Vie 16.05.2008
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CINE › FRANCIS FORD COPPOLA, LA EXPERIENCIA DE FILMAR EN BUENOS AIRES Y LOS PERSONAJES DE TETRO

“Volví a ese cine por el que me insultan”

“Es cierto que tomé cosas de mi familia. Cuando escribes de una familia, tú y los tuyos acaban en todos los personajes”, confiesa el director de El Padrino, que dice que nunca antes había atendido a la prensa durante una filmación.

› Por Gregorio Belinchón *

Viernes por la noche en Buenos Aires. El Café Tortoni, el más antiguo de la ciudad, cumple 150 años repleto de turistas, estruendoso chocar de copas y tazas y paredes abigarradas de cuadros y fotografías. Francis Ford Coppola (nacido en Detroit, en 1939) entra por la puerta trasera, pregunta a los ayudantes sobre el plan de rodaje nocturno, saluda muy cariñosamente a Maribel Verdú (“mi princesa”, le susurra) y a Carmen Maura, y avisa: nunca en su vida había atendido a la prensa en mitad de un rodaje.

Vestido con un impecable traje blanco de lino, a Coppola se lo nota feliz con su equipo, profesional en sus respuestas y cansado. Está al final de la cuarta semana de filmación de un total de doce. Este Coppola no hubiera tenido energías para rodar El Padrino; pero es que este Coppola está en otra cosa: “Tetro es la segunda película de mi nueva carrera, en la que quiero aprender más de mí mismo como persona, escribir mis guiones y controlar yo mismo la financiación de mis films”. Un paso que comenzó el año pasado con Juventud sin juventud, su adaptación de la novela del rumano Mircea Eliade. Y que ahora da un salto arriesgado con Tetro, un drama que se desarrolla en una familia de inmigrantes italianos en la Argentina. El padre, un monstruoso y genial director de orquesta, deglutió emocionalmente a su familia antes de trasladarse a Estados Unidos. De allí regresa su hijo pequeño, Bennie (el debutante Alden Ehrenreich), a Buenos Aires. A punto de cumplir 18 años, Bennie busca a Tetro (Vincent Gallo), su hermano mayor –“una trágica figura poética”, apunta su creador–, un bohemio que deambula por los ambientes artísticos de la ciudad, y que intenta superar, de la mano de su novia, una psiquiatra (Maribel Verdú), el rencor que le provocó su padre. A Carmen Maura le ha tocado el personaje de una influyente crítica literaria, antigua mentora del protagonista, y en cuya casa se desarrolla el final de Tetro. En esta vuelta de tuerca creativa, Coppola está filmando en blanco y negro, dejando el color para los flashbacks en los que el público conocerá al padre, y para los sueños del protagonista.

–¿Por qué decidió filmar en la Argentina?

–Busco sitios que supongan para mí una aventura, en los que pueda disfrutar y filmar barato, y la Argentina cumple los requisitos. Además, se parece a Estados Unidos: un gran país que ha sabido acoger a oleadas de inmigrantes, muchos italianos. Y de paso así aprendo una nueva cultura –me encanta la literatura sudamericana– y algo de español (Maribel Verdú pasa el dato de que no sabe mucho, aunque saluda a todo el equipo en castellano).

–¿Hay reflejo en el guión de los actuales problemas políticos de la Argentina?

–No, pero la política está en todas partes. La auténtica política está dentro del ser humano y de sus relaciones familiares, y después salta a la sociedad. Prefiero investigar a ese nivel.

–Es un buen momento para hablar del estado actual de la política en su propio país.

–Estados Unidos es un gran país y sabrá sobreponerse a estos últimos desastrosos ocho años.

–¿Barack Obama o Hillary Clinton?

–Repito: Estados Unidos es un gran país...

–Usted asegura que ésta es la primera vez que para escribir un guión se metió en el desván familiar. Su padre era músico y el de Tetro es director de orquesta; no sé cómo se lleva usted con su hermano mayor, August (decano emérito de la Escuela de Artes Creativas de San Francisco y padre de Nicolas Cage).

–Este director es más como Herbert von Karajan, y Carmine, mi padre, era compositor, un hombre maravilloso. Y mi hermano es la persona que más me influye en la vida. Pero sí es cierto que tomé cosas de mi familia. Cuando escribes de una familia, tú y los tuyos acaban en todos los personajes. Yo soy el padre, yo soy el hermano, yo soy Tetro... Se usa lo que se conoce.

–Escribir sobre la familia ayuda a descubrir cosas cercanas a uno.

–Y también sobre mí. Sobre cómo me siento, sobre cómo me influyeron cosas del pasado y las superé o las incorporé a mi carácter.

–Contrató in extremis a Carmen Maura para que sustituyera a Javier Bardem como mentor de Tetro. ¿Un cambio de sexo obligado por las circunstancias?

–Sí y no. Bardem me dijo ya desde Juventud sin juventud que estaría en el rodaje. Nos hicimos amigos. Se lo pedí como un favor, eran sólo 12 días... Pero eran demasiados hombres en el guión, hubo problemas de fechas y al llegar Gallo, un actor muy sexy, cambié el sexo del crítico. El espectador se preguntará qué pasó antes entre ellos. Carmen está llena de alegría de vivir.

–¿Encontró la computadora que le robaron en septiembre?

–No, pero se exageró la historia. Allí no estaba el guión, sólo fotos familiares.

–¿Tiene relación con sus actores anteriores?

–En el cine cada uno vive en un sitio diferente. Como mi familia: yo vivo en el valle de Napa; mi hija, en París; mi hijo, en Los Angeles...

–Esta es la segunda película de su carrera...

–Y estoy aprendiendo.

–Perdón, ¿aprendiendo?

–Porque he empezado de cero de nuevo. Es un proceso completamente diferente.

–¿Qué lo empujó a este reinicio?

–Yo no cambié. Lo que ha cambiado es el proceso de hacer cine, Hollywood. La gente ve películas en sus celulares. Los esquemas se repiten: siempre hay dos policías a los tiros... Incluso en la película con la que Javier ganó el Oscar, Sin lugar para los débiles, se disparan como locos a la cabeza. Desapareció aquella tradición de los ’50 y ’60 que prolongamos en los ’70. Tú eres joven y si ganas un montón de dinero, ¿qué harás con él? ¿Te comprarás un yate, un avión? Yo ya tuve esas cosas, me siento repleto de salud y lo que hago con mis ganancias es invertirlas en cine. Además, mis primeras películas nunca tuvieron éxito inmediato. Hasta insultaron a El Padrino. Y volví a ese cine por el que me insultan. ¿No te gusta mi película? Bien. ¿Te gusta? Me halaga.

–¿Y qué está aprendiendo?

–Que el cine es maravilloso, un arte mágico.

–¿Ha recuperado el amor por el cine?

–Nunca lo perdí, pero ahora lo disfruto, investigo en su lenguaje.

–¿Por eso rueda en blanco y negro?

–No, es una preciosa elección. Mi próxima película no será en blanco y negro.

–¿Ya la tiene pensada?

–Sí.

–¿Y será...?

–¿Por qué se lo iba a decir a usted?

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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