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Miércoles, 29 de noviembre de 2006

LITERATURA › LA PRESENTACION DE “LA PALABRA Y LA ACCION”

“El Walsh de este libro no es personaje de una sola pieza”

En el Centro Paco Urondo, Nicolás Casullo, Jorge Lafforgue y Horacio González analizaron el libro de Eduardo Jozami.

 Por Silvina Friera

El camino más cómodo podría haber sido la mitificación o la pasteurización. Pero la mirada y el enfoque de Eduardo Jozami desacralizan y desmitifican el recorrido vital y político de uno de los escritores argentinos más importantes del siglo XX. En Rodolfo Walsh. La palabra y la acción (Norma) Jozami demuestra que, si un escritor es prisionero de su época, siempre hay un núcleo de sentido que puede liberarse. El mejor homenaje para un intelectual es “cuestionar sus opciones, criticar sus escritos, someter su pensamiento a la prueba del tiempo”. El libro, que se publica cuatro meses antes de que se cumplan los treinta años de la desaparición del autor de Operación Masacre, supera la tensión entre admiración y objetividad, implícita en todo estudio biográfico, y traza un recorrido por aspectos poco frecuentados, como su militancia nacionalista y su antiperonismo en la década del 50. Pero también recupera la narrativa policial –que el propio Walsh condenó después–, ahonda en las contradicciones de su acercamiento al peronismo y recurre al diario del escritor para subrayar las tensiones que le planteaba la militancia revolucionaria. Durante la presentación de esta biografía intelectual, en el Centro Cultural Paco Urondo, Nicolás Casullo, Jorge Lafforgue y Horacio González (aunque no pudo estar, mandó un texto que leyó Gabriela Franco, de la editorial Norma) coincidieron en la necesidad de presentar otro Walsh, que se acerque más a las necesidades conmemorativas de esta época.

“Las malas y erráticas combinaciones de elementos que hacen a la figura de Walsh, resumidos en su encrucijada personal entre la literatura y la política, quizá conspiraron contra el comprensible deseo de convertirlo, de un solo tajo, en la figura del escritor sacrificado. Pero cuando fácilmente aparece bajo este signo, también es necesario volver a la diversidad de ángulos y filos que tiene su vida”, dijo González. Para el director de la Biblioteca Nacional, Jozami expande cautelosamente todos los pliegues del autor de la Carta abierta a la junta militar: su comprensión del enigma policial, su saludo a un aviador de la Revolución Libertadora, su lamento frente a la imposible escritura de una novela, su breve y certero epitafio a Perón en el diario Noticias, su equívoca relación con Borges, su sumaria valoración de Murena, su orgullo salido de ciertos martirios en un internado de curas, su relación con Masetti o Waldo Frank en Cuba. Respecto del saludo que Walsh hizo a un aviador, Jozami recuerda la nota que el escritor publicó en Leoplán, a fines de 1955, en la que narraba una acción de la aviación naval en los días del derrocamiento de Perón. En esa nota Walsh rendía homenaje al aviador naval capitán Eduardo Estivariz (“excepcionalmente austero, excepcionalmente capaz y excepcionalmente valeroso”) y a los demás tripulantes del avión caído en combate.

“Es notable –reconoce Jozami en su libro–, a la luz de la evolución posterior de Walsh, este homenaje, meses después de que aviones de la Marina bombardearan la Plaza de Mayo el 16 de junio, dejando centenares de muertos. Para el autor de la nota, Estivariz no es una excepción, sino ‘uno de los jefes más brillantes de un arma que ha dado sobradas muestras de altivez’.” Jozami ilumina estos aspectos inéditos –e incómodos– poniendo en contexto la trayectoria política del personaje y la evolución de sus ideas en cada período. “El tono épico del artículo de Leoplán –aclara el biógrafo– hace evidente la identificación del autor con el golpe antiperonista: ‘Cuando se escriba la historia de la revolución de septiembre, la Base Naval Comandante Espora ocupará un lugar destacado’.” Jozami añade que para los lectores de Walsh “el texto resulta sorprendente por la actitud casi reverencial frente a la institución militar, pero también por el tono de ceremonia escolar, cuyo acartonamiento contrasta con la prosa fluida de sus cuentos policiales”.

La biografía de Jozami se sostiene en un examen riguroso de numerosas fuentes, pero también en una investigación que incluye entrevistas y el redescubrimiento de revistas olvidadas. “El mecanismo de ida y vuelta entre el texto y las fuentes es un logro del libro, a tono con el asunto que trata: ese Walsh que es el autor del cuento ‘Nota al pie’ –comparó González–, y que se detuvo en el arte de la corrección de pruebas y de los vaivenes tipográficos como un entomólogo de monasterio.” Casullo observó que el acierto fue trabajar una biografía intelectual, más que existencial. “Eso es lo más difícil de hacer, porque es problemático seguir el hilo del pensamiento y de las ideas de una época.” El sociólogo añadió que el plano iconográfico, mítico y la ubicación canónica dificulta el trabajo de deconstrucción de la figura de Walsh. “Esta biografía permite discutir entre nosotros y con Walsh como si él estuviera”, planteó. Pero también Jozami “discute” con la biografía de Walsh. “¿La escritura encerraba la cifra, la incógnita de su vida?”, se preguntó Casullo. “Walsh muere en su ley, asume el sentido de su muerte en plena vida, se pregunta su lugar en la revolución, en la época; casi diría que escribe el propio plan de su vida.”

“Ese eterno preguntarse qué hago con mi escritura, de corte sartreano y fanoneano, plantea la problemática más fecunda de la época: qué hace el intelectual en vísperas de la revolución”, afirmó Casullo, quien recordó que hasta 1968 el camino de Walsh fue solitario, “sin grandes teorías a la que adherir y sin grupos estéticos que lo amparasen en su recorrido” (del nacionalismo antiperonista hacia la militancia en Montoneros). “Es un recorrido fascinante que muestra los dilemas del intelectual y de la escritura, que hoy se han agotado y parecen casi de archivo.” El sociólogo subrayó que entre los méritos de la biografía de Jozami está el de romper la dicotomía entre el escritor y el militante montonero y el de plantear la tensión entre el ser periodista y escritor, entre ser un escritor burgués y un militante. “En esa tensión entre estas instancias, Jozami llega al corazón de Walsh”, opinó. “Es un libro que abre una avenida de debate sobre los años ’60 y ’70 que todavía no está decididamente abierta.”

Jorge Lafforgue, autor del prólogo de Un oscuro día de justicia y Zugzwang, dos clásicos de Walsh recientemente reeditados por Ediciones de la Flor, no ahorró elogios hacia el trabajo de Jozami: “La palabra y la acción es el mejor libro que se ha escrito sobre Walsh, el más ajustado y conveniente”. El crítico y profesor admitió que aunque agregar algo de Walsh es difícil, Jozami pudo rearmar el rompecabezas sin optar por el camino de enaltecer al biografiado. “El Walsh que nos presenta no es un personaje de una sola pieza: muestra sus ambigüedades y sus vacilaciones, que van del policial clásico al negro, del antiperonismo al peronismo, de la política a la literatura”, señaló. “El escritor estaba comprometido con su entorno; armado con la máquina de escribir, pero también con su revólver, o ambas. Era una literatura armada, renovada a través del periodismo y del género policial.” Según el crítico, el autor de Los oficios terrestres no dejó la escritura por su compromiso militante, sino que “su propia escritura lo llevó a desviar el curso”. Las opciones literarias podrían resumirse entre “optar por el silencio, como Rulfo, o establecer prioridades, como Walsh”. Al final, Cristina Banegas leyó varios textos del escritor, que dejaron la sensación de que en la vida y en la escritura de Walsh siempre persistirá algún enigma por descifrar.

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El encuentro finalizó con una lectura de Cristina Banegas.
 
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