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Jueves, 6 de agosto de 2009

CINE › LA DECISION MAS DIFICIL, DE NICK CASSAVETES, CON CAMERON DIAZ Y ALEC BALDWIN

Una cabalgata de punciones y quimios

Tomando como eje a una adolescente con leucemia y el modo en que eso repercute en su familia, la película del hijo del gran John daría la impresión de representar un ocasional regreso a ese género que parecía enterrado: el de la “enfermedad de la semana”.

 Por Horacio Bernades

LA DECISION MAS DIFICIL

My Sister’s Keeper,
EE.UU., 2009

Dirección: Nick Cassavetes.
Guión: Jeremy Leven y Nick Cassavetes, sobre novela de Jodi Picoult.
Fotografía: Caleb Deschanel.
Intérpretes: Cameron Diaz, Abigail Breslin, Sofia Vassilieva, Jason Patric, Alec Baldwin y Joan Cusack.

Hace unos años la televisión se especializó en un género al que peyorativamente se denominó “la enfermedad de la semana”, por tratar sobre discapacidades graves y enfermedades terminales. Esos telefilms celebraban, invariablemente, la fuerza de voluntad y capacidad (sobre)humana de sobreponerse a lo peor, sensibilizando al espectador (chantajeándolo emocionalmente, en el peor de los casos) con un despliegue de desgracias, coraje y sufrimiento. Teniendo como eje el caso de una adolescente con leucemia y el modo en que eso repercute en su familia, La decisión más difícil daría la impresión de representar un ocasional regreso a ese género. Regreso parcial, en verdad, ya que aquéllas solían ser historias de triunfo, y ésta no tanto. Por otra parte, el componente “enfermedad de la semana” se cruza aquí con otra línea temática igualmente fuerte, la de la defensa de la subjetividad, que parecería querer disputar el eje de la película y de algún modo la parte en dos.

Desde su niñez, cuando los médicos la diagnostican por primera vez, Kate (Sofia Vassilieva, que hacía de hija de Patricia Arquette en la serie Medium) se convierte en lógico centro de la vida familiar de los Fitzgerald, con mamá Sara (Cameron Diaz, en uno de sus infrecuentes papeles dramáticos) encabezando la lucha contra el mal. Toda una Pasionaria, en esa guerra despareja Sara jamás declina las esperanzas, conduciendo a Kate –y con ella al conjunto de la familia– a una cabalgata de punciones, quimioterapias, extracciones y testeos. Los demás la acompañan con una mezcla siempre cambiante de desesperanza, resignación, optimismo y abnegación. Pero no todas las cargas se han repartido de forma pareja entre los integrantes de ese ejército. Sara y Brian (un Jason Patric intenso y contenido) tuvieron a Anna (Abigail Breslin, la nena de Little Miss Sunshine) para que done un riñón a Kate, salvándole así la vida (lo mismo que sucede en la reciente El primer año del resto de nuestras vidas, de Arnaud Desplechin, dicho sea de paso).

Pero tras once años de prestarse a una maratón de experimentos sanguíneos, pruebas de histocompatibilidad y tratamientos, Anna se rebela contra el mandato familiar y decide recuperar el gobierno de su cuerpo. No lo hace con timidez, precisamente: va a ver un abogado (Alec Baldwin, cada día más genial) y éste decide ir a juicio, solicitando la “emancipación médica” de su cliente. De allí en más, los Fitzgerald deberán resolver sus problemas en tribunales. Y el espectador nunca terminará de saber del todo si lo que se le pide es sensibilización y empatía ante la tragedia de Kate y el resto de la familia, simpatía con la causa de Anna, rechazo por el carácter dictatorial de Sara o todas esas cosas juntas. Tal vez por haber pasado por una situación semejante, el realizador, Nick Cassavetes (hijo de John) afronta los detalles de la enfermedad con la misma crudeza con que los médicos de Kate anuncian lo irremediable. Y también con una energía y vitalidad que recuerdan, en sus mejores momentos, a la arrolladora reina absoluta del género (la milagrosa Un milagro para Lorenzo, 1992).

La decisión más difícil no busca las lágrimas del espectador, pero tampoco las rehúye. Hasta que en los últimos tramos termina reclamándolas casi a gritos, como si no pudiera resistir más la tentación. Más que eso, casi comprensible en un caso como éste, lo que no termina de entenderse es por qué, no conformes con el asunto que tienen entre manos, Cassavetes y su coguionista Jeremy Leven se ven en la necesidad de diseminar alrededor de él todas las tragedias posibles. Así, sucede que papá Fitzgerald es bombero (con lo cual parecería que su vida consiste en apagar incendios, en casa y afuera), sino que el abogado de Anne, que tiene un físico de toro, resulta ser epiléptico, y la jueza que debe atender su demanda (Joan Cusack) viene de sufrir la violación y muerte de su hija. Esa multiplicación trágica puede llegar a echar por tierra el modo, seductoramente directo, con que Cassavetes (h) aborda el drama, cerrando cada escena con unos fundidos a negro que, como los médicos, parecen comunicar lo peor con una bienvenida brutalidad.

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Cameron Diaz, en uno de sus infrecuentes papeles dramáticos, encabeza la lucha contra el mal.
 
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