Viernes, 4 de julio de 2008 | Hoy
CINE › HANCOCK, DE PETER BERG, UNA DE ESAS PELICULAS QUE HOLLYWOOD YA NO SABE HACER
Will Smith encarna a un personaje de pura incorrección, un héroe sin disfraz que no encaja en ningún arquetipo conocido.
Por Horacio Bernades
HANCOCK
EE.UU., 2008.
Dirección: Peter Berg.
Guión: Vy Vincent Ngo y Vince Gilligan.
Fotografía: Tobias A. Schliessler.
Intérpretes: Will Smith, Charlize Theron, Jason Bateman, Jae Head y Eddie Marsan.
Toda una sorpresa, Hancock representa un inesperado aporte a una de las líneas de desa-rrollo más inteligentes del reciente cine estadounidense: la revisión y deconstrucción del mito del superhéroe. En los últimos veinte años hubo ocasión de conocer a superhéroes conflictuados (el Batman de Tim Burton, todos los de la Marvel), héroes de acción bajados a tierra (el Schwarzenegger de El último gran héroe), chicos de barrio que se vuelven superhéroes (El hombre araña) y superhéroes rechazados por aquellos a quienes deben defender (la familia de Los increíbles). Ahora llega... el superhéroe-homeless. Sí, Hancock es un alcohólico impresentable, que vive en la calle, les toca el culo a las chicas que pasan, levanta vuelo con una botella en la mano (y en zapatillas) y es repudiado por su falta de educación, mala onda y total incorrección política. Pero como ser superhéroe es una condición a la que no se renuncia (algo que nos hizo saber Stan Lee, a comienzos de los ’70), el tipo no puede dejar de usar sus dones para salvar al prójimo. Por más que los odie.
Si la premisa ideada por los guionistas Vy Vincent Ngo y Vince Gilligan es un hallazgo, lo que sostiene la trama es una soberana estupidez. Y sin embargo –por esas cosas de la convicción narrativa, la suspensión de la incredulidad, la lógica interna y otros milagros del cine bien hecho– funciona perfectamente. La cosa es así: un día, el auto de un tipo se queda atorado en una vía. El viejo truco: viene el tren a toda velocidad, al tipo se le atasca el cinturón de seguridad, no puede salir del auto, plano de la cara de de- sesperación, contraplano del tren cada vez más cerca... y ahí aparece Hancock volando (Will Smith, con resaca y sin afeitar), levanta el auto, lo saca del medio y de paso rompe el tren, parándosele delante (con lo cual provoca un descarrilamiento de los mil demonios, detalle típico de una película que le presta gran atención al detalle). Todo el mundo le recrimina que debería haber hecho esto y no aquello, Hancock se pone a putear a todo el mundo y el chofer en peligro (Jason Bateman, uno de los actores con mejor porvenir de todo Hollywood) es el único que lo defiende. Como modo de pagar su deuda, se ofrece a ayudarlo.
¿De qué manera piensa ayudar el tipo a Hancock? Diseñándole una nueva imagen. ¿Cómo? Sí, el tipo es licenciado en Relaciones Públicas, acaba de quedarse sin trabajo (por una quijotada también inconcebible, que la película vende con infecciosa simpatía) y entonces se le ocurre convertirse en agente del superhéroe antipático. Hancock gruñe un poco, putea otro poco y al final acepta. No es la única vuelta de tuerca. Habrá otra, de marca mayor, relacionada con cierto secreto que esconde la esposa del publicista (Charlize Theron, otra vez una diosa después de años haciéndose la fea). Puede ser que esa última vuelta de tuerca sea demasiado aparatosa. Pero el valor de Hancock reside menos en la trama que en su espíritu contagioso y sus comentarios colaterales, digresiones y observaciones al paso. “Si me seguís diciendo ‘boludo’ voy a meter tu cabeza en el culo de tu amigo”, amenaza Hancock en una escena, y lo cumple. Literalmente. “¿Qué te parece esto?”, le pregunta el publicista, mostrándole el dibujo de un superhéroe de comic, vestido con uniforme apretado (Hancock es, entre otras cosas, el primer superhéroe sin uniforme de la historia). “Un maricón”, rumia Hancock. “¿Y éste?”, vuelve el otro al ataque. “Un maricón vestido de rojo.” “¿Y este otro?”, mostrando a un superhéroe rubio. “Un maricón noruego.”
Producida por Michael Mann, si el guión (uno de cuyos autores escribió gran cantidad de episodios de Expedientes X) acierta con el tono justo, la dirección de Peter Berg (actor secundario muy conocido, antes dirigió la comedia negra Very Bad Things y la película de acción The Kingdom, editada aquí en video) la pone en escena con un planteo visual definido, enorme dinámica y fluidez, gran lucimiento del montaje y un infrecuente, sistemático uso de primeros planos, que permite que el espectador se sienta al lado de los personajes. Aireada, amigable y adictiva, destinada tal vez a un futuro culto semisecreto, Hancock es la clase de película que Hollywood hace rato que ya no sabe hacer: una que permite reírse mientras se piensa, con unos personajes que, más que personajes, dan la sensación de ser gente de la que uno se hizo amigo para siempre, en la oscuridad de una sala.
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