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Viernes, 27 de marzo de 2009

CINE › AGENTE INTERNACIONAL, DE TOM TYKWER, CON CLIVE OWEN

Con la muerte a plazo fijo

El director de Corre, Lola, corre profundiza la desconfianza natural de estos días hacia cualquier institución bancaria, haciendo de la suya un ente particularmente maligno, que se dedica a asesinar a todos aquellos que se interponen en sus negocios.

 Por Luciano Monteagudo

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AGENTE INTERNACIONAL
(The International, EEUU./
Alemania/GB, 2009).

Dirección: Tom Tykwer.
Guión: Eric Singer.
Fotografía: Frank Griebe.
Música: Reinhold Heil, Johnny Klimek y Tom Tykwer.
Edición: Mathilde Bonnefoy.
Diseño de producción: Uli Hanisch.
Intérpretes: Clive Owen, Naomi Watts, Armin Mueller-Stahl, Ulrich Thomsen.

Con las noticias que últimamente frecuentan la tapa de los diarios, no es difícil de creer que el villano de la película pueda ser un gran banco de crédito internacional. Hace tiempo, por cierto, que las instituciones bancarias del primer mundo están bajo sospecha (los argentinos lo descubrimos brutalmente en diciembre de 2001) y, de hecho, la primera inspiración de este guión de Eric Singer proviene de un episodio de hace casi tres lustros, cuando el llamado Bank of Credit and Commerce International, de bandera paquistaní, se vio involucrado en un escándalo mayúsculo porque entre sus principales clientes estaban nada menos que Saddam Hussein y Manuel Noriega, a quienes les proveía más recursos en armas que en activos financieros. En Agente internacional queda claro desde la primera escena que algo similar sucede con un banco con sede central en Luxemburgo, que en vez de comprar acciones adquiere tecnología para lanzar misiles. Lo que se dice un paquete financiero auténticamente explosivo.

El director alemán Tom Tykwer –alcanzó un prestigio exagerado con Corre, Lola, corre (1998), que luego no estuvo en condiciones de sostener– aprovecha el zeitgeist y profundiza la desconfianza natural de estos días hacia cualquier institución bancaria, haciendo de la suya un ente particularmente maligno, uno de cuyos departamentos internos más importantes está manejado por un ex coronel de la Stasi, la temible policía secreta de la vieja RDA, y que se dedica a asesinar a todos aquellos que se interponen en sus negocios. El blanco perfecto debería ser el agente de Interpol Louis Salinger (Clive Owen), quien desde sus tiempos en Scotland Yard está detrás de esa pista, pero sucede que el banco tiene además unos cuantos adversarios de quienes encargarse antes.

Concebido como un thriller paranoico en la tradición de Asesinos S.A. (1974) o Tres días del Cóndor (1975), pero con la agitación global que impuso en el nuevo milenio la saga de Jason Bourne, Agente internacional se mueve por medio mundo, desde Berlín hasta Estambul, pasando por Lyon, Milán y Nueva York, para encontrar en todos lados al enemigo, cada vez más peligroso y sanguinario. Lo prueba el tour de force de la película, en el célebre Museo Guggenheim de Manhattan, en el cual Salinger pretende arrestar al killer preferido del banco y se encuentra, en cambio, con que es él quien está siendo cazado por un ejército de tiradores armados con metralletas Uzi y que van convirtiendo sistemáticamente todos y cada uno de los pisos circulares de esa institución del arte moderno en un gigantesco queso gruyère.

Esta típica secuencia de acción podría resultar más espectacular de lo que ya es si no fuera porque el director Tykwer se esfuerza demasiado por que cada una de sus escenas (y hasta cada uno de sus planos) sea más vistoso y llamativo que el otro. No siempre lo consigue, lo que provoca caídas de ritmo y tensión, que terminan desnudando el verdadero problema del film: que el guión es bastante más escuálido que el enorme diseño de producción que le pusieron encima. Pero aun con estas objeciones, se diría que Agente internacional es lo mejor que es capaz de hacer Tykwer. Incluso desaprovechando a una actriz como Naomi Watts (su personaje casi no existe), a su módica manera le saca el jugo a Clive Owen y a Armin Mueller-Stahl (el ex agente de la Stasi), antagonistas convertidos en las dos caras de una misma moneda: el omnipresente Sistema.

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Clive Owen es un agente de Interpol empecinado en desnudar las acciones criminales de un banco.
 
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