la escuela, en los juegos, con mis primos. La palabra de la que no podía escapar: pato y todas sus variantes. Me dio vergüenza escucharla de Papi, me dio dolor verlo marcharse pensando eso de mí. Cuando miré a Mami vi cómo se lanzó sobre mí gritándome maricón, pato, mujercita, y agarró el libro y lo rompió en dos pedazos, y luego en cuatro, hasta que quedó totalmente destrozado”. La risa y el llanto, la desesperación y la celebración, la pasión amorosa y la soledad, el vértigo de la vida y la amenaza en ciernes de la muerte, atraviesan el aire de los magníficos cuentos de Mundo cruel (Páprika), de Luis Negrón, un festín de voces atolondradas, a veces enquistadas por viejos prejuicios, que embrujan a los lectores.

Quería ser actor, pero el sueño primigenio tropezó con la realidad. Aunque de “pequeñito” escribía, publicar fue más complicado. Un día Negrón (Guayama, Puerto Rico, 1970) entró a una librería y se convirtió en librero, el oficio con el que se gana la vida desde hace más de dos décadas. El escritor y librero vive en Santurce, el barrio donde transcurren los relatos de Mundo cruel, publicado en 2010 y traducido al inglés en 2013. El libro que obtuvo el Lambda Literary Award –un reconocimiento a obras de temática LGTB– fue adaptado teatralmente en Puerto Rico y será llevado al cine por Benicio del Toro. Cuando aprobaron el matrimonio homosexual –el Tribunal Supremo de Estados Unidos estableció que los estados no pueden impedirla a fines de junio de este año–, escribió en Facebook: “ahora soy oficialmente solterón. Me jodí –bromea Negrón en la entrevista con Página/12–. Hay un lema que dice: ‘soltero maduro, pato seguro’. Nos arruinaron una metáfora”.

–¿De dónde viene el uso de “pato” como sinónimo de “puto” o gay?

–“Pato” es una expresión de Puerto Rico; si la dices en República Dominicana entienden, aunque allá usan la palabra “pájaro”, igual que en Cuba. Se piensa que es por el movimiento de la cadera; la mujer caribeña es muy dada a mover el culo, es una forma de llamar la atención. Y también es una especie de desafío ese andar, de reclamar el espacio. Usualmente se usa como un insulto, pero también entre amigos gays nos podemos apropiar de los insultos, que es una de las formas de desarmar esas palabras duras.

–Desarmar los insultos es lo que hace en parte en los cuentos de Mundo cruel, ¿no?

–Sí. A veces la literatura que trata este tipo de temas es muy sórdida. Yo digo que uno llora por un ojo y por el otro está buscando el goce. Siempre me pareció que éramos muy tristes en la literatura. La loca caribeña es una fiesta (risas). Las locas son hermosas y hablan hermoso; se narran de una forma divertida, colorida y elocuente hasta el fin, aunque sea con tres palabras. La maravilla de la gente que me gusta y que retrato es que con tres palabras te narran el mundo. Las cosas más hermosas las he escuchado de gente que no sabe hablar mucho. Si a un amigo le planteo que tengo un problema, me dice “léete este libro” o “dijo Lacan...”, que es igual de válido. Pero alguien de mi barrio, me dice: “dale, pichón”, que quiere decir “déjalo volar”. Para mí eso es poesía probada. Las pocas palabras tienen una contundencia que me encanta. Los puertorriqueños somos muy burlones. El cojo se llama “el cojo”; nadie sabe el nombre. Aunque sean duros, “los apodos son de cariño”, te dice la gente. Somos muy así; de donde vengo la crueldad no se esconde. La crueldad se pone en la mesa; es parte de la comida.

–¿Por qué en “Mataperros” y “Botella” la cuestión del crimen está narrada de una manera que parecen sátiras policiales?

–Mira, es que también el libro habla del barrio de Santurce. Yo vivo en ese barrio que ahora está de moda porque están llegando los hípster y dicen: “¡qué linda la pobreza!” Sigue siendo un barrio, complicado y la violencia es parte de lo que veo. Puedo estar conversando con un chico una tarde y sé que él es capaz de cualquier cosa porque esa es la alternativa que tiene. Alguien dirá que no todo el mundo es así, que puede estudiar y hacerse abogado, pero hay gente que sabes que en ningún lugar le van a dar trabajo ni nada. En estos dos cuentos quería explorar el hecho de que a veces la gente no tiene otra alternativa. Que la violencia es parte de ese carnaval.

–El personaje que narra “El vampiro de Moca” cuenta que tiene una casita en Santurce, en la parte de atrás del antiguo Comité General del PNP y aclara que vive ahí de pura casualidad: “Yo, como casi todo protagonista de la literatura puertorriqueña, cuestiono la presencia yanqui”. ¿Es el requisito indispensable para ser escritor?

–Esa etapa literaria se ha superado. Antes había un requisito para ser un escritor puertorriqueño: atacar un poco a lo yanqui. El PNP es el partido Estadista que pide la asimilación política y que muchos pensamos que podría terminar siendo cultural. En los cuentos, los buenos van a Boston, porque ahí vive mi familia y Boston es como mi segunda ciudad, una ciudad adonde van los pobres. A Miami o a Florida van los que dicen “este país de mierda, Puerto Rico no sirve, me voy allá porque son más civilizados”. Ahora mismo hay un éxodo –esa es la palabra que debemos usar–: se están yendo 3000 puertorriqueños al mes; hay escuelas que están cerrando porque baja la matrícula. Esta clase media que apoyó al neoliberalismo, que jodió al país, que hizo énfasis en el individualismo, como ahora está todo jodido, se quiere ir. Miami es como esa nueva meca vulgar. Una tragedia es que tenemos una burguesía que lo que le gusta es ir a Disneyworld a comer mierda. Es espeluznante, a mí me asusta, pero no me voy a poner triste ni enojarme. Lo que hago es, como decimos nosotros, me bufeo, me río de eso.

–¿Por qué se van 3000 puertorriqueños por mes?

–Te voy a decir dos palabras que te van a sonar bien familiares: fondos buitres. Se cobran algún día, ¿verdad? Ellos te van a decir cómo tienes que pagar y cómo tienes que gobernar. No les importa destrozar el país; entonces está bien caro vivir en Puerto Rico. De momento estamos con un problema grave en la economía, que está a punto de irse al infierno y no sabemos qué va a pasar. El colonialismo es un problema porque las colonias están hechas para solucionar los problemas del imperio. Vas a encontrar puertorriqueños que dicen: “somos colonias pero estamos mejor que otros países”. Hay mucha gente que encuentra formas de justificar el colonialismo. Otro problema es que votamos por dos partidos, que sería una cosa así como liberal y conservador, que es lo mismo. Simplemente cambiamos uno por otro y ya parece un concurso de belleza para ver cuál es más lindo; te ponen unos nenes bellos que han estudiado en Estados Unidos y no saben un carajo de lo que es manejar un país. Y mucho menos una crisis. Entonces mandan a un experto de Wall Street, como un mini Donald Trump, a decirte cómo vas bregar con el país.

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El libro de Negrón fue adaptado teatralmente en Puerto Rico y será llevado al cine por Benicio del Toro.
Imagen: Rafael Yohai
 
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