Domingo, 24 de agosto de 2008 | Hoy
CINE › FERNANDO TRUEBA FILMA EN SANTIAGO DE CHILE UNA HISTORIA DE SKARMETA
El cineasta madrileño volverá a la ficción con El embrujo de Shanghai, una película basada en la novela El baile de la victoria, con la que el autor chileno ganó el Premio Planeta. Ricardo Darín, que hace de ex convicto, es uno de los protagonistas.
Por Claudia Larraguibel *
Desde Santiago de Chile
Son las doce de la noche y, en el centro de Santiago, un destartalado motel que hasta hace poco aún recibía amantes clandestinos estrena un letrero de neón rosa: Hotel Love. Desde el 28 de julio ésta ha sido la localización principal de la nueva película que dirige Fernando Trueba, que desde El embrujo de Shanghai (2002) no había vuelto a dirigir un film de ficción. La película está basada en El baile de la victoria, novela con la que el escritor chileno Antonio Skármeta ganó el Premio Planeta 2003. Una historia sobre dos ex convictos enfrentados a las dificultades para rehacer sus vidas.
Un cartel pide disculpas a los transeúntes: “Perdonen las molestias. Estamos rodando”. Pero no hay un alma en la calle, nadie a quien perturbar a estas horas en las que el barrio de casonas decimonónicas duerme, ajeno a la producción española. En la segunda planta, por los estrechos y largos pasillos de altísimos techos, se mueve un silencioso enjambre de técnicos con cámaras, luces y micrófonos. Llevan tres días rodando de noche y pocos han dormido bien. La que menos, Jessica Berman, incansable directora de producción que acompaña a Trueba desde Two much y que en pocas semanas se hizo con un equipo de técnicos casi en su mayoría chilenos y también con la nueva ciudad. “Yo soy de meterme mucho y de sumergirme al tiro”, comenta usando una típica expresión chilena. “Es necesario. Tienes que entrar y hacer una inmersión total. Aunque aquí hemos tenido mucha ayuda, sobre todo de Antonio y Nora Skármeta, que nos han apadrinado.”
Mientras el director de fotografía, el argentino Julián Ledesma, prepara el plató, Trueba cuenta anécdotas cinéfilas y aprovecha para recortarse el pelo y la barba en la sala de maquillaje. “Aquí estamos, y si el resto de las 11 semanas de rodaje sale como estos primeros días, puedo darme por satisfecho”, comenta risueño. Desde hace casi tres años baraja este proyecto, del que han entrado y salido diversos productores, y que ahora asumió por entero a través de Fernando Trueba PC (con la colaboración de TVE y el Ministerio de Cultura). “Mucha gente intentó convencerme de que rodara en otra ciudad, pero esta historia necesitaba ser rodada aquí. Esta historia en la que hay elementos policíacos, de comedia y de romance, tiene un punto irreal al que le sienta bien este Santiago-centro antiguo y como detenido en el tiempo”, dice.
En una de las habitaciones del fondo se han apilado los catres, los espejos y los descascarillados carteles de rollizas y desnudas mujeres que decoraban el local. Pero parte del mobiliario original se ha conservado para el escenario donde el personaje que interpreta Ricardo Darín (Vergara Grey, recién salido de la cárcel) medita cómo recuperar su dinero y sobre todo a su ex mujer (una Teresa Capriatti a la que dará vida Ariadna Gil). En otra de las estancias, Lala Huete, imprescindible diseñadora de vestuario de los Trueba, teje calentadores para otra de las protagonistas, la Victoria que el director encontró en la joven bailarina chilena Miranda Bodenhöfer. “Con respecto a la novela, lo que más ha cambiado en el guión es el personaje de Victoria. Se ha convertido en un personaje muy dickensiano. Es como Oliver Twist en el Santiago de hoy”, sigue Trueba.
“El termostato es lo primero que se ve afectado cuando se rueda de noche. Y el aparato digestivo, claro. En este momento soy una especie de batracio que no tiene idea de si hace calor o frío. Mis sentidos se limitan a escuchar las órdenes de producción”, comenta Darín, recién llegado al plató y demostrando que realmente es un “centro magnético”, como lo define Skármeta. “Siempre pensé en Darín para interpretar a Vergara Grey, así que si no lo hubiera hecho él me hubiera llevado el disgusto de mi vida”, asegura Trueba. Para Skármeta, Darín le ha dado al personaje honduras que ni él mismo había imaginado. “El aspecto rioplatense que adquirió el personaje le da más dramatismo. En la novela tiene más humor, uno muy chileno. Ahora es un transeúnte internacional que huye de un país a otro”, explica Darín sacándose los auriculares de un iPod en el que suena Pink Floyd. “Siempre sólo Pink Floyd. Es que soy un adolescente tardío”, admite.
Lo del iPod parece ser una consigna entre el equipo. El joven actor argentino Abel Ayala merodea por el hotel en pantalones cortos (a pesar de que estamos a ocho grados) y sin desprenderse del suyo. Aun con los auriculares puestos, Ayala muestra fotos de otros rodajes (desde que lo descubrieron en El polaquito ha participado en 10 películas más) y envidia el iPod de Trueba: “Imagina, Fernando tiene un aparato con 13.000 temas”. Hace más de un mes que vive en Santiago. Llegó primero para preparar su papel de Angel Santiago –”Uno de los personajes jóvenes más románticos de los últimos años”, según Darín– y para aprender bien el acento chileno. “Quería vivir como un chileno, aprender a comunicarme en el mismo lenguaje y hacerme uno más, para luego no sentir que estoy actuando o que estoy fingiendo”, explica Ayala. Para Trueba, “Abel es más Angel Santiago que el propio Angel Santiago de la novela”. Como muchas producciones, ésta comenzó a fraguarse entre el bullicio y las comidas del Festival de San Sebastián, cuando en la edición de 2005 Trueba se reunió por primera vez con el escritor. “Me dijo una frase muy clara: ‘Es que la veo’”, recuerda Skármeta. “Y allí mismo me dio detalles estilísticos de cómo la veía, cercana a qué tipo de cine negro y a qué cine poético, y a qué tipo de música... todo esto en una primera conversación que a mí me pareció arrolladora de entusiasmo y sensibilidad.” “Hay novelas que me gustan pero que no las veo como película. Una cosa es que una novela te guste y otra muy distinta que te la imagines como película, y aún más difícil que la imagines dirigiéndola tú. Pero ésta, en cambio, la vi. No había acabado la novela y ya tenía la película en la cabeza”, añade Trueba.
Hay muchas cosas que unen a Trueba y a Skármeta –el humor, los gustos musicales, el amor por la lectura– y se profesan una admiración mutua que hizo que el desarrollo del guión, que firman ambos junto a Jonás Trueba, resultara un grato paseo, escrito entre Santiago, Roma y Madrid. Un guión en el que se conservó gran parte de la trama original (elementos de fábula, de picaresca, de historia romántica y de género negro) pero en el que primó, según Skármeta, el lado más poético. “Fernando es una persona muy sencilla, de una inmensa cultura, de una tremenda inteligencia y de un ritmo sagaz. Y por eso tengo plena confianza en lo que está haciendo”, asegura el escritor. “Esta es una película en que la primera parte se mueve en un terreno de thriller, con un leve tono de comedia y una parte muy romántica, pero que en la mitad se convierte en una montaña rusa emocional. No te deja descanso. Creo que es una película en la que la gente va a reír y a llorar. Para mí lo más emocionante de hacerla es justamente conseguir el tono indicado”, concluye Trueba.
* De El País de España. Especial para Página/12.
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