Sábado, 24 de septiembre de 2016 | Hoy
LITERATURA › FLOR CODAGNONE Y MARIA MAGDALENA PRESENTAN SU ESPECTACULO TREMULAS
Dos poetas nacidas en la primera mitad de los años 80 vuelven a escena para poner sus cuerpos y sus voces en Trémulas, un diálogo poético entre Olga Orozco y Alejandra Pizarnik, que se presentará por única vez mañana a las 16 en la sala Caras y Caretas.
Por Silvina Friera
La “pequeña centinela” cae una vez más por la ranura de la noche, como escribirá Olga Orozco en un bellísimo poema dedicado a Alejandra Pizarnik, que se suicidó el 25 septiembre de 1972, hace 44 años. En una de las últimas internaciones en el Hospital Pirovano, Alejandra bosquejó “Sala de Psicopatología”, probablemente uno de sus mejores poemas. Su desgarradora sinceridad llega demasiado lejos en los versos finales: “El lenguaje/ -yo no puedo más,/ alma mía, pequeña inexistente,/ decídete;/ te las picás o te quedás, / pero no me toques así,/ con pavura, con confusión,/ o te vas o te las picás,/ yo, por mi parte, no puedo más”. Flor Codagnone y María Magdalena, dos poetas nacidas en la primera mitad de los años 80, vuelven a escena para poner sus cuerpos y sus voces en Trémulas, un diálogo poético entre Orozco y Pizarnik, que se presentará por única vez mañana a las 16 en la sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037), acompañadas en violonchelo por Olga Marcela Farías.
El trabajo de esta “hermandad poética” integrada por Magdalena y Codagnone es similar al que realizaron el año pasado con la versión de Trémulas dedicada a poner en diálogo a las poetas estadounidenses Sylvia Plath y Anne Sexton. Si Codagnone, autora de Mudas, leyó los poemas de Sexton, ahora le presta su voz a los versos de Orozco. Si Magdalena, autora de Spleen, respiró antes a Plath, ahora tiene el enorme desafío de pronunciar las palabras de Pizarnik. Hay fragmentos de muchos poemas, un recorte de una entrevista a Orozco, algo de los diarios de Alejandra, incluso un tramo de audios con las voces de las autoras de Museo salvaje y Árbol de Diana. Sólo leen cuatro poemas completos: “Con esta boca, en este mundo” (Orozco), “En esta noche, en este mundo” (Pizarnik), “Pavana para una infanta difunta (poema que Orozco dedicó a Pizarnik); y “Sala de Psicopatología”. “Hay muchas similitudes en ciertos poemas y lugares a los que ambas vuelven. El vínculo con la muerte, aunque está presente en las dos, es diferente. Lo de Olga era más esotérico, más místico, más por el lado de la magia, mientras que en Pizarnik el vínculo era mortífero”, compara Magdalena en la entrevista con Página/12.
“El amor por la palabra las une, pero también las diferencia porque para Alejandra el lenguaje es una cárcel que terminó llevándola a la muerte. Quizá Olga pudo hacer otra cosa con la palabra. Pero las dos tienen un cuidado por el lenguaje que es muy similar. El jardín está presente en las dos, pero a la vez es diferente”, plantea Codagnone. “La infancia, uno de los temas que más comparten, en Alejandra es la nostalgia por el paraíso perdido. En Orozco hay algo de nostalgia, pero no tan melancólica ni tan triste”, aclara Magdalena. “Olga siempre vuelve a la infancia. Ella dice que la casa de su infancia la lleva a todas las casas donde vive”, recuerda Codagnone y revela que tuvo que leer a fondo toda la obra de Orozco porque antes la “tocaba de oído”. “Lo que me pasa con Alejandra es que me peleo mucho y de eso surgen cosas buenas. Sus diarios son los diarios de la imposibilidad. Tengo marcado todas las veces que aparece la palabra imposible. Como poeta, no tengo un estilo muy pizarniano. Aunque la leí desde la adolescencia, no creo que me haya influido”, explica Codagnone. Magdalena, en cambio, tempranamente leyó los poemas de Pizarnik, una de las primeras poetas que la marcaron fuertemente. “La vengo leyendo desde hace mucho tiempo y es una de esas poetas a la que siempre vuelvo o en realidad nunca termino de abandonar. A Orozco la había leído menos y fue una buena experiencia meterme de lleno en su obra. Pizarnik siempre está presente porque además la abordo desde diferentes perspectivas, no solamente desde la poesía. Hace años que estoy en un grupo de investigación y desde el psicoanálisis hay ciertas temáticas que son muy interesantes: su vínculo con el lenguaje, con el silencio, con lo indecible; temáticas que para el psicoanálisis resultan muy enriquecedoras”.
Volarán las hojas, con los poemas, sobre el escenario de la sala Caras y Caretas, una vez leídos por Codagnone-Orozco y Magdalena-Pizarnik. El violonchelo de Farías deviene separador indispensable. “La música es necesaria para alivianar un poco el clima porque sentimos que lo que le estamos dando al espectador es fuerte, no sólo nosotras necesitamos bajar un poco. Como los poemas son intensos, la música es como un respiro”, advierte Codagnone. La “hermandad poética” coincide que en el “primer” Trémulas la poeta más conocida era Plath en detrimento de Sexton. “Si bien Olga fue una poeta faro para varias generaciones, me parece que hoy en día está un poco olvidada o escondida. Los poemas de Museo salvaje son sobre una parte del cuerpo cada uno, un trabajo muy introspectivo que hizo Olga sobre su propio cuerpo, y ahí encuentro un vínculo con mi poética en la cuestión corporal. Olga es una de las poetas filósofa de nuestra poesía”, subraya Codagnone. “Cada vez que a Alejandra le preguntaban por la poesía argentina, ella mencionaba dos nombres: Olga Orozco y Enrique Molina; Alejandra decía que eran los mejores poetas argentinos. No deja de ser un poco llamativo o irónico que hoy se la conozco más a Pizarnik que a Orozco”, sugiere Magdalena.
–¿Quizá el personaje Pizarnik fagocitó todo, hasta su poesía misma?
Flor Codagnone: –Sí, pero así como con Sexton y Plath nos pasó que queríamos sacarlas de la figura trágica del suicidio, de las dos poetas mujeres suicidas, creo que acá intentamos lo mismo. Si bien abordamos el vínculo de Alejandra con la muerte, nos corremos de esa imagen de la poeta suicida.
María Magdalena: –El desafío con Alejandra es no caer en el lugar común de ponerla como mito, como personaje, como la niña frágil suicida. Cuando te metés en su obra, te das cuenta de que no era una niña frágil. Suicida, por supuesto; pero no era una muñequita vulnerable.
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