Jueves, 16 de octubre de 2008 | Hoy
CINE › EL GRAN GOLPE, DEL AUSTRALIANO ROGER DONALDSON
Inspirado en el que está considerado el asalto más grande a un banco cometido en Gran Bretaña, el director de Sin salida y Sueños de gloria propone una ética que democratiza el robo y lo pone a la altura de cualquiera.
Por Horacio Bernades
Más cerca de los perdedores de Fargo o Un plan simple que de los dandies Armani de La gran estafa, los ladrones de clase baja de El gran golpe dan toda la impresión de ser los típicos peces chicos, a los que algún tiburón del crimen inevitablemente se va a tragar. A la larga, los tipos terminarán demostrando (los que quedan de ellos, al menos) que no son ningunos losers. Inspirada en el que está considerado el asalto más grande a un banco cometido en Gran Bretaña, la ética de El gran golpe termina resultando tan opuesta al derrotismo de Fargo y Un plan simple como a esa revista Hola del asalto que son La gran estafa y sus secuelas. Una ética que democratiza el robo y lo pone a la altura de cualquiera. “Con un poco de agallas, otro poco de tesón y mucho seso, tú también puedes hacerlo”, sería la moraleja. Moraleja que no está nada mal, por cierto. Como tampoco está mal la película.
Un día de setiembre de 1971, el gusto de la población londinense por las historias policiales se sació con los diarios, que informaban del robo ocurrido en la sucursal del Lloyd’s Bank ubicada en Baker Street. La misma calle en la que, casi un siglo atrás, un tal Sherlock Holmes supo fijar residencia. Una de las aristas que más entusiasmaron a los lectores fue el modo en que el plan fue descubierto, al interceptar un radioaficionado, por pura casualidad, el intercambio telefónico de los ladrones, vía walkie-talkie. Lo otro que atrajo a los inveterados consumidores de crime stories fue la magnitud del atraco, con un túnel de varios metros de largo y centenares de cajas de seguridad vaciadas. Hasta ahí, los datos de la realidad. A partir de ellos, Dick Clement y su socio, Ian La Frenais (tándem de guionistas que trabajan a dúo desde los años ’70) imaginaron el resto, sin ponerse frenos.
Es así como no sólo policías corruptos y el mundo del hampa ingresaron en bloque a la historia, sino también el servicio secreto, un miembro de la familia real y hasta un militante negro de la isla de Trinidad. El resultado es una historia que, como dice el refrán, no será vera, pero sí ben trovata. En el corazón del asunto, ciertas fotos escandalosas, que documentan un ménage-à-trois (¡cometido por la princesa Margaret, de vacaciones en el Caribe!) y que alguien guarda, con propósitos de chantaje, en una de las cajas de seguridad del Lloyd’s Bank. De aquí en más, el guión se atiene al más puro efecto dominó, llevando de un presunto militante de la causa negra, llamado Michael X (¡que habría existido realmente!) a un productor de films porno clase Z (el veterano David Suchet, capaz de encarnar como nadie a toda clase de ratas resbalosas). De allí, a un agente de los servicios y una femme fatale de segunda (la lindísima, pero nunca muy simpática, Saffron Burrows), llegando a los desconocidos de siempre que deberán cometer el robo. Por orden de aparición, un tallerista (Jason Statham, capaz de dignificar esta clase de papeles), un fotógrafo de pasaportes falsos, un actor porno de cuarta y un sastre.
El australiano Roger Donaldson (realizador de Sin salida, 13 días y Sueños de gloria) no será un talento. Esa es su debilidad, si se la quiere encontrar. Pero no pretende serlo: ésa es su virtud. Avanzando y retrocediendo en el tiempo al comienzo, yendo a los bifes a partir del momento en que la acción toma velocidad, Donaldson aclara una cantidad de subtramas que podrían haber derivado en el mareo y se muestra tan concreto como los propios protagonistas. O como un realizador clase B de los años ’50. Urdido el plan, repartidos los roles, se lo ejecuta con rapidez y practicidad, poniendo agallas y sangre fría y rematando con un toque de astucia. Es verdad que hay por allí todo un costado familiero que acecha al personaje de Statham, pero a esta altura esa moralina casi puede asumirse como mal de la época. Es verdad también que la pintura del militante negro, cafishio caricaturesco y desalmado, huele a reaccionarismo rancio, podrido incluso. Pero ninguna historia de robo que termine con un mecánico de autos arrancándole un compromiso a un representante de la corona (¡Lord Mountbatten, que en tiempos coloniales llegó a ser gobernador general de la India!) puede ser menos que buena. El gran golpe lo es, en el más anacrónico y bienvenido de los sentidos.
7-EL GRAN GOLPE
(The Bank Job, Gran Bretaña/EE.UU., 2008).
Dirección: Roger Donaldson.
Guión: Dick Clement e Ian La Frenais.
Fotografía: Michael Coulter.
Intérpretes: Jason Statham, Saffron Burrows, Daniel Mays, Richard Lintern y David Suchet.
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