Miércoles, 27 de agosto de 2008 | Hoy
CINE › LEONARDO SBARAGLIA, REPARTIDO ENTRE ARGENTINA Y ESPAñA
El actor, que filma por estos días El corredor nocturno, de Gerardo Herrero, lleva rodadas más de diez películas en Europa, aunque pretende “volver a poner un pie firmemente acá”. “Allá uno está muy solo y extraña”, admite.
Por Oscar Ranzani
Hacía varios años que Leonardo Sbaraglia no filmaba en Argentina. Cuando se le recuerda que la última vez fue con La puta y la ballena, dirigida por Luis Puenzo, el actor de Plata quemada y Caballos salvajes reconoce estar muy contento de volver. Son dos los motivos para su estadía en Buenos Aires. El primero se debe a que está participando en la filmación de la segunda temporada de la serie televisiva Epitafios, que podrá verse el año que viene por HBO, donde Sbaraglia compone a un asesino serial esquizofrénico. El segundo es que volvió a hacer cine en su país: a las órdenes de Gerardo Herrero, está participando del rodaje de El corredor nocturno, junto a otro sólido actor argentino, Miguel Angel Solá, con quien compartió parte del trabajo justamente en La puta y la ballena. Como señala que tiene muchos proyectos en Argentina, Sbaraglia siente que ha vuelto “a poner un pie firmemente acá”.
Basada en el libro homónimo del autor uruguayo Hugo Burel, El corredor nocturno cuenta la historia de Eduardo, un alto ejecutivo de una compañía de seguros, más precisamente el gerente administrativo. “Es el tipo que se encarga de que las cuentas funcionen, que cierren. Controla todas las áreas. Es un tipo que tiene cuentas en su cabeza y mucha presión, ya que es un lugar de mucha presión”, adelanta Sbaraglia, quien sostiene que, en general, “las empresas son lugares donde se busca la rentabilidad. Y este tipo tiene bajo sus hombros ese peso de la rentabilidad. A su vez, es un tipo que está al borde de los 40 y parecería que están a punto de despedirlo”. En su camino se cruza con Conti (Miguel Angel Solá), un hombre “que fue testigo de algunas cosas que él hizo en su pasado. Conti le dice: No te hagas el bueno ahora, porque yo sé las cosas que hiciste y quiero que te hagas cargo de lo que hiciste, que vuelvas a ser el que fuiste, que, en realidad, es el que sos. La historia de la película va a ser la historia del acoso que va a tener mi personaje de parte del personaje de Miguel Angel Solá”, cuenta el actor.
Sbaraglia destaca que su personaje corre todas las noches. “Su cabeza está todo el tiempo con cuentas y con un tormento interno. Entonces, está también la necesidad de correr para no pensar, para escaparse de sus pensamientos y de algo que lo persigue en su interior. Cuando corre, él percibe simplemente la sensación de sentir músculos y respiración y olvidarse del mundo. Y cree que de esa manera se va a poder escapar, pero, en realidad, no va a poder”, explica el actor y señala que “es la historia de esa sensación, representada a través del personaje de Miguel Angel Solá, de que él se tiene que hacer cargo de quien es. Y ese hombre que lo acosa es también un hombre que le está pidiendo más rentabilidad. Le dice: Vos no tenés que hacerte el bueno, no tenés que hacerte el humano, tenés que ser quien sos. Y de esa manera, vamos a ser todos más rentables. Está la sensación del misterio, de algo absolutamente perturbador, y que va a tocar un lugar oscuro de Eduardo”.
–¿El film realiza un cuestionamiento al hiperquinético mundo de los negocios y a la velocidad con la que se vive en la actualidad?
–De alguna manera, creo que es una reflexión sobre el mundo en el cual vivimos, en el sentido de que el mundo está un poco enloquecido por el asunto de la rentabilidad. Es un mundo que tiene que aplastar cabezas. Y de esto es lo que habla la película: de gente que con tal de ser rentable no tiene límites. La moral de la rentabilidad es pisar cabezas.
–¿Eduardo es una persona carente de ética?
–El la quiere tener. El espectador se va a identificar probablemente con Eduardo, porque el personaje puede tener un conflicto que, de alguna manera, podemos tener todos: ¿ascender a qué precio?
–Trabajó junto a Miguel Angel Solá en La puta y la ballena. ¿Qué recuerdos tiene de esa experiencia? ¿Lograron revivir y compartir códigos, entonces, para esta nueva película?
–Con Miguel Angel, hace quince años hicimos también una experiencia para la tele que nunca se emitió. Pero la experiencia más linda y más grande con Miguel la estoy viviendo ahora, porque tenemos muchísimas escenas juntos y, de alguna manera, tenemos que construir juntos al personaje, porque es como si fuera una relación que necesita un contraste. Se unen por contraste. En ese sentido, tuvimos que construir los personajes balanceándose uno con el otro. Fue muy bueno eso para mí, porque él es el actor que todos sabemos que es. Pero más allá de eso, Miguel tiene la particularidad de que es una persona que le interesa trabajar con el otro, que le interesa colaborar y ayudar. El tema es saber escucharlo. Tiene mucho más oficio que yo, mucha más experiencia y al servicio de cosas muy buenas que ha hecho. Entonces, me he apoyado mucho en él, cosa que no había hecho tanto en La puta y la ballena porque prácticamente no habíamos tenido escenas juntos.
–¿Qué diferencias tiene para un actor argentino trabajar para la industria cinematográfica española? ¿Se trabaja de otra manera? ¿Los directores plantean técnicas diferentes?
–En España he trabajado en más de diez películas. Por lo tanto, con mucha gente muy diferente. Gente de 33 años que debutaba, de 50 y de 70. Todas las experiencias han sido diferentes. Fundamentalmente, la diferencia que puedo mencionar de la gente más joven en España es que viene con un nuevo e interesantísimo lenguaje. La gente más grande, obviamente tiene otros códigos, pero tiene que ver con los códigos que podría tener un director en Argentina de setenta y pico de años. En ese sentido, no creo que haya tanta diferencia entre un país y el otro, sino más bien entre un director y el otro. Cada director tiene su manera, su forma. Si bien son gustos personales y la mayoría de las veces no tiene que ver con los resultados, en general yo disfruto más el trabajo cuando el director comparte más el proceso creativo con el actor. Esto, en general, se da más en Argentina que en España, pero allí he tenido experiencias, quizá de las mejores de mi vida con alguna gente, sobre todo gente joven. Paradójicamente a lo que digo, Gerardo está compartiendo mucho el trabajo con nosotros y respeta mucho nuestro trabajo. Está muy abierto. Se ha movido y se sigue moviendo el guión y la historia. Y lo que vamos haciendo justamente es por esa relación que tenemos.
–¿Qué posibilidades encontró en el cine español que no había aquí?
–Fundamentalmente económicas. Cuando me fui de Argentina, hacía una película cada dos años. En España empecé a trabajar y hacía una tras otra. Había muchas más alternativas para elegir. Por eso me fui. Y eso deriva en una cosa creativa: me desarrollé muchísimo trabajando allá. Aprendí muchísimo no solamente por tener que empezar de cero, porque tenés que empezar de cero aunque seas un actor conocido argentino. En el día a día, en el tú a tú, el técnico que tenés al lado no tiene idea de quién sos. ¿Quién es este pibe, quién se cree que es para pedir trabajar de tal o cual manera? Tenés que ganarte otra vez las cosas que te habías ganado en Argentina. Es empezar de nuevo, pasa que ya tenés el background de tu propia experiencia, que eso no te lo quita nadie, pero sí tenés que volver a encontrar nuevas maneras de relacionarte, de expresarte, otro idioma, porque hay muchas películas que tuve que hacer en español con otro acento. Entonces, para mí fue una experiencia de un crecimiento increíble. Hice películas de las cuales estoy muy orgulloso. Me apena que no se vean acá. Probablemente muchas de las mejores películas que he hecho, la gente de acá no las ha visto. Sé que tiene que ver con una falta de mercado: comprar una película española es muy caro. Ya que una película argentina vaya bien es muy difícil, ¿y por qué una película española va a ir bien, con temas y actores españoles, excepto yo? Eso lo entiendo, es una realidad.
–Si bien es el mismo idioma, la manera de hablar es diferente. ¿Incidió alguna vez el hecho de ser argentino en la frustración de un proyecto cinematográfico español?
–No es mi caso, porque más películas de las que he hecho, físicamente no hubiese podido. He hecho Carmen, una película española que transcurre en 1830 (y que es un arquetipo prácticamente español), interpretando a Don José. Interpreté también a un guardia civil franquista del año ’74... Trabajé en películas que podrían haber llamado a un actor español y me llamaron a mí. En ese sentido, no me perdí ningún papel, excepto cosas muy concretas: a veces hay estéticas y maneras de rodar, algo que no tiene guión y que tenés que improvisar. Entonces, para un argentino es más difícil improvisar en español. Ahí tiene que ver la estética, cómo esté rodado el film, de cuál nivel realista quiera el director. Pero con tiempo y con ganas se puede conseguir. Ha sido muy duro lo del acento español pero, a la vez, una buena apuesta porque me ha dado la posibilidad de hacer más personajes y no sólo argentinos.
–¿A cuál de las dos culturas se siente más ligado?
–A la argentina. Aparte, me fui todo ese tiempo pero estuve viniendo y sigo haciéndolo. Yo veo ahora más claramente la identidad argentina y la española. Es como que tomás distancia y ves más claramente lo que es cada una de ellas. Tenés más perspectiva. Hay muchas cosas que me encantan de la cultura española pero soy argentino. Yo me crié treinta años aquí. Si me hubiese ido a los quince, bueno, quizás...
–¿Sufrió el desarraigo?
–Sí. Extraño mucho cuando estoy allá. Y además uno está muy solo. No tenés los cincuenta monos que tenés acá alrededor. Allá estás con tu mujer, tu hija y tres tipos más. Y los domingos se hacen duros en ese sentido.
–¿Y cómo recuerda el momento en que se fue?
–Es que yo me fui de a poco. No es que armé las valijas y dije: “Me voy”. De hecho, seguí teniendo mi casa acá. Fue muy gradual mi partida y me parece que fue muy lindo de esa manera. Está bueno que haya sido así y está bueno mantenerlo así. Muchas veces, los periodistas me preguntan si vuelvo y yo digo que tengo más ganas de estar y trabajar en Argentina, pero mientras me sigan proponiendo cosas que me gusten en otro país, las voy a ir a hacer. No es que cerré las puertas de Migraciones (risas). Lo que siempre dije cuando me fui a España fue: “No voy a dejar de trabajar en Argentina. Voy a tratar de tener otro territorio de trabajo, además del de Argentina”. Y ahora ya tengo estos dos territorios y los voy a seguir manteniendo como si fueran sólo uno.
–¿En España el público es reacio a ver cine español como sucede aquí con el argentino?
–Sí, eso pasa. Yo no sé en porcentajes cuál es la diferencia, pero el espectador español ve más cine que el argentino, no solamente cine de su país: hay muchos más espectadores en España que en Argentina. Es un mercado más amplio. La diferencia es que cuando una película española va bien puede hacer 3, 4 o 6 millones de personas. Acá en Argentina, en estos momentos es difícil. En ese sentido, desde Plata quemada o Caballos salvajes, que hicieron un millón de espectadores, ahora que una película vaya bien en la Argentina es que la vayan a ver 400 mil espectadores. Eso ha cambiado mucho. Y la industria nacional está muy preocupada. Este es un momento muy grave, de una gran crisis. El cine español tiene todavía éxitos muy grandes. Almodóvar hace una película y la van a ver cinco millones de personas. El año pasado El orfanato creo que hizo seis millones de espectadores. Los crímenes de Oxford fue fantásticamente bien. Quiero decir que tienen más películas que funcionan bien comercialmente. En Argentina, la película de Lucía Puenzo, XXY, que fue probablemente de lo mejor del año pasado, fue un éxito y creo que hizo 300 o 400 mil espectadores. Es una situación complicada la que se está viviendo. Pero a nivel porcentual, el público también es reacio a ver cine español.
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